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viernes, 27 de diciembre de 2013

Parte V: La Estancia Jesuítica de San Ignacio de la Cocha: desestructuración de su unidad productiva luego de la expulsión.

V. Desmembramiento de la Estancia de San Ignacio de la Cocha
      A partir del la Carta Orden del gobernador de  Buenos Aires, Francisco de Paula Bucareli al gobernador Juan Manuel Fernández Campero, los bienes secuestrados, a partir de mayo de 1769, deberían ser vendidos a arrendados… “Todas las haciendas, estancias y potreros, para lo cual es escribano deberá fijar carteles es esquinas y parajes públicos…para la vente de la hacienda…separadas o juntas como sea más útil a los compradores de contado a senso, y que se envíen cartas ordenes a los administradores de La Rioja, Santiago y Salta para que procedan igual” (AHT Secc. Administrativa Vol. V 1767-1770 Fs. 303 y vta.), de esta forma, comenzó el desmembramiento de lo que otrora era un sistema integrado, según un modelo nuclear, en donde potreros y estanzuelas funcionaban produciendo y consumiendo en torno a un casco principal ubicado en el paraje de San Ignacio, donde residía el Padre Procurador de la estancia, los demás padres jesuitas, capataces y maestros, y artesanos, en lo que sería un complejo    agrícola -manufacturero productor de herramientas, carpetas, suelas, alimentos, textiles, manufacturas en cuero, madera y sombreros.
      El casco de la Estancia de San Ignacio de la Cocha
Era la residencia del Padre Procurador y los demás sacerdotes que administraban y dirigían la estancia. Además había una capilla con sacristía, junto a la casa de los padres, estaban, la carpintería, curtiembre, comillería, herrería, sombrería y fábrica de lienzos, cocina molino y horno.
      En el inventario de 1767 se describe el casco “…tiene el recinto del patio nueve aposentos con sus puertas y llaves corrientes, y en los dos costados, y en el que corre al lado de la capilla tiene una puerta grande que entra a ella, otra a un lado que entra a la sacristía, con otra al otro lado por donde se sube y en el otro costado que es que cae el lado de la puerta de calle tiene su sobrado de cañizo debajo del corredor, entrando los otros tres dichos costados cubierto de corredores con sus pilares correspondientes de madera con más otras dos puerto que la una a la carpintería y otras oficinas y la otra por el refectorio que corresponde a la cancha, cocina y molino, y huerta cuyo edificio todo como el de dicha capilla está bien enmaderado y fabricado de adobes cubierto de tejas con seis árboles tres naranjos chinos y tres limones y en medio de dicho patio un cuadrante sobre pilar de madera y a los lados dichos árboles y debajo de los corredores de dicho patio se hallan también dos campanillas que sirven para los acros de la comunidad…”
      Del casco de la estancia, hoy solo está de pie la capilla, ubicada en el interior del cementerio de San Ignacio de la Cocha.
“…La carpintería que se compone de un galpón bien largo y ancho en el campo contiguo a la casa al lado del naciente techado de paja y madera…”
En la carpintería había herramientas propias de la labor: hachas, cuñas, azuelas, sierras y serruchos, cepillos, escoplos, cuatro compases, escofinas, martillos, escoplos, formones, etc..
En la lomillería había escarmadores, suelas partidas, fustes, moldes.
En la curtiembre: seis noques de material debajo de un ramadón bien largo cubierto de paja y madera con cien cueros en cebil para hacerlos suela, treinta cueros para sancochar en cal. Veinte baquetillas de cabrito en cebil.
En la carpintería además había 66 camas para carretas labradas, 36 rayos, 15 masas escopleadas, tablas traídas de los aserraderos, trozos de madera para extraer tablas y siete carretas armadas.
Contiguo a la carpintería había una casa fabricada de adobes y techada de paja y madera que se compone de tres viviendas utilizada para hospedería.
El perchel techado de paja y madera, con pared de adobe con dos puertas de madera, conteniendo trigo en espigas (20 fanegas), ubicado a una cuadra de la casa.
