De acuerdo a documentación que se guarda en archivos locales como de Gran Bretaña, Rosas puso en la mesa de negociaciones la cuestión Malvinas y la posibilidad de cancelar la deuda con los tenedores a cambio de entregarles las islas a los ingleses ¿Fue estrategia política para forzar el reconocimiento de la soberanía o existió la voluntad de hacer un canje?
La magnitud del proyecto justificaba solicitar el préstamo. Era fines de 1822 y el gobierno de Martín Rodríguez con su poderoso ministro Bernardino Rivadavia tenía pensado construir un nuevo puerto, instalar un sistema de aguas corrientes y promover la colonización de la campaña a través de la fundación de pueblos, tanto en el interior como en la costa que va de Buenos Aires a Patagones, donde se proyectaban tres nuevas ciudades.
Para ello, en noviembre de ese año la Sala de Representantes aprobó una ley autorizando al gobernador de la provincia de Buenos Aires a contratar un empréstito al exterior. Las tratativas tuvieron lugar en 1824 y se eligió a la Baring Brothers, una casa de banqueros ingleses a los que se les solicitó la suma de 5.000.000 pesos fuertes que equivalían a 1.000.000 de libras esterlinas. Se presentaron tierras públicas como garantía.
El empréstito se colocó al 85% y se recibió el 70%. La diferencia quedó en los bolsillos de los intermediarios. Y además la Baring retuvo una garantía adicional de 120 mil libras correspondiente a dos años de intereses y 10 mil libras por gastos y comisiones. Del millón de libras acordados, sólo llegarían 560 mil. Y como era dificultoso el envío de dinero, se hizo a través de letras de cambio girada contra casas comerciales en Buenos Aires, algunas de las cuales pertenecían a la propia Baring Brothers.
El capital recibido fue gastado en la guerra con el Brasil. Las dificultades para hacer frente a los intereses llevó al ministro de Hacienda, en 1828, a vender las fragatas Asia y Congreso para cubrir los dividendos vencidos. El proyecto del puerto y los pueblos ya eran un viejo recuerdo.
"El gobierno nunca olvida el pago de la deuda"
El 3 de enero de 1833 los ingleses usurparon las Malvinas con el ataque de la corbeta de la marina británica HS Clio al mando del capitán Onslow.
Le cupo a Manuel Moreno, ministro plenipotenciario, elaborar lo que sería el primer alegato en defensa de la soberanía argentina. Moreno era el hermano menor de Mariano, el secretario de la Primera Junta. Era político, médico graduado en la Universidad de Maryland y docente de Química en la Universidad de Buenos Aires. En 1828 fue nombrado embajador en Gran Bretaña; en 1835 cumplió idénticas funciones en Estados Unidos y volvió como embajador en las islas británicas de 1838 hasta la caída de Rosas.
Él fue el responsable de la primera protesta argentina contra la usurpación. Fue elaborada el 17 de junio de ese mismo año y su destinatario fue el vizconde Palmerston, Secretario Principal de Estado para los Asuntos Extranjeros.
En 1835 Juan Manuel de Rosas asumió su segundo período como gobernador y responsable de las relaciones exteriores del país. Era apoyado por el sector terrateniente y estanciero al que pertenecía, poseía un gran predicamento en las clases populares y gobernó con mano dura y orden en un sistema sin Constitución.
A través de la Ley de Aduanas, que comenzó a aplicar en 1836, protegía tantos las manufacturas locales y la materia prima y gravaba aquellos que venían del exterior. Esto permitió engrosar las arcas de la aduana, manejada por Buenos Aires y también girar fondos a las provincias.
Al comienzo de su segundo mandato, Rosas debió enfrentar la presión de los tenedores de bonos por cobrar sus dividendos. En el mensaje a la Sala de Representantes de 1835 aclaró que "el gobierno nunca olvida el pago de la deuda extranjera, pero es bien manifiesto que al presente nada se puede hacer por ella".
Rosas dejó pasar dos años para volver a explicar, con igual tenor, que "tantas y tan múltiples atenciones pesa sobre el gobierno la dificultad de sus compromisos en el empréstito de Inglaterra… el gobierno desea con vehemencia arribar a una transacción, que en si misma presente la posibilidad de su exacto cumplimiento. Para conseguirlo no omitirá ninguno de los medios que se le sugieran su razón y prudencia".
