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viernes, 23 de agosto de 2019

El Éxodo Jujeño

Tambores de guerra de agitan en el norte


En 1812 Manuel Belgrano, al mando de los restos del Ejército del Norte, marchaba en retirada desde Jujuy con rumbo a Córdoba, con la orden del Triunvirato porteño de abandonar las provincias arribeñas (incluido el Alto Perú), a la ira de los realistas. Para Buenos Aires, asediada por los artiguistas, la única preocupación era formar un fuerte ejército en Córdoba para evitar su caída.

El general Manuel Belgrano ordenó al pueblo jujeño, a hacer abandono de sus posesiones y quemar todo aquello que no pudiera transportarse. La estrategia era dejar “tierra arrasada” a los realistas y así retrasar su avance ante la falta de suministros. El 29 de julio en un terrible bando militar ordenaba que todos los habitantes se unieran al ejército llevando cuantas armas de fuego y blancas tuvieran en su poder, además de todos sus ganados vacunos, caballares, mulares y lanares, hasta los charquis debían ser sacados de los campos y llevados con los soldados. Los comerciantes debían embalar sus mercaderías y remitirlas a Tucumán. Las sanciones eran severísimas. Todo aquél que se encontrara fuera de las avanzadas del ejército o intentara franquearlas sin pasaporte, sería fusilado en el acto, “sin forma alguna de proceso”. Igual pena se destinaba para quién “por sus conversaciones o por hechos, atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese”. También se fusilaría a “los que inspirasen desaliento”, con solo la declaración de dos testigos e igualmente serían tenido por traidores, “todos los que a mi primera orden no estuviesen prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad” .


Claro que las reacciones no se hicieron esperar. El primero de agosto de 1812: Belgrano contestó al Teniente de Gobernador de Salta que, a pesar de ofrecer colaboración, deseaba la atenuación del bando del éxodo: "... Mi bando se ha de cumplir con la mayor exactitud posible; yo no oigo los clamores de los particulares, sino el bien general de La Patria, y éste es el que me ha obligado a dictarlo: el amor patriótico debe hacer callar los lamentos y vencer los imposibles mismos; mis medidas están tomadas y ellas se han de llevar a cabo sin réplica ni excusa "

La situación era crítica, el comandante realista Pío Tristán, enviado del teniente general José Manuel de Goyeneche, encabezaba una fuerza militar punitiva que avanzaba sometiendo cada ciudad y población importante. A su paso iba ajusticiando de manera cruel a los líderes revolucionarios y empujando a sus familias a la miseria. Las cabezas en lo alto de picas sangrientas en las principales plazas, altoperuanos, así lo atestiguaban.


El 4 de agosto de 1812 Manuel Belgrano desde Jujuy, informó al gobierno sobre lo ocurrido el 27 de mayo de 1812, en Cochabamba, en dónde el propio Goyeneche después de vencer en la batalla de Pocona, atacó la ciudad. En ella fueron principalmente mujeres las que se atrincheraron en la punta de la colina de San Sebastián, en el lugar conocido como “La Coronilla”, a unos 1400 metros del centro de Cochabamba. Allí los soldados realistas las masacraron, luego de una sangrienta lucha. En ese informe Belgrano manifestó que desde ese día, en su campamento: "Todas las noches, a la hora de la lista, un oficial de cada cuerpo militar preguntaba en alta voz: “¿Están presentes las mujeres de Cochabamba?”. Y otro oficial respondía: “Gloria a Dios, han muerto todas por la patria en el campo del honor”… ¡Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras!

En aquel contexto de desesperación generalizada, la orden de Manuel Belgrano era terminante y debía cumplirse sin réplica alguna. Los jujeños, en su forzado éxodo, habían sido obligados por las circunstancias y marchaban habiendo abandonado sus posesiones más preciadas. Acompañaban en jornadas extenuantes a su general, siendo picados en su retaguardia por el ejército español, el que a duras penas fue repelido en el Combate de la Piedras, paraje del territorio salteño, donde un grupo de Decididos de Jujuy y Salta, comandados por Díaz Vélez, demostraron que los Godos no eran invencibles.

Fuente: Bernabé Aráoz, el Tucumano de la Independencia. - José María Posse. 2018.

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