Hace un año, un aventurero del cantón Pillaro, desenterró la tumba de un chamán de la etnia, donde encontró un dado ancestral llamado Huayru y una completa colección de piedras ceremoniales.
Recientes hallazgos arqueológicos en las proximidades del cantón Píllaro aportan información significativa sobre las costumbres espirituales, organizacionales y de caza de la cultura Puruhá.
Tras varios años de investigación, excursiones y excavaciones, el historiador y docente Luis Lara encontró hace poco un conjunto de piedras ceremoniales, un cetro de mando, cuencos de usos varios y una especie de ouija andina denominada Huayru, en la que se presume los chamanes de la época, consultaban diferentes asuntos a los espíritus de sus difuntos ancestros.
Por ejemplo, el tiempo restante de vida de miembros de la realeza y nobleza, uso y nuevo dueño de las prendas de vestir y más pertenencias con que eran enterrados quienes fallecían, tiempos y tipos de cultivo y cosecha, entre otros temas.
Lara, quien además es el propietario del Museo de Rumiñahui, ubicado en el barrio San Juan de Píllaro, y un reconocido arqueólogo local, explicó que este objeto fue desenterrado de lo que se presume fue la tumba de un chamán (yachak) puruhá y no puede ser manipulado por cualquiera, a pesar de tener más de 3 décadas en desuso.
“Según mis cálculos, basados en estudios y pruebas, el Huayru tiene alrededor de 700 años de antigüedad. Fue elaborado con el hueso de la pierna de un ser humano y está cargado de un energía muy negativa, lo que lo hace peligroso para gente que desconoce la espiritualidad animista que las etnias precolombinas practicaban; se le utilizaba para consultar el tiempo de vida que les quedaba a caciques y sus hijos, sacerdotes, políticos y hombres sabios, a través de un sencillo pero riesgoso juego”, aseveró.
Este objeto es una suerte de dado óseo alargado, en cada uno de los 4 lados tiene tallada una serie de figuras redondas (bolas), y una cruz. Quien recurría a él, lo tenía que lanzar sobre una superficie horizontal y no detenerse en el primer turno del juego.
“Cada uno de los 4 bordes tiene talladas una, tres y cinco unidades circulares, y en el cuarto borde existen siete figuras que forman una pequeña cruz, la cual presumiblemente anunciaba la muerte indefectible del jugador. Es decir que si al arrojar el dado se observa que en el margen quedan visibles pocas bolas, la persona viviría un tiempo proporcional al resultado obtenido. Por ello no se podía detener la partida hasta que se consiga un número considerable de bolas (años de vida), y si aún así, jugando varios turnos, el resultado era el mismo, significaba que esa persona abandonaría este mundo pronto”, agregó el historiador pillareño.
En la gráfica se aprecia, de izquierda a derecha, una punta de hacha, un cetro jerárquico y la ouija andina. Los 3 se exhiben a diario en el museo Rumiñahui. |
Importancia del hallazgo Este artefacto y los demás vestigios encontrados hace un año y a 8 kilómetros del centro de Píllaro, se exhiben desde su hallazgo de forma permanente en el Museo de Rumiñahui, a 15 minutos del cantón, a fin de ampliar los conocimientos de estudiantes, antropólogos, arqueólogos, historiadores y población en general. Uno de ellos es Pedro Reino, reconocido cronista de Ambato e investigador de etnias y costumbres precolombinas.
“Los hallazgos siempre son positivos pues, o confirman lo que ya se sabe sobre civilizaciones antiguas o aportan nueva información. Este último caso se aplica a los Puruhá, una cultura que si bien está presente en las provincias de Chimborazo, mayoritariamente, Cotopaxi y Bolívar, en el norte de Tungurahua también se desenvolvieron y dejaron sus huellas; el descubrimiento del Huayru nada más confirma lo que ya se sospechaba: que fue un juego que se practicaba no solo en Perú sino además en nuestra nación durante lo que hoy conocemos como el velorio”, señaló Reino.
Para Mesías Lozada, antropólogo quiteño que reside en Ambato, los vestigios encontrados en Píllaro deben ser guardados celosamente para evitar malos usos. “Muchos pensarán que es superstición pero si alguien, en especial un joven, juega este ancestral juego, podría sufrir consecuencias similares al juego de la ouija. Por ello me parece ideal que Lara, un respetado experto en historia nacional, conserve el Huayru y las piedras ceremoniales en su casa; así además se asegura su preservación pese al deterioro natural que provoca el tiempo y el clima”, dijo. Según Lozada, este juego aún está presente en etnias como Pilahuín, Chubuleo y Tomabela, pero se practica de forma secreta. Las 27 piedras que también se desenterraron se presume fueron de un curandero, al igual que el cetro, objeto que definiría el alto rango que este tenía, los cuencos y piedras. (I)
Fuente: eltelegráfo.ec
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