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domingo, 21 de julio de 2019

Quién era Adolphe Gérard, el último amigo de San Martín

Entre las amistades más conocidas (y leales) del general José Francisco de San Martín podemos citar, entre otras, a Tomás Guido, Gregorio "Goyo" Gómez, Bernardo O´Higgins, con quienes tuvo trato personal y epistolar a lo largo de su vida tanto en América como en Europa, sin olvidar a su benefactor Alejandro Aguado, el hombre más rico del Viejo Continente y su vecino en Grand Bourg, o el grupo de diplomáticos y emigrados chilenos que acompañó su exilio voluntario en Bruselas y París (No olvidemos, como bien dice Carlos A. Guzmán: "San Martín es, de nuestros personajes históricos, el de las grandes amistades; lo prueba su numerosa y autobiográfica correspondencia"). Sin embargo, esta nota tiene la intención de hacer foco en una de sus amistades menos conocidas y, tal vez por eso más significativa, la final en la ilustre vida del prócer.


En 1848 el movimiento revolucionario francés que instituyó la segunda república y ante la posiblidad de disturbios y turbulencias en las calles de París, llevó a la familia del Libertador a planear su mudanza a una localidad costera que les permitiera acceder con rapidez a un barco que los trasladase a Inglaterra por si las cosas se tornaran violentas en Francia.

El lugar elegido fue Boulogne Sur Mer, villa cercana al Paso de Calais y a siete horas de París por el "camino de fierro" adonde llegó el grupo familiar —el General, su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y sus dos nietas María Mercedes y Josefa Dominga (Pepita) — a mediados de 1848. En fecha incierta, posiblemente a fines de ese año o principios de 1849 alquilaron el segundo piso de la propiedad del 105 de la Grand Rue cuyo dueño era Henry Adolphe Gérard, que vivía con su familia en el piso inferior y tenía su estudio en la planta baja. La propiedad había sido adquirida por Gérard poco tiempo antes y reconstruída y terminada en 1848.

Gérard era abogado y vecino de gran notoriedad, se desempeñó además como secretario de la Cámara de Comercio, bibliotecario de la ciudad y periodista. Fue redactor del periódico L'Annotateur. Fue también un infatigable promotor en la realización de obras de desarrollo para su ciudad. Casado en 1836 con Adèle Cary, hija de un ex soldado del imperio francés, fundador de una escuela para trescientos alumnos. El matrimonio contaba con tres hijos varones al momento de la llegada de San Martín.

Allí nació la amistad entre el joven y culto propietario y el viejo guerrero sudamericano, pródiga en atenciones para con San Martín que se ganó el respeto y el cariño de todos los miembros de la  familia francesa. Tal es así que años después, en 1909, en ocasión de la inauguración de la estatua ecuestre en la costanera de Boulogne Sur Mer, dirá Víctor, el menor de los hijos de Gérard: "He tenido la buena suerte de conocer a ese noble anciano y a su familia en mi infancia, y he conservado de él y de los suyos un recuerdo conmovedor, pues su afabilidad igualaba a su grandeza".

Durante 1849 la ya endeble salud del Libertador se agravó de sobremanera; a la operación de cataratas a la que debió someterse (sin éxito), se agregó un nuevo contagio del cólera, que ya había sufrido en 1832, lo que agravó aún más sus dolencias gástricas que lo acompañaron desde siempre. La pérdida parcial de la visión le impedía realizar una de sus pasiones, la lectura, como también escribir, por lo que se valía "de mano ajena" según sus propias palabras. En los meses que permaneció San Martín en la casa de Gérard tuvieron relación cercana, conversando en francés sobre la situación política y podemos suponer al amigo Adolphe leyéndole al Gran Capitán los periódicos locales.

El adiós

Como es sabido, el sábado 17 de agosto de 1850 a las tres de la tarde, se produjo el fallecimiento del Gran Capitán, a su lado estaban su hija, su yerno, el doctor Jordán y el encargado de negocios de Chile en Francia, Francisco Javier Rosales.