El corral de horquetería detrás del prechel, y contiguo a este, un horno para coser tejas y ladrillos.
Al oeste de la casa del casco una huerta cercada de ramas 2 cuadras de largo por una de ancho, con árboles frutales, hortalizas y parrales y un retazo de caña dulce. Esta era exprimida en un trapiche de mano, ubicado debajo del corredor de la casa. También en uno de los corredores había un badan (de 4 masos de madera), un cajón de 3 baras usado para depositar el trigo.
Había un depósito para harina y maíz en mazorca (50 fanegas).
En la herrería había: fuelle de una mano como de 3 varas de largo hecho de 3 o 4 suelas con un cañón, un yunque de hierro de 4 arrobas, una bigornia con asiento de madera, un horno 2/3 de largo, un macho, 3 martillos, 3 pares de tenazas, 15 limas, y 4 sinseles, 2 punzones, un cortador, un rompedor, una clavera, un pico, 10 pares de espuelas.
En la fábrica de sombreros: batea de agua con banco, cuatro pares de calzas, cuatro hormas de madera, un par de tijeras medianas, una paila pequeña batan del oficio de cobre, con 2 planchas de cobre, 2 sombreros ordinarios.
En la cocina (un galpón grande), 2 fondos de cobre, una paila de cobre de 100 libras (para la evaporación del jugo de caña) una paila mediana y dos pequeñas, 5 ollas de hierro con sus pies, un almirez pequeño, una sartén vieja.
En el molino de harina: 2 piedras con que se muele (gastadas) con su forma y cajón con su almud y una batea. Dos piedras corrientes nuevas horno de cocer pan,  a la par del molino.
Las distintas fábricas del casco fundamentalmente servían para atender las necesidades de la mano de obra esclava, que era la más numerosa y más preparada para el funcionamiento de talleres y demás dependencias. El personal conchabado, menos numeroso, era ocupado en momentos en que la producción necesitaba más mano de obra, y el pago era realizado con una parte de género (fustes, espuelas, sombreros, etc.) 75% y el resto en plata amonedada 25% en promedio.
La producción de carretas era el principal ingreso del casco, el cual era destinado para la adquisición de herramientas (cuchillos, tijeras, balanzas, etc.) textiles de alta calidad (encajes, seda, etc.) y alimentos (yerba, vino, aguardiente, etc.) e insumos (algodón, botones de metal, hierro, etc.) que eran adquiridos por la estancia a comerciantes de Santiago del Estero, Catamarca o Tucumán.
La producción de trigo y maíz habría sido suficiente para la alimentación de personal. El molino con piedras nuevas era usado para la producción de harina para consumo interno de la estancia y colegio, para realización de servicios a terceros cuyos ingresos, lo mismo que la venta de pan era la principal fuente de ingresos luego de las entradas por las ventas de mulas en Salta. Estos ingresos eran plata amonedada (Mayo 1982)
La presencia de un retaso de caña en la huerta, un trapiche de mano para exprimir caña dulce y una paila de cobre de 100 libras, indican la posibilidad de la elaboración de azúcar, la que estaba presente en el casco, 35 libras de azúcar en pan, el cual servía para el consumo interno de la explotación, por parte de su personal. (padres, esclavos, peones conchabados).
La herrería producía y reparaba herramientas (escoplos, goznes, punzones, hachas, cuñas, frenos, sierras, espuelas, barrenos, clavos, tenazas) fundamentales para el funcionamiento del establecimiento. También la herrería prestaba servicios a terceros, lo que representaba una fuente de ingresos, por ejemplo terceros entregaban hierro y otros insumos para la elaboración de bienes lo cual era una fuente más de ingreso, generalmente pagado en metálico.
La presencia de una hospedería en el casco, nos indica que San Ignacio recibía a visitantes ya sea personas de negocios, religiosos o viajeros que seguramente eran hospedados por el procurador, en los viajes al casco de San Ignacio.