En 1838 Rosas, con la excusa de las arcas públicas vacías, había aumentado los derechos de importación de productos que hubieran sido transbordados en Montevideo. Esta medida perjudicaba a Francia, que tenía al puerto oriental como un punto central de su comercio en esta región. El gobierno francés protestó. El vicecónsul francés Aimé Roger buscó el pretexto para presionar con las armas. Aduciendo que Rosas se negaba a exceptuar a los súbditos franceses del servicio militar y del encarcelamiento de ciudadanos de ese país acusados de espías, una flota francesa al mando del almirante Luis Francisco Le Blanc bloqueó el Río de la Plata.
Nuevamente, Rosas fundamentó que no tenía medios para pagar porque el bloqueo perjudicaba económicamente a la Confederación y propuso el arbitraje de Inglaterra para solucionar el conflicto. Dividir para reinar.
Explorar con sagacidad
Y en este punto los historiadores no se ponen de acuerdo. De acuerdo a documentación que se guarda en archivos locales como de Gran Bretaña, Rosas puso en la mesa de negociaciones la cuestión Malvinas y la posibilidad de cancelar la deuda con los tenedores a cambio de entregarles las islas a los ingleses.
El 21 de noviembre de 1838, el embajador Manuel Moreno recibió la siguiente instrucción del todopoderoso gobernador bonaerense. "Insistir así que se le presente la ocasión en el reclamo respecto de la ocupación de las Islas Malvinas, y entonces explotará con sagacidad sin que se pueda trascender ser idea de este gobierno, si habría disposición en el de S.M.B.A hacer lugar a una transacción pecuniaria, que sería cancelar la deuda pendiente del empréstito argentino". Y que les aclare a los tenedores de bonos que hasta que no se levante el bloqueo francés, no iba a poder pagarles.
¿Qué buscaba en realidad Rosas? Nunca lo aclaró. Si los ingleses aceptaban este suerte de canje, estarían reconociendo tácitamente la soberanía argentina sobre el archipiélago. Y el gobernador tendría los argumentos para fundamentar aún más el reclamo. O posiblemente sus intenciones eran las de dejarlas como parte de pago. Eran épocas donde algunas posesiones territoriales se definían con dinero y no por la boca de los cañones: Estados Unidos había comprado Louisiana en 1803, una parte de La Florida en 1819 y Oregón, en 1846.
Pero los ingleses no dieron el brazo a torcer. En marzo de 1842 el secretario para asuntos exteriores inglés, Lord Aberdeen, negó al gobierno argentino derecho a indemnización alguna. "…como definitiva la declaración con que el infrascripto concluyó su nota al señor Moreno de 15 del próximo anterior, repitiendo la determinación del gobierno de S. M. De no permitir que sean infringidos los indultados derechos de la Gran Bretaña sobre las islas".
Falconnet, el enviado
Paralelamente a estas negociaciones, llegó a Buenos Aires un súbdito inglés, napolitano de nacimiento, Francisco de Palacieu Falconnet, enviado por la Baring. Sus instrucciones eran indagar cúal era la voluntad, la capacidad y los recursos del actual gobierno para hacer frente a la deuda y cuáles serían los modos de asegurar su cobro. Tamaña tarea le aguardaba. "Buenos Aires tiene la vergonzosa distinción de no haber hecho nada y no haber propuesto nada en los últimos catorce años, conducente al pago de los dividendos y a la restauración de su crédito", escribió.
En los dos años que Falconnet permaneció en Buenos Aires, estuvo en contacto directo con Manuel Insiarte, ministro de Hacienda a fin de encontrar una forma que el gobierno argentino se pusiese al día con la deuda.
Fue a comienzos de 1843 cuando Felipe Arana, ministro de Relaciones Exteriores de Rosas, instruyó a Moreno y al cónsul argentino en Londres, Jorge Federico Dickson a "demandar al gobierno de S.M.B. una indemnización por el derecho de las Islas Malvinas, y que entre en esta el empréstito y sus rentas vencidas y por vencer bajo el concepto de que en tales arreglos debe intervenir el acomodamiento de los interesados, y que cuanto convenirse y estipularse sobre esto será aquí ratificado con previa autorización de la Sala de Representantes…"
Moreno y Dickson ya venían padeciendo hace tiempo este tipo de negociaciones que no encontraban ningún eco en el gobierno inglés. Terminaron respondiendo que "hallamos tantas dificultades que en verdad nos hacen pensar que aunque la idea de esta transacción es absolutamente justa y razonable en su fondo, no hay al presente ninguna probabilidad de hacerla practicable…".
