Las historias de embarcaciones del Tercer Reich que llegaron a nuestro país tras la derrota de Hitler han sido materia fértil para todo tiempo de leyendas. ¿Realidad o ficción?
Submarino nazi en Mar del Plata avistado en julio de 1945 |
Dice un viejo marino napolitano retirado que la costa marplatense amaneció fría y nublada aquella mañana del 10 de julio de 1945. Tras hacer memoria, recordó que ese día estaba pescando a unos kilómetros de la costa, cerca de las defensas antiaéreas que la Marina había reforzado enigmáticamente una semana antes. Y recuerda que fue en ese momento cuando una nave surgió inesperadamente de las profundidades, cerca del casco naranja de su bote, y comenzó a intercambiar mensajes con un reflector de luces con alguien en la base.
Unas horas después el submarino estaba amarrado en la base. Se trataba del U530, un sumergible nazi de la Clase VII de 76 metros de largo que por alguna razón había decidido entregarse en la Argentina. La guerra había acabado en el mes de abril y no tenía sentido la presencia de aquel "U-boote" a miles de kilómetros de Europa, el lugar en donde debía haberse rendido tras la caída del Tercer Reich unos meses antes.
Su capitán era un joven de 24 años llamado Otto Wermuth que se entregó vestido con su traje de gala. Casi ninguno de sus marineros y oficiales lo superaba en edad. Todos ellos fueron sometidos a un intenso interrogatorio en el que se les preguntó, ¿por qué habían elegido viajar a la Argentina para entregarse? ¿Dónde estaban los documentos, un bote de desembarco y los torpedos y cañones que debían haberse encontrado en la nave? Y la pregunta más incómoda: ¿habían transportado a Adolfo Hitler u otros altos funcionarios nazis en su viaje?
La ciudad de Mar del Plata tardó en reponerse a la sorpresa, mientras los marineros del U530 se recuperaban de su viaje en un improvisado campo de prisioneros armado en el parque de la base y comían papas y naranjas, un pedido especial del médico de la nave para evitar las consecuencias del escorbuto provocado por meses viviendo dentro de una vaina de metal sumergido.
Mientras esperaban que se resolviera el destino de la nave y su tripulación, el 17 de agosto volvió a sonar la alarma de la base. Otra vez, un submarino alemán pedía permiso para entregarse a las autoridades militares argentinas.
Esta vez se trataba del U977, un submarino clase VII comandado por el capitán Hans Schäffer, de 26 años. A diferencia del U530, el U977 conservaba todas sus armas y documentos. E incluso se veía que había sido pintado en los días anteriores, a diferencia del sumergible anterior que era una masa manchada de óxido y descuido.
Schäffer debió responder al mismo interrogatorio: ¿qué había llevado a su comandante a cruzar el Atlántico plagado de naves aliadas que buscaban submarinos rebeldes para hundirlos? ¿Habían llevado oficiales nazis o tesoros escapando de Europa? La falta de respuesta, hizo crecer aún más el misterio sobre la presencia de los dos submarinos nazis a casi cinco meses de la caída del bunker de Hitler en el centro de Berlín.
Y ese enigma se profundizaba más por nuevas denuncias por la presencia de submarinos navegando frente a la costa argentina y desembarcando cargas secretas durante la noche.
Al menos cuatro submarinos
Las evidencias sobre la presencia de submarinos extranjeros operando en las costas argentinas se habían acumulado mientras duró la guerra en Europa y siguieron tras la caída de Berlín en manos aliadas.
Las más antiguas indican el paso de naves frente a las costas de Villa Gesell en el año 1943. La Policía llegó a detener al pionero Carlos Gesell para interrogarlo sobre la existencia de un oleoducto precario que salía de sus propiedades y se adentraba en el mar. En Mar del Sur los administradores del principal hotel de la ciudad, debieron contestar preguntas similares por las señales de luz que provenían del mar y que algún empleado se encargaba de contestar desde la terraza del edificio. Más al sur, en un páramo de la costa rionegrina llamado Bahía Creek, Gisella Bochi de Paesani reportó a mediados de 1945 la aparición de un submarino en la región de Caleta de los Loros y el paso de camiones que partían desde la costa en las horas siguientes. También, la visita previa de un alemán que se dedicaba a recorrer la zona durante todo el día mientras observaba su brújula y tomaba notas. Luego se supo que era el fundador del club de andinismo de Bariloche y uno de los implicados en la recepción de criminales de guerra en la zona.
El fin de la guerra multiplicó las denuncias de submarinos y desembarcos. En la edición del 2 de junio, los diarios de Necochea informaron el hallazgo de un bote de goma abandonado en la costa, pero las autoridades no confirmaron la versión. El 27 del mismo mes, un reporte de la armada informa de la presencia de un submarino y un velero desde el que se le embarcaban provisiones frente al golfo de San Julián.
El 2 de Julio, un submarino fue avistado por vecinos de Claromecó, al sur de Tres Arroyos. El 17 de ese mismo mes y a 300 kilómetros de allí, un grupo de vecinos de San Clemente informó que un submarino emergió a cinco kilómetros de la costa y que tras permanecer un tiempo estático, puso proa en dirección al sur. El policía Pedro Longhi, informó haber visto la nave desde su puesto en Mar del Tuyú. Una semana antes se había entregado el U530 en Mar del Plata, por lo que se lanzó un alerta policial ante la evidente presencia de más sumergibles.
El 18 de julio, a 800 kilómetros al sur, la torpedera Mendoza detectó el periscopio de un submarino desconocido frente a las costas de San Antonio, Rio Negro, y comenzó una persecución de casi dos horas contra el sumergible al que le lanzó al menos ocho cargas de profundidad. Una flota completa de buques y aviones buscó al sumergible hasta el día 20. Al día siguiente, el ministro de la Marina, el almirante Héctor Vernengo Lima, ordenó inexplicablemente que todas las naves regresaran a sus bases y que dejaran de buscar sumergibles nazis.
Sin embargo, la orden no frenó los avistamientos; el 21 de julio el jefe de la estación de trenes de Las Copetonas reportó la aparición de un submarino "de alrededor de 70 metros" a unos diez kilómetros de la costa. El incidente fue corroborado por los tripulantes del pesquero "Alfaro II".
Fuente: Infobae
Realmente muy interesantes los artículos publicados por geneasud.
ResponderEliminarLos contenidos son novedad para muchas personas de este tiempo.
Encuentro testimonios irrefutables y opiniones que comparto.
Me llama la atención que no se expongan en algún museo con acceso al público la cantidad de elementos testimoniales tan necesarios para las nuevas generaciones