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lunes, 25 de julio de 2022

CRÓNICAS DEL VIEJO TUCUMÁN: PAUL GROUSSAC Y SU BIÓGRAFO TUCUMANO

Dr. José María Posse

Abogado/ Escritor/ Historiador

La reciente distinción por parte de la Alianza Francesa al director de La Gaceta, Dr. Daniel Dessein, que lleva el nombre de Paul Groussac, hizo renacer en muchos la curiosidad por conocer más acerca de éste francés, que se convirtió en uno de lo pilares formativos de la Argentina del Siglo XIX.



Las letras y la cultura argentina en general, y Tucumán en particular, deben páginas de gloria a la labor de Paul Groussac, una de las plumas más mordaces que conoció el periodismo y la literatura de nuestro país. Testigo de la etapa de formación institucional de su patria adoptiva, trató íntimamente a los más destacados protagonistas de la época.

De sus largos años tucumanos, en la cátedra del Colegio Nacional, y luego como director de la Escuela Normal, quedan huellas perennes que por desgracia, las generaciones actuales prácticamente desconocen: El “Ensayo Histórico sobre el Tucumán” como así también la “Memoria  Histórica y Descriptiva de 1881”, son obras fundamentales para el conocimiento de nuestra provincia. Asimismo su celebrada novela “Fruto Vedado”  transcurre, en gran parte, con el telón de fondo de la aldea tucumana que él mismo conoció y en el que apenas se disimulan los rasgos autobiográficos del francés.

Su amistad con Pedro Goyena, con José Manuel Estrada o con el mismo Nicolás Avellaneda, le abrieron las puertas de la Gran Aldea, donde al poco andar ya era respetado por su estilo cáustico, su vasta cultura de autodidacta y su fina inteligencia para juzgar a los hombres y sus circunstancias.

En su libro “Los que pasaban”, efectuó una extraordinaria radiografía de las principales personalidades de la  Generación del 80. Son memorables sus pinturas sobre Carlos Pellegrini, Roque Sáenz Peña o Sarmiento, para nombrar sólo algunos; son piezas descriptivas únicas, artículos pletóricos de perspicacias, matizadas por una afilada ironía de la que no se exceptuaron sus amigos más cercanos y queridos.

Periodista polémico, fue director del “Sud América” y de “Le Courrier Français”, además de colaborar con los más prestigiosos periódicos de Buenos aires y de Paris. Entre sus obras principales, además de las citadas, están: “Del plata Al Niágara”, los dos tomos de “El viaje Intelectual” y “Santiago de Liniers”.

Su titánica tarea al frente de la Biblioteca Nacionaldurante más de cincuenta años resultó fundamental para el basamento mismo de ésta prestigiosa institución. Desde allí ejerció “una temible vigilancia sobre todo lo que producían los historiadores y literatos argentinos”.

Su más completa biografía:

Todo lo anteriormente expresado bastaría para encarar una biografía erudita, pero hay más: En Gruossac habitaba una personalidad descollante, al decir de Borges: “Es evidente que hubo en Paul Groussac otra cosa que las reprensiones del profesor, que la santa cólera de la inteligencia ante la ineptitud aclamada. Hubo un placer desinteresado en el desdén”…

Con esta nada maleable argamasa, comienza el Dr. Carlos Páez de la Torre el impecable andamiaje de su libro libro “La Cólera de la inteligencia, una vida de Paul Groussac”, macerado por el autor durante más de treinta años, de búsqueda incesante, de consultas y descubrimientos. Paul Groussac debe haberse vuelto íntimo de su biógrafo quién le dedicó eternas horas de admiración por su genialidad y por su obra. Todo ello brota al sólo andar de los primeros capítulos en donde el biografiado encuentra un catalizador válido en el autor, quien nos enseña la fibra íntima del escritor.

Páez de la Torre nos da en éste libro, una categórica lección de cómo debe construirse una biografía histórica. No hay en ella una panegírica exaltación del biografiado, ni detalles “menudos” o de mal gusto que tanto exaltan los modernos “historiadores de novelas de bolsillo”. Por el contrario es una obra trabajada con el estricto rigor científico de un catedrático de fuste y de un escritor exquisito. No existe un calificativo de más ni una palabra de menos, en un equilibrio idiomático admirable.

El libro atrapa tanto al lector profano como al erudito por igual, su lectura es rica y esclarecedora. La estructura cronológica facilita la comprensión del personaje trashumante, quién recorre variados escenarios en su dilatada vida.

Si bien es el autor quien relata, en algún momento se puede percibir el eco de la voz del propio Groussac, gracias al logrado recurso de intercalar en el relato, sutiles pinceladas de la prosa del escritor, en frases “escogidas” sabiamente por Páez de la Torre.

EL EDUCADOR

La historia misma es apasionante, como lo fue la vida de éste Francés, quién desembarcó en nuestro país a los 18 años, apenas balbuceando el idioma, del cual años más tarde llegó a ser un indiscutido maestro.

Su genio académico, plasmado en innumerables escritos, puede reflejarse palmariamente en una de sus medulosas exposiciones en el Congreso Pedagógico Internacional de 1882. Era por entonces, director de la Escuela Normal de Tucumán.

Su tema general era “El estado actual de la educación en la  República Argentina: sus causas, su remedio”. Insistió sobre todo en la misión humana de la educación. En el tramo final, subrayó que la creía “el Norte de todos nuestros esfuerzos”. Esto porque “el gran problema social y político de este país, como de sus vecinos, es más difícil y más glorioso que el de los Estados europeos, donde la raza está unificada, y que el de los Estados Unidos, donde las razas indígenas han sido sacrificadas”.

   Los pueblos sudamericanos “han aceptado el problema en toda su magnitud: quieren incorporar a la civilización las clases o razas desheredadas”. Entonces, decía, corresponde a “nosotros, los educadores, hacer la verdadera democracia. En nuestras aulas, modestas o lujosas, admitimos al hijo del pobre trabajador, sea cual fuere su matiz y le sentamos al lado del hijo del rico, del patricio de ayer”. “Y si después de algunos años, el primero es mejor que el segundo, le inspiramos, por el solo hecho del hábito inoculado, un sentimiento de su dignidad, de su valor moral, que ninguna iniquidad de la fortuna logrará destruir completamente”.

   Así, “nosotros borramos la maldición recaída en la posteridad de Cam y reemplazamos la sentencia dolorosa del Antiguo Testamento, con la palabra reparadora del Nuevo: ¡A cada uno según sus obras!”

Como se advierte palmariamente, el problema de entonces, es muy similar al problema que padecemos los argentinos de hoy, y es el problema cultural. Crisis de identidad, de falta de valores, de respeto a las instituciones; falta de austeridad republicana, desconocimiento de la ética y también debe decirse: de la estética elemental en el ejercicio de la cosa pública. Todo ello señalaba Groussac, de manera nada sutil a principios del siglo pasado.

EL PERIODISTA

La historia del periodismo, y Groussac fue acaso uno de nuestros primeros grandes periodistas, es la de hombres que no claudicaron en relatar los acontecimientos y pareceres, enrostrando errores al poderoso y revelando verdades que a veces duelen, pero deben expresarse como forma de evolucionar hacia un ideal de Estado, que a todos nos contenga de manera equitativa, terminando con odiosos privilegios y ruindades.

Son pocas las voces independientes, contados los valientes, que como nuestros gauchos y granaderos en tiempos de la independencia, cargan lanza en ristre contra el enemigo común, en salvaguarda de nuestros derechos y dignidad ciudadana. Paul Groussac fue un verdadero quijote en su época, arremetiendo contra los gigantes, reprochándoles sus errores y mostrándoles un camino alternativo.

LA   CARICATURA DE CAO

La distinción otorgada por primera vez por la prestigiosa Alianza Francesa al Dr. Dessein, nos retrotrae a la famosa Caricatura de CAO, sobre Paul Groussac, en la Revista Caras y Caretas del 23 de junio del 1900. Que por cierto aparece también en la tapa del libro que le dedica el Dr. Páez de la Torre.

Es un gallo, símbolo de esa Francia combativa, valiente hasta el grado de la temeridad de cambiar el mundo con su Revolución e ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Esa Francia que luchó sola contra las monarquías de toda Europa, tratando de imponer un orden más justo. Esa Francia que dio hombres y mujeres, científicos y pensadores que cambiaron el rumbo de la humanidad y que nos han legado obras arquitectónicas y artísticas de inigualable belleza; como la belleza de ese noble animal, cuyo plumaje vistoso y orgulloso andar, de alguna manera nos demuestra desde su altanero andar, que nos debemos más, que nunca seremos pequeños, cuando nuestro sueños sean grandes.

La cabeza, es la de Paul Groussac, un hombre de rasgos interesantes, de mirada penetrante, de quijada fuerte, para que de su boca salieran mil verdades, que dolieran de ser necesario, pero esenciales para instar a cambios radicales.

En la Argentina germinal en la que Paul Groussac desarrolló su ministerio educativo y periodístico, estaba todo por hacerse. Pero él sabía que, como la gota constante orada la piedra, la verdad y la justicia de las cosas siempre termina flotando, como ley natural que indefectiblemente se cumple.


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