La curtiembre procesaba los cueros extraídos del ganado vacuno abundante en la estancia. El mismo era trabajado en la lomillería, y se fabricaban fustes, caronas, asientos y respaldares para sillas. Los fustes eran utilizados por esclavos (63%) y dados como forma de pago al personal conchabado (28%) otra parte era vendido fuera del establecimiento, solo una pequeña parte 6.8% (Mayo 1982)
Los cueros además eran usados para techar carretas y carretones, el terminado de aperos y el pago del personal.
El carpintería además de carretas y carretones, fabricaba bateas, taburetes, tablas, cajas, mesas, sillas y otros objetos de madera, que eran usados en el interior del casco, y el resto era vendido a vecinos o pobladores cercanos o de Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán o Catamarca, generalmente la forma de pago era en género (algodón, ropa, etc.) (Mayo 1982)
La carpintería abastecida de madera que era extraída de los coposos bosques de pedemonte  Las maderas eran principalmente el cedro, el nogal o el lapacho, este último para la fabricación de rayos de las carretas.
Los lienzos de algodón eran realizados en el taller con telares, trabajados por mujeres principalmente.
La presencia de una huerta con árboles frutales, caña dulce, hortalizas y parrales, nos permite pensar en baja comunidad productiva que se auto abastecía de alimentos, ya que la carne vacuna era abundante lo mismo que la harina de trigo o el maíz, alimentos complementados con una dieta bien balanceada al incorporar, las hortalizas y la fruta de distinto tipo (cítricos, duraznos, higos, uvas, etc.).
El corral y el trascorral, era el lugar de ubicación del ganado para las faenas correspondientes, la carne era consumida por el personal esclavo y conchabado, los cueros eran tratados en la curtiembre, las suelas eran trabajadas en la comilleria para la obtención de fustes o asientos y respaldares de sillas.
Detrás del corral había un horno de ladrillos y tejas, en esta cortada los padres de la compañía obtenían el material necesario para la reparación y o ampliación de muros habitaciones y tejados del casco de  San Ignacio
La capilla del casco estaba compuesta de un altar mayor, un ala derecha, un ala izquierda.  El centro de la capilla conducía al altar, además había una sacristía  y contrasacristía. El campanario ubicado a la derecha de la capilla tenía una torre, compuesto de tres campanas, Hoy se conservan solo dos de las tres campanas una de las cuales  tiene inscripto el año 1746,la  tercera fue  trasladada a la capilla de Graneros.
En el interior de la capilla existía una gran cantidad de objetos (baso de plata, pila de agua bendita, vaso comulgatorio, vinajeras de plata, hostiario de plata, etc.)
Entre las imágenes sacras más destacadas estaban la imagen de San Ignacio (de bulto), Santa  Rosa (de bulto), La Purísima, San Francisco Javier (de bulto). Hoy se conservan estas  imágenes salvo la de San Ignacio que fue destruida y reemplaza por otra moderna.
Había tres puertas, que conducían a la sacristía, interior de la capilla (más importante) y al coro ubicado en la parte superior de entrada a la capilla.
Destrucción de la unidad productiva
El 8 de octubre de 1769 por Real Cédula se establecían juntas provinciales y municipales con la normativa en la cual se debían ajustarse para la vente de los bienes que habían pertenecido a los jesuitas de esta forma, las tierras que se explotaban, y el personal de la estancia, principalmente esclavos, fueron vendidos en pública almoneda, desmembrando la unidad, en múltiples explotaciones inconexas, y sin el personal que sabía y quería hacer funcionar la estancia, San Ignacio comenzó a desaparecer, quedando solo un triste esqueleto, como lo describe en 1784, su administrador Pedro López de Urmendía en su memorial.
De los 234 esclavos contabilizados en el inventario de 1767 en 1784 solo quedaron 4, viejos y enfermos.
Los esclavos eran el sostén de la estancia, ya que los padres jesuitas prepararon a este personal para que realizaran la tarea en forma eficientes y productiva, en el casco, la actividad principal fue la labor de carpintería, al especialidad era la fabricación de carretas (había 11 oficiales carpinteros), pero además se fabricaban, mesas, sillas, bateas, cajas, etc.