En esa misma comunicación, Moreno explicaba que el gobierno inglés negaba el reconocimiento argentino de la soberanía y que el volumen de la deuda, con intereses, ascendía a 1.900.000 libras esterlinas. En caso de llegar a un acuerdo, no se haría por esa cifra.
Moreno no se sentía cómodo representando al gobierno de Rosas. En 1841 le escribía a su sobrino: "Los que empezaron la Revolución creyendo generosamente en los destinos de la Patria, nunca se pudieron imaginar, entre los grandes riesgos que tan heroicamente arrostraron, que habían de llegar tiempos de esta especie".
En el mismo sentido Dickson, en una carta a Felipe Arana del 5 de abril de 1843 confirmaba que "no son el tiempo y la circunstancia oportunas para entretener este asunto. En todo caso se verá ser muy difícil convencer a este gobierno del derecho que tiene la República a reclamar indemnización alguna para la cesión de a propiedad que alega en nuestro territorio de las Islas Malvinas…"
Claro que no todos los ingleses eran de la misma opinión. En la Cámara de los Comunes, el diputado Malesworth, a la hora de discutir el presupuesto para las colonias, había dicho: "Vuelven estas miserables islas Falklands donde no se da trigo, donde no crecen árboles, islas batidas por los vientos polares que desde 1841 nos han costado sin beneficio alguno nada menos que 45 mil libras; decididamente soy del parecer que esta inútil posesión se devuelva al gobierno de Buenos Aires".
A comienzos de 1844 Insiarte reiteró ante Falconnet el ofrecimiento de las Islas Malvinas como moneda de canje. Recalcó la soberanía argentina y advertía que su cesión a los prestamistas ingleses era el medio más seguro para cobrar lo adeudado.
Al fin, un cansado Falconnet halló una forma de salir del atolladero. Como la Confederación Argentina le estaba abonando a Francia un monto mensual en concepto de reparaciones de guerra, pidió lo mismo. En carta del 14 de febrero de 1844 se lo propuso al ministro Insiarte: "Para mí será imposible permanecer por más tiempo en esta expectación que nada justifica a los ojos de los que me han honrado con su confianza…", comenzaba la carta; así le fue aprobado el pago de una suma mensual de 5000 pesos fuertes a cuenta de la deuda. Algunos interpretan que así Rosas disminuiría la presión británica.
Los pagos comenzaron en mayo de 1845 pero se suspendieron cuando Gran Bretaña comenzó con el bloqueo, junto con los franceses, del Río de la Plata. Vendría el combate de la Vuelta de Obligado y el pragmatismo inglés de resolver el pleito en la mesa de negociaciones. Los pagos se reanudarían en 1849.
En el mensaje a la Sala de Representantes de 1849, Rosas ofreció a la Baring y accionistas del empréstito "a comprar de este gobierno por quince años, como privilegio exclusivo, el derecho de disponer del guano, y explotarlo de todas las islas y costas patagónicas; también el salitre, otras sales, barbilla, yeso, metales y la pesca de anfibios; debiendo entregarse la cantidad que abonasen al Gobierno, en cuanta de pago del empréstito de Inglaterra, y siendo obligación de los empresarios a hacer respetar a nombre del gobierno de la Confederación, el usufructo que por el término que se estipulase les concediera. Debía extenderse la extensión del territorio para ese objeto desde la Bahía Nueva, en los cuarenta y tres grados, hasta el Estrecho de Magallanes, en los cincuenta y tres".
Los ingleses no se hicieron eco de esta propuesta.
A fines de 1849, se firmó el tratado Southern-Arana, que ponía fin a la disputa entre nuestro país y Gran Bretaña. Se llamó "Convención para restablecer las perfectas relaciones de amistad entre la Confederación Argentina y su Majestad Británica". Los ingleses reconocieron la soberanía argentina de los ríos interiores; instaba a nuestro país a solucionar pacíficamente nuestros diferendo con Uruguay y se nos devolvía la flota capturada. Lo curioso es que ese tratado también consignaba la devolución de la isla Martín García, pero ni una palabra sobre las Malvinas. Aunque algunos sospechan de una cláusula secreta, por la que Rosas desistía de continuar reclamando la soberanía.
¿Qué pasó con el famoso empréstito? Se cancelaría 80 años después, en 1904. Haciendo cuentas, el país había pagado 23.700.000 de pesos fuertes de los cinco millones originales.
Fuente: Infobae.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario