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jueves, 14 de noviembre de 2019

Gregorio Aráoz de Lamadrid, el primer comando argentino

Fue un guerrero incansable que gobernó varias veces Tucumán. Con tan solo 16 años, sobresalió en la batalla de Tucumán y, 40 años después, también lo hizo en la batalla de Caseros.


Se cumplen 202 años de la exitosa campaña de Aráoz de Lamadrid, durante de la Guerra de la Independencia. Su personalidad podría resumirse en dos cualidades: valor y coraje. Y fueron estas características las que lo llevaron a distinguirse ante los ojos del general Belgrano, que lo transformó en uno de sus comandantes favoritos.

Durante la Guerra de la Independencia, su fama se consolidó cuando en 1817, Belgrano le encomendó una audaz misión en la retaguardia realista. En aquella época, la situación de los patriotas era muy delicada, el ejército realista del Perú iniciaba una nueva ofensiva sobre Salta, ahora comandado por el general de la Serna y reforzado con 6.500 soldados peninsulares, veteranos de las guerras napoleónicas. En Mendoza, el grueso del ejército de los Andes marchaba hacia Chile. El Directorio tenía puestas todas sus esperanzas y recursos en esta campaña, mientras reclama al ejército del Norte una estrategia de contención al avance realista, pero sin asignarle ningún recurso.

A fines de 1816, el ejército del Norte, al mando nuevamente de Belgrano, no estaba en condiciones de emprender acciones ofensivas de importancia. Salta y Jujuy seguían defendidas por Güemes y sus gauchos, sin embargo a comienzo de 1817, las guerrillas altoperuanas estaban seriamente comprometidas por la presión realista, las muertes de Muñecas, Padilla y Warnes habían dejado claro que eran difíciles de cubrir, pese a que otros caudillos seguían en la lucha. Conocidas estas graves circunstancias, Belgrano desde Tucumán concibió una original operación para intentar un nuevo apoyo a esos esforzados patriotas.

Lamadrid, en sus memorias, describe la idea del plan de Belgrano: “...convencido el General Belgrano del próximo ataque que le preparaba el general De la Serna con fuerzas muy superiores a las suyas, proyectó exponer 300 hombres, lanzándoles a la retaguardia del ejército español con la idea de sublevarle los pueblos de la retaguardia y libertarse por este medio de un ataque que le era en extremo desventajoso, por cuanto carecía en aquellas circunstancias de todos los auxilios que le eran preciso...”.

Belgrano debía dar una respuesta a las acciones de los realistas que le permitiera ganar tiempo a su ejército, para estar en condiciones de presentar batalla y evitar que sucumbieran las provincias norteñas, permitir a San Martín embarcarse en su empresa sin contratiempos y apoyar los movimientos revolucionarios del Alto Perú con acciones reales y hechos concretos. Fue en este contexto que gestó y planificó esta típica operación de comandos, que hoy se conoce como interdicción, que tenía el propósito de restringir y/o impedir los desplazamientos realistas en el Alto Perú, cortar sus comunicaciones, creándoles graves inconvenientes en los gobiernos locales.

En charla previa con Belgrano, Lamadrid había arreglado todo para salir tan pronto como estuviesen listos 300 buenos caballos herrados de pies y manos y 600 mulas, la división se formó con tres compañías de Infantería de 50 hombres cada una de los regimientos 2, 3 y 9, más 2 piezas de artillería ligera. Además, se agregaron 50 milicianos de Tucumán, tomados de los peladitos de Famaillá, uno de los cuerpos más decididos de dichas milicias.

El 18 de marzo de 1817, partió la división por los Valles Calchaquíes y la Puna para rodear la fuerza principal de De la Serna que venía bajando por la Quebrada de Humahuaca en dirección a la ciudad de Salta. Lamadrid no se ajustó a las instrucciones recibidas para llegar a Oruro y desde Abrapampa se dirigió a Tarija, la cual sitió y conquistó el 15 de abril. La noticia de la rendición se expandió como reguero, levantó los ánimos de los caudillos de las republiquetas y cayó como un rayo en el campo realista; él había obtenido la sorpresa esperada y producía una seria amenaza en la retaguardia al ejército realista estacionado en Salta, Belgrano había logrado el efecto que buscaba.