Además, el casco de la estancia de San Ignacio, tenía un personal dedicado a la tarea de sostener la atención del personal, el cual recibía alimento cotidianamente, había 2 oficiales cocineros seguramente asistidos por varios ayudantes.
La liturgia era importante, y dentro de esta había asistentes, 1 sacristán y a su vez varios dedicados a la preparación de la parte musical, dentro de los servicios religiosos, había 1 músico y 1 violinista.
El mantenimiento de los edificios y la elaboración de materiales de construcción (ladrillos y tejas) requería un personal permanente, por lo cual había 2 oficiales albañiles asistidos por numerosos capacheros.
Entro los servicios, que la división del trabajo dentro de la estancia, requería, era la del trabajo barbero al cual seguramente todo el personal y padres habrían acudido.
El inventario de  1767 refleja el agrupamiento de los esclavos en familias, cuyo promedio da 2 hijos más o menos por cada agrupamiento familiar, la descripción racial de cada individuo indica, una fuerte mestización, predominando los mulatos 63%, le siguen los zambos 21% y negros 15%.
Se observa un personal esclavo manejado por los padres pacíficamente, con una preocupación de los religiosos por la alimentación necesario y suficiente, el suministro de viviendas y vestimenta si no lujosa, digna. Parece ser que posteriormente a la expulsión, los esclavos se rebelaron a la nueva administración, ya que se registraron que de campos incendiados y escapes  esclavos.
La decadencia y desorganización de la administración laica, estuvo patente por la cantidad de esclavos fallecidos, en forma creciente entre los años 1767 con 4 fallecidos, 1768 con 14, y 1769 con 17, en total 35 (AHT Secc. Administrativa Vol. V folio 409-409v).
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La carestía , por la mala administración,  provocó que el administrador de San Ignacio solicitara, entre 1770 y 1771, al administrador de Temporalidades de San Miguel de Tucumán, Pedro Collante (AHT Secc. Administrativa Vol. V folio 409-414), una serie de productos y ayudas: aguardiente (para uso medicinal), indumentaria, insumos como hierro, algodón, yerba, tabaco y papel. Además, solicitò  el pago a peones,   capataces, y  al ministro cura y vicario de las doctrinas de Marapa Don Alonso de Frías, quien se ocupó del entierro, entre 1767 y 1769, de  35 esclavos fallecidos.
Las Tierras de la Estancia de San Ignacio
La Estancia de San Ignacio comprendía de 18 a  20 leguas de ancho por otras tantas de largo, fue subdividida luego en parcelas para su venta, la cual se hizo efectiva a través de la Junta de Municipal de Temporalidades de la ciudad de Santiago del Estero, que subastó las tierras en pública almoneda en esa ciudad, luego de ser tasadas por funcionarios nombrados por las autoridades municipales.
Al final de las gestión de la administración de San Ignacio por parte de Pedro López de Urmendía, en 1784 se envió un memorial al presidente de la Junta Municipal de Temporalidades, Antonio García de Villegas, en el se detallan las existencias hasta esa fecha, de los potreros, puestos y tierras enajenadas por la administración de la temporalidades, como así también el ganado existente en 1784
De las tierras vendidas, se menciona la parte sur del casco de San Ignacio, una legua y media, de las cuatro que componían el originario casco, adquirida al contado por el vecino de la jurisdicción Isidro Correa.
La Ceja del monte, vendida a crédito a Pedro Eracrio López Gramajo, vecino del paraje de San Ignacio, hijo del administrador Pedro López de Urmendía.
El monte redondo, distante tres legua del casco, sin venderse en 1784.
El Pozo Hondo, campo abajo del Monte Redondo, se vendió una legua y media, sin agua, en cincuenta pesos a Isidro Correa, al contado.
Yanima y La Soledad fue vendida a Antonio Gómez. Este último puesto, no fue pagado su importe, porque la escritura no fue entregada por las autoridades de las temporalidades de Santiago del Estero.
El puesto de la Invernada, ubicado sobre el río Marapa, vendido al Sargento Mayor Juan Clemente Santillán, por el importe de cuatrocientos pesos. En 1781, el protector de naturales de San Miguel de Tucumán, Luis Aguilar, atendió el reclamo del alcalde del pueblo de Marapa el indio Nicolás, que ocupaba el puesto de la Invernada, aduciendo que desde tiempos inmemoriales dicho pueblo ocupaba las tierras, y que el procurador de San Ignacio, padre Requera hacía treinta o cuarenta años atrás había reconocido, por intervención del cabildo de San Miguel de Tucumán, el protector de naturales y un vecino encomendero, una legua de tierras a todos vientos de la otra banda del río Marapa.
La Junta Municipal de Santiago del Estero, comisionó en 1783, al administrador de San Ignacio, Pedro López de Urmendía para que diera posesión a Juan Clemente Santillán, desalojando al indio Nicolás y su familia, considerado intruso, al no demostrar su legítima posesión, por no presentar título alguno de propiedad, luego de esto la Junta Municipal de Temporalidades de Santiago del Estero, hizo efectivo el cobro de la venta del puesto de la Invernada, en 1787.
Además de las tierras del puesto de la Invernada, Juan Clemente Santillán adquirió las sobras de dichas tierras río abajo, con una superficie de media o una legua, según declara López de Urmendía, tierras que fueron tomadas en posesión sin conflicto inmediatamente.
Sobre el río de Marapa, Félix Mariano Herrera, cuñado de Juan Clemente Santillán, adquirió una legua de  tierras, pagadas a dos años de plazo.
El puesto de los Chañares Lagos (cercano al río), fue vendido a Juan Vicente Herrera, de una legua de superficie, distante 6 leguas del casco , que hasta  1784 no se tenía constancia del pago del importe de la compra.
Las estanzuelas de Namitala y Tacoraco fueron vendidas a plazo a Sebastián Álvarez.
Es puesto de San Francisco fue reducido en su superficie, por la Ilustre Junta de Temporalidades. Estas tierras fueron agregadas al puesto de  Quimilpa, que fue vendido a Patricio Lobo Meleres. Debido a la reducción de superficie de tierras, San Francisco, según, López de Urmendia, debía ser retasado, para que ese nuevo precio, esté de acuerdo con el precio de un puesto mucho más pequeño. Además manifestaba la necesidad que la Junta Municipal de Santiago del Estero, mandara una comisión para establecer la cantidad de Ganado existente en dicho puesto, perteneciente a las Temporalidades.
El puesto de Guacra, inmediato a San Francisco, no se había vendido en 1784.
El Potrero de la Viña, inmediato a Guacra, fue vendido a plazo, una tercera parte de su superficie, a Lucas Córdoba, funcionario tasador de la Junta Municipal de Temporalidades de  San Miguel de Tucumán. Este había fallecido poco después de la compra y sus herederos no pagaron el saldo del capital por lo que dicho potrero pasó a las Temporalidades.
El potrero del Duraznillo, fue vendido la mitad de su superficie, al capitán Ventura Salas Yanze, al precio de su tasación a crédito otorgado por la Junta de Temporalidades, el cual fue pagado hasta en un plazo de dos años.
La tercera parte del Duraznillo, fue vendida dinero al contado, al señor don Claudio Mayorga, al precio de la tasación realizada por las Temporalidades.
El puesto de Quimilpa, inmediato al Duraznillo, fue vendido a Patricio Lobo Meleres, al contado y en 1784 estaba en poder del doctor Juan Santos Porcelo.
El Pozo del Chañar, sobras de Quimilpa, fue tasado en una segunda mensura. En ciudad de Santiago del Estero, en la subasta de estas tierras, Patricio Lobo Meleres compró dichas tierras al contado.
El potrero de Cochuna, 18 leguas de San Ignacio fue vendido a crédito otorgado por las Temporalidades a Antonio Sánchez de la Torre, que en 1784 no había pagado dichas tierras. Las parcelas llamadas la Calera y Quebrachos, en la falta caída del potrero, no fueron vendidas en 1784.