Con motivo del fallecimiento del Libertador, Gérard escribió afectuosamente a la familia Balcarce: "Solo me resta decirle nuevamente con el corazón oprimido, la inmensa aflicción que mi esposa y yo mismo sentimos, y que vosotros habéis tenido. Estamos muy orgullosos de la presencia bajo nuestro techo de ese anciano de tan noble carácter. Para nosotros, esta casa estaba con él aureolada y su desaparición deja en ella un vacío que afecta también nuestras almas, y que no se completará fácilmente".

Gérard acompañó y colaboró con la familia en las gestiones posteriores al deceso, tal es así que el día domingo 18, a las 11 horas, se dirigió en compañía del señor Rosales a la alcaldía de la ciudad para notificar el triste suceso, y a presentar una solicitud de autorización a efectos de depositar provisoriamente los restos embalsamados del ilustre General en la cripta subterránea de la Iglesia de Notre Dame. Suponemos que dicha nota, redactada desde luego en francés, fue de autoría de Gérard, solamente rubricada por Rosales y que como vecino influyente agilizara los engorrosos trámites. A su vez, ambos fueron firmantes en calidad de testigos y declarantes en el acta de defunción número 436 en la que consta el fallecimiento del general San Martín.

En virtud de la cláusula cuarta de su testamento, San Martín prohibió que se le haga ningún género de funeral; no obstante, se hizo uno muy discreto, siendo partícipe el señor Gérard, quien, además, el mismo día del funeral (20 de agosto) envió al cobrador de la Oficina de Beneficencia una donación de cuatrocientos francos para los pobres de la ciudad de parte de la familia del ilustre difunto.

La actividad de Gérard no se quedó allí, ya que escribió una extensa nota necrológica sobre el general San Martín, cuya publicación se concretó en el número 121 del periódico L´Imparcial de Boulogne Sur Mer, del 22 de agosto de 1850, en donde repasó su notable trayectoria y lo describió: "El señor de San Martín era un bello anciano, de una alta estatura que ni la edad, ni las fatigas, ni los dolores físicos habían podido curvar. Sus rasgos eran expresivos y simpáticos; su mirada penetrante y viva; sus modales llenos de afabilidad; su instrucción, una de las más extendidas; sabía y hablaba con igual facilidad el francés, el inglés y el italiano, y había leído todo lo que se puede leer". En su extensa necrológica, Gérard dio detalles de la vida pública del Gran Capitán que debió conocerlos de su voz por la claridad y la exactitud con que los expresa, sobre todo en episodios de la historia sanmartiniana que no se encuentran documentados.

A este respecto, dirá Mariano Balcarce en carta escrita el día 7 de septiembre a don Manuel Guerrico: "El propietario de la casa (Gérard), un abogado reputado de Boulogne, un hombre honesto, no contento con habernos prodigado atenciones durante los dos años que hemos vivido en su casa y haber manifestado un gran respeto y bondad a nuestro padre, nos ha demostrado que era un verdadero amigo allanando, gracias a su influencia, las dificultades de los penosos trámites que uno está obligado a hacer en estas desgraciadas circunstancias y honrando, además, la memoria del General San Martín, con un artículo periodístico que tengo el placer de enviarle, y en el cual demuestra que ha sabido aprovechar nuestra vida cotidiana para estudiar con una fidelidad admirable el noble carácter de aquel".

Como colofón, en una muestra más de la admiración que Gérard y su familia tuvieron para con San Martín y los suyos, en 1855, Adolphe Gérard y su esposa decidieron bautizar a su primera hija con el nombre de María Mercedes, evocando así a la hija y a la nieta mayor del Libertador.

En 1866, Gérard y familia dejaron la propiedad para mudarse al número 13 de la calle Du Temple. El último amigo de San martín murió en 1878, a los 72 años (a la misma edad que su amigo); fue sepultado, por rara coincidencia, muy cerca de la tumba del doctor Jordan, el médico que cerrara los ojos del más grande de los argentinos. El 5 de diciembre de 1882 sus herederos decidieron vender la propiedad, última morada del Libertador, al señor Francois Senlis, la que sería adquirida en abril de 1936 por la República Argentina.

De esta manera, es justo evocar al señor Adolphe Gérard, quien con su sincera amistad y admiración hizo más felices los últimos años del Padre de la Patria.

Fuente: Infobae - Por Martín Blanco y Roberto Colimodio

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