Hasta aquí, la operación cumplía con lo esperado, pero a partir de allí, Lamadrid redobló la apuesta y se empeñó en sitiar y atacar la importante ciudad de Chuquisaca, donde finalmente fue rechazado. Luego, se dirigió a Tarabuco, desgastando así las guerrillas de indios con que habían contribuido los caudillos altoperuanos.

La presión del ejército realista que había emprendido el regreso desde Salta, obligó a Lamadrid a replegarse hasta Orán donde recibió la orden de volver a Tucumán. Luego de dejar burlado a los realistas pasando entre sus divisiones, emprendió una penosa marcha de regreso por el Chaco Salteño, que tuvo mil penalidades y contratiempos, sin caballos, tuvieron que marchar con sus monturas al hombro, hambrientos, sedientos y abriéndose paso con sus sables por entre los montes espinosos.

Para fines de diciembre de 1817, la expedición llegaba a su fin, el arribo de la división era esperado por todo el ejército del Norte en las afueras de la ciudad de Tucumán y el General Belgrano salió a recibirlo con todo su Estado Mayor, el gobernador de la provincia y gran parte de la ciudad. Así nos relata Lamadrid lo acontecido: “...Nuestro digno general, ahogada su voz por lágrimas de complacencia, felicitó a toda la división, a su jefe y oficiales”.

Después de 10 largos meses de campaña, la operación concluía exitosamente, el objetivo que buscaba Belgrano se había cumplido, obteniendo el tiempo necesario para rearmar su ejército y sosteniendo esta frontera en el norte le daba la tranquilidad necesaria al General San Martín para continuar operando en Chile.

Si bien no podemos juzgar con los nombres actuales las acciones militares pasadas, sin duda el General Belgrano concibió este tipo de operación especial y lo que es más importante, la puso en práctica, para lo cual eligió al hombre más indicado para la acción como lo era Lamadrid, que con su impetuoso coraje la convirtió en una operación eficaz.

Durante la guerra por la independencia, podríamos referir cientos de hechos y relacionarlos con operaciones de tropas especiales como golpes de mano, emboscadas, bloqueos de vías de comunicación, infiltraciones, pero en realidad estaríamos hablando de tácticas que podían ser llevadas a cabo por las tropas de línea de entonces.

Pero cuando dichas acciones se llevan a cabo 1.000 km. detrás de las líneas enemigas, en territorio hostil, sin apoyo logístico y respondiendo al más alto nivel de la conducción estratégica, entonces sí podríamos asegurar que por la importancia asignada a esta operación y su relevancia en todo sentido fue la primera operación especial llevada a cabo por elementos orgánicos del Ejército Argentino con un fin netamente estratégico y político.

Soldados: ¡Hoy hace más de nueve meses que nuestro digno general, distinguiéndonos con su confianza, nos mandó nada menos que doscientas leguas [1.000 km] a retaguardia del poderoso ejército español! El objeto de nuestro general era fiar a nuestro arrojo la importante comisión de llamar sobre nosotros al ejército enemigo, por nuestros hechos audaces a su espalda, para así salvar el nuestro, que carecía de los elementos y la fuerza necesaria para resistirlo...”, Arenga de Lamadrid a sus hombres al finalizar la operación ordenada por Belgrano.

Fuente: tn.com.ar por (*) El teniente coronel de Infantería Patricio Justo del Niño Jesús Trejo es Oficial de Estado Mayor del Ejército Argentino, Magister en Historia Militar, licenciado en Estrategia y Organización y miembro titular del IIIer y IV Congreso Internacional de Historia Militar.

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