El valle El Rosario que formaba parte de Gualcoma fue vendido media legua al sur, al señor Pedro Eracrio López, el cual pagó al contado según lo estipulado por el precio de la tasación.
El valle de San Antonio también parte de Gualcoma, fue fraccionado en tres parcelas más pequeñas que fueron vendidas: al Capitán Pedro Ortega, media legua al contado; otra media legua a Pedro Pablo Cardozo, también al contado y tres cuartas leguas más, a Pedro Ortega. La parte norte en dirección a Gualcoma .
En 1784, Gualcoma no había sido vendida por las Temporalidades de Santiago del Estero.
El Potrerillo distante del casco de San Ignacio, casi 6 leguas se vendió al Capitán Isidro Correa, tres leguas y media. Este comprador en 1784, no había pagado el precio de dichas tierras, tasadas por las Temporalidades , por lo cual no se le había dado posesión ni se había realizado mensura correspondiente.
De las veintitres propiedades mencionadas en el documento de  1784, elaborado por el administrador Pedro López de Urmendia, solo quedaron sin venderse: Monte Redondo, Puesto San Francisco, Guacra, una parte del potrero del Duraznillo (20% de la superficie), el potrero de Cochuna (66% de la superficie), Calera y Quebrachos y la parte norte del potrero de Gualcoma.
La mayoría de las parcelas de la estancia de San Ignacio de La Cocha, fueron vendidas al contado (11 de las 23), el resto fueron rematadas a crédito otorgado por las Temporalidades, con plazos de dos o más años.
Algunas propiedades tuvieron conflictos con la comunidades de pueblos originarios, asentados en tierras pertenecientes a San Ignacio, como la Invernada, otras tuvieron que ser retasadas, por la reducción que hizo las Temporalidades de su superficie, por lo que su valor disminuyó con respecto al precio de la primera tasación, tal es el caso del puesto de San Francisco.
La Estancia de  San Ignacio de la Cocha paso de ser propiedad perteneciente a la Compañía de Jesús, tierras que tenían un carácter comunal, a ser propiedades de particulares, que en muchos casos , estaban vinculados a la administración de Temporalidades, como Pedro Eracrio López Gramajo, hijo del propio administrador, Pedro López de Urmendía. Los compradores eran en muchos casos funcionarios que ostentaban grados militares, como Isidro Correa, Ventura Salas Yanze, Pedro Ortega, con grados de capitán,  y el Sargento Mayor Juan Clemente Santillán, todos vinculades al estado que en muchos casos contaron con el privilegio de posecionarse de las tierras, a través de un medio que era el crédito, que otorgó la Junta Municipal de Temporalidades, de Santiago del Estero. No fue difícil el pago de las propiedades ,ya que las mismas fueron tasadas a precios bajos y muchas parcelas contaban con ganado cuya venta facilitaría el pago de la propiedad, solo la Viña, adquirida por Lucas Córdoba, volvió a la Temporalidades, al fallecer su comprador, y no poderla pagar sus herederos.
Los compradores de las parcelas de San Ignacio que ocuparon cargos en el Cabildo de San Miguel de Tucumán, fue Lucas Cordoba, natural de Córdoba, alcalde ordinario de segundo voto en 1760, y luego tasador de temporalidades de San Miguel de Tucumán. Antonio Gómez, fue juez pedáneo de Los Sauces en 1773, Juan Clemente Santillán ocupó el cargo de Alcalde de Santa Hermandad en 1767 y 1778, este era natural de Santiago del Estero.
El administrador de San Ignacio, ocupó el cargo de juez pedáneo de San Ignacio  1776.
El señor Sebastián Álvarez comprador de Tacoraco y Namitala, era de origen lusitano y vivió hasta sus últimos años en Namitala

Parcelas pertenecientes a la estancia Jesuítica de San Ignacio (según Razón y Cuenta de 1784). 

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