La historiografía nacional ha sido pacífica al interpretar
que la autonomía alcanzada por Tucumán el 8 de Octubre de 1814 se debió al
reconocimiento por la actuación de sus ciudadanos durante la Batalla de Tucumán
y el aporte de los mismos en la posterior Batalla de Salta.
Coincido en que efectivamente, esos hechos fueron determinantes, pero entiendo
no fueron exclusivos. Se correspondían a un plan mucho más ambicioso y era el
que pergeñaba José de San Martín y que sin duda alguna fue consultado con
Manuel Belgrano, los meses que se trataron personalmente en su estancia en
Tucumán, desde Febrero a Mayo de 1814, donde coincidieron sus destinos.
San Martín tenía claro que Tucumán era un bastión natural de la Revolución
Americana. Para los realistas la sola mención de las jornadas de septiembre de
1812 los llenaba de dudas y temores. ¿Cómo se podía perder una batalla en esas
circunstancias? Un ejército poderoso de 3500 hombres, armados, regimentados y
perfectamente adiestrados para la guerra, contra una turba de 1700 gauchos
armados de lanzas precarias, con una rudimentaria instrucción militar. Sin
embargo esos hombres curtidos demostraron una ferocidad inaudita, cuando de
defender su tierra se trataba.
Estaba claro que el respeto ganado en batalla, les daba a los tucumanos un
sitial preponderante en el plano estratégico continental. Porque era sobre ello
que San Martín basaba su plan, y el Norte Argentino era esencial para plasmar
sus tácticas de guerra. Confiaba en la probada destreza del campesino norteño
acostumbrado a lidiar con el espeso monte, que había que “pechar” con los
guardamontes, que había que dominar con coraje y determinación, pues era allí
donde se guarecía el puma, donde anidaba el cóndor, donde se forjaban los
hombres y mujeres fuertes, templados en la adversidad que nos darían la Patria.
Tucumán entonces debía convertirse en el límite septentrional de la Revolución,
como lo manifestaba Manuel Belgrano. Era allí donde debían ser detenidos una y
mil veces los avances españoles…si Tucumán caía, el corazón del país quedaba a
merced de la furia vengativa de los realistas.
La frontera norte debía mantenerse “caliente”; la guerra de guerrillas se hacía
entonces esencial. Se debía contar con una “plaza fuerte”, y además con grupos
guerrilleros que hostilizaran a las tropas realistas que amenazaban ingresar
por el actual territorio boliviano. Tucumán, nutriría asimismo de combatientes,
de armamentos y vituallas a los gauchos de Jujuy y Salta quienes conformarían
la primera línea de batalla.
Los desastres de Vilcapugio en octubre de 1813 y Ayohuma en noviembre del mismo
año descalabraron las posibilidades de penetrar desde el norte hasta el corazón
mismo de la dominación española.
Nuevamente la frontera norte estaba en llamas y Salta era amenazada por un
poderoso ejército español. Tan expuesta había quedado esa provincia, que el
nuevo Gobernador Intendente de Salta del Tucumán, Francisco Fernández de La
Cruz, debió asumir su cargo ante el cabildo de la ciudad de San Miguel de
Tucumán. Incluso, cuando éste dejó sus funciones, Bernabé Aráoz su
reemplazante, juró ante el cabildo tucumano, puesto que la ciudad de Salta y su
jurisdicción estaban controladas por el Ejército Realista. Por dos veces
consecutivas, el gobernador debía asumir ante un cabildo extraño a la sede de
la gobernación.
Gral. D. José de San Martín |
Manuel Belgrano y José de San Martín influyeron mucho en la designación de
Aráoz como primer gobernador de Tucumán, lo que refuerza la idea que era “el
hombre elegido” por ellos en Tucumán. En carta al Director Gervasio Antonio de
Posadas, fechada el 2 de Marzo de 2014 San Martín escribía: “… don Bernabé
Aráoz, sujeto el más honrado y el más completo que se conoce en toda la
provincia.”
Por entonces la fortificación de la Ciudadela comenzaba a ser operativa y se
convertía en un serio peligro para los realistas apostados en el norte. Se
había echado a correr la versión que un poderoso ejército se preparaba en
Tucumán para arremeter definitivamente sobre el Alto Perú. Para ello, en la
visión castrense de San Martín y práctica de Belgrano, no había mejor candidato
que Aráoz. Un hombre probado en la guerra, caudillo popular, hábil político y
eficaz administrador. Es por ello que refresca su anterior carta del 23 de
Febrero de ese año a Posadas, donde San Martín le manifiesta: “Aráoz es un
sujeto que me atrevo a asegurar no se encuentran diez en América que reúnan más
virtudes…” Estos conceptos fueron decisivos para su nombramiento.
