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lunes, 17 de diciembre de 2018

Juana Gabriela Moro una de las “espías de Belgrano”

Juana Moro nació el 26 de mayo de 1785 en San Salvador de Jujuy, hija del escribano, coronel de los Reales Ejércitos y funcionario español, Juan Antonio Moro Díaz y de Faustina Rosa de Aguirre Pondal, viuda de Francisco Sánchez Taibo, Juana se casó en octubre de 1802 con el coronel Jerónimo López, estableciéndose en la ciudad de Salta. Al iniciarse la guerra de la independencia adhirió fervientemente a la causa patriota. Ocupada su ciudad por las fuerzas realistas, en 1813 ante el avance de los ejércitos patriotas al mando de Manuel Belgrano, y en concurso con otras damas salteñas intentó conquistar para la causa patriota a algunos oficiales realistas.


En los prolegómenos de la batalla de Salta Juana consiguió que Juan José Feliciano Alejo Fernández Campero, marqués de Yavi, y varios de sus compañeros se comprometieran a abandonar las filas realistas el día de la batalla y a regresar a Perú y trabajar por la causa de la emancipación. Su casa, ubicada en la actual calle España 782 cerca de la de Martín Miguel de Güemes, debía ser punto de reunión de los fugados, siendo adecuada por su extensión (una cuadra) y por contar con dos frentes.
El 20 de febrero de 1813, durante la batalla de Salta, el marqués comandaba un ala del ejército de Pío Tristán y cumpliendo su compromiso decidió retirarse sin atacar huyendo por las lomas de Medeiros, el "movimiento retrógrado que hizo la caballería enemiga" que relata en su parte Belgrano que y que contribuyó en mucho al triunfo de las armas patriotas.

Tras vencer en Vilcapugio y Ayohuma el general realista Joaquín de la Pezuela ocupó la ciudad de Salta. Juana y María Loreto Sánchez Peón constituyeron una eficaz red de espionaje a la que contribuyeron mujeres de todos los rangos sociales.

El mismo Pezuela informaría al virrey del Perú en una comunicación interceptada por los patriotas que "Los gauchos nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial. A todo esto se agrega otra no menos perjudicial que es la de ser avisados por horas de nuestros movimientos y proyectos por medio de los habitantes de estas estancias y principalmente de las mujeres, cada una de ellas es una espía vigilante y puntual para transmitir las ocurrencias más diminutas de este Ejército."

Juana, humildemente vestida, se trasladaba a caballo espiando recursos y movimientos del enemigo. Sólo en una oportunidad fue apresada y obligada a cargar pesadas cadenas que no consiguieron que confesara o delatara a sus compañeros.

Pezuela, conociendo la actividad de Juana Moro, resolvió castigarla con la muerte para lo cual ordenó encerrarla en su casa y tapiar las aberturas. Su vecina, aunque realista, se compadeció y efectuó un boquete en la pared y le proveyó agua y alimentos hasta que los realistas fueron expulsados, salvándola de morir de inanición. Desde ese momento le quedó el mote de “la emparedada”.
Durante las siguientes invasiones, Juana Moro continuó actuando en apoyo de la Guerra gaucha pudiendo jactarse después de la guerra de la habilidad que supo emplear y de no haber sido jamás descubierta. Al igual que su amiga Loreto Sánchez Peón, disfrazada de gaucho o de viajera pasaba a caballo desde Salta a Oran o a Jujuy, ciudad ocupada por los realistas, llevando partes y trayendo noticias.

En una ocasión se disfrazó de coya y marchó por las quebradas en busca del general Juan Antonio Álvarez de Arenales para conocer la posición de su ejército ante las informaciones contradictorias que llegaban del frente. Pocos días después regresaba y se reunía con la esposa del general, la patriota Serafina de González Hoyos, informando a los patriotas que Arenales estaría en Salta al día siguiente desalojando a la guarnición realista. En esa oportunidad, la población entusiasmada pasearía a Juana por las calles de Salta.

Años después de finalizada la guerra y consolidada la independencia Argentina continuaría desempeñando un papel destacado en la sociedad salteña. Así, integró el grupo de damas salteñas que se dirigió al gobierno "lamentando la postergación a que se relega al sexo femenino al no permitírseles jurar la Constitución Nacional" (de 1853).

Tuvo al menos una hija, Serafina López Moro, y dos hijos, Ramón López Moro y el doctor Bernabé López (1808-1880), intendentes de Salta, ministro de gobierno de la provincia en dos oportunidades, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto en la presidencia de Justo José de Urquiza y uno de los principales gestores de la Liga del Norte contra Juan Manuel de Rosas

Fuente: Asociación Belgraniana de Morón

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