San Martín entendía que para que Tucumán pudiera efectivamente constituirse en
la plaza fuerte que la revolución requería, necesitaba imperiosamente ser
autónoma de Salta, de quién hasta entonces dependía. La vecina provincia tenía
en su clase dirigente a demasiados simpatizantes del Rey, quienes creaban
recelos e inquinas permanentes. Por tanto no eran confiables para los líderes
revolucionarios. Asimismo su capital era continuamente asediada por los
realistas que tomaban por las armas su ciudad cabecera, para luego ser
repelidos en una contradanza mortal.
Claramente San Miguel de Tucumán debía fortalecerse, no sólo en el orden
militar sino también económica e institucionalmente, actuando
independientemente de las decisiones del cabildo salteño. Las urgencias debían
ser atendidas con la inmediatez que el caso requiriese y la caja del Cabildo
debía ser utilizada para la atención de las necesidades de ese ejército que se
acantonaría a sus puertas desde entonces.
El Director Posadas finalmente dicta el Decreto de fecha 8 de Octubre de 1814
creando la Provincia del Tucumán, desmembrando definitivamente la jurisdicción
de Salta, por entonces bajo el poder realista. Santiago del Estero y Catamarca
quedaron asimismo bajo la jurisdicción de Tucumán, con asiento de gobierno en la
ciudad de San Miguel.
Coincido y hago mías las palabras del Dr. Félix Alberto Montilla Zavalía al
respecto: “Sin lugar a dudas el argumento de mayor trascendencia para crear
Tucumán era facilitar la administración de un territorio de frontera que
permitiera una eficaz contención a las tropas realistas, y así garantizar que
la jurisdicción virreinal del Perú no siga extendiéndose hasta el centro de las
Provincias del Río de la Plata I”
Finalmente, el 14 de Noviembre de 1814, el Director Posadas designó Gobernador
Intendente de la Provincia del Tucumán al coronel de dragones Bernabé Aráoz,
quién tomó su juramento de rigor el 1º de diciembre del mismo año ante el
cabildo provincial.
Fue por ello que Bernabé Aráoz era el llamado a convertirse en el primer gobernador
de la provincia autónoma. No había en Tucumán un hombre de talla superior, su
patriotismo y compromiso con la causa independista eran innegables.
Quedaba asimismo la determinación acerca de quién sería el hombre fuerte en
Salta y Jujuy. Fue entonces cuando el genio militar de José de San Martín se
fijó en un salteño que no había tomado parte de las batallas de Tucumán y
Salta…ese hombre, también providencial fue Martín Miguel de Güemes.
Ya había demostrado su valor durante las invasiones inglesas, siendo un joven
militar entonces. Luego, durante la primera campaña al Alto Perú, quedó
envuelto en el pandemonio que fue la retirada del ejército abatido durante
aquella desastrosa campaña. Belgrano al tomar a su cargo esas tropas, puso
férrea disciplina y castigó la más mínima falta. El salteño, quién andaba en
amores con una mujer casada, fue sancionado y enviado primero a Santiago del
Estero y luego a Buenos Aires, al reincidir en su falta…pero San Martín, en la
ciudad portuaria había advertido el innato don de mando y la ascendencia de
Güemes sobre el gauchaje de tierras adentro. Entonces le encomendó la difícil
tarea de conformar escuadrones de paisanos para hostilizar a las tropas
realistas apostadas en la frontera norte. La idea era desgastarlos con ataques
sorpresa, nunca confrontarlos en batallas campales. Incendiar sus vituallas,
capturar sus oficiales, distraer sus tropas, desorganizándolas. Aquellos montes
espesos debían convertirse en el colchón donde se amortiguaría cualquier
impulso invasor.
Martín Miguel de Güemes cumplió cabalmente el cometido de su jefe,
convirtiéndose en un engranaje importante del plan sanmartiniano. Así las
cosas, Aráoz desde Tucumán y Güemes desde Salta, consumaron a rajatabla la
tarea encomendada, convirtiéndose en baluartes revolucionarios que la
posteridad juzgó de manera muy distinta.
Autor: José María Posse
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