Por: José María Posse
Al amanecer del jueves 24 de septiembre de 1812, los realistas se pusieron en marcha en perfecta formación. Pero cuando comenzaban a moverse desde Los Nogales, el incendio de los pajonales de la Puerta Grande -artimaña armada por una partida del joven oficial criollo Gregorio Aráoz de La Madrid- obligó a Tristán a torcer y tomar el Camino del Perú. Ya para entonces sabía perfectamente que Manuel Belgrano estaba en la ciudad, a la que había fortificado .
Gral. Gregorio Aráoz de Lamadrid |
Dirigió sus fuerzas hacia el oeste y rodeó la ciudad para ingresar por los descampados del sur, pues la espesura de la vegetación, le impedía maniobrar. En el puente de El Manantial despachó un batallón hacia Santiago del Estero para cortar una eventual retirada patriota; con ello encerraba definitivamente a Belgrano. Luego, cruzó el puente y con el grueso de la fuerza rumbeó a la ciudad, con el pensamiento que el general criollo buscaría una solución parlamentaria. En sí, nunca creyó que entraría prontamente en combate.
Gral, Bernebé Aróaz |
Cuando los exploradores informaron a Belgrano que Tristán iba a entrar por el oeste, movió sus fuerzas para esperarlo allí, en el llamado Campo de las Carreras. Para defender la ciudad, dejó dos compañías de infantes y las piezas de artillería más pesada. La idea, como ya establecimos, era dar batalla, y según los resultados resguardarse en la ciudad en caso de un revés militar. El general porteño había peleado durante las invasiones inglesas y conocía muy bien la manera más eficaz de combatir desde una ciudad atrincherada. Tenía muy en cuenta del valor que nace en los hombres y mujeres, al tener que defender el hogar amenazado por fuerzas beligerantes. Es entonces cuando los actos de mayor arrojo y valentía pueden arrancarse, y la entrega a un objetivo común, derriba cualquier límite autoimpuesto. Cada día que pasaba, el general se convencía más que aquella ciudad de valientes, haría pagar caro la vida de sus habitantes. Decididos como estaban, aquellos pacíficos comerciantes, artesanos y agricultores se convertían en centauros.
“…Belgrano, sin pérdida de tiempo ni vacilación alguna, a paso de trote volvió por las actuales calles 25 de Mayo, dobló por Mendoza, ya que las calles de la plaza estaban foseadas y desde allí se dirigió al único descampado existente, donde naturalmente se desencadenarían los acontecimientos”.
Llegado al lugar donde se desarrollaría la batalla, el general Manuel Belgrano dispuso la caballería en ambos flancos y en la primera línea. Los infantes se cuadraron al frente, formados en tres columnas. En cada uno de los claros dejados por infantes y jinetes, emplazó una pieza de artillería y una fracción de caballería.
Las tres columnas de infantes eran comandadas por el coronel José Superí, la izquierda, el capitán Ignacio Warnes, la central y el capitán Carlos Forest, la derecha. Una sección de Dragones apoyaba la caballería. Una cuarta columna de reserva estaba al mando del teniente coronel Manuel Dorrego; el barón Eduardo Kaunitz de Von Holmberg comandaba la artillería, ubicada, como ya dijimos entre las columnas de a pie.
Así comenzó a desplegarse la línea del Ejército, que ocupaba una decena de cuadras. Una punta llegaba hasta el actual convento de Las Esclavas, y la otra hasta Los Vázquez, en el paraje conocido hasta mediados del siglo XX, como Quema de basuras.
Al mediodía del 24 de septiembre, día de la Patrona de Tucumán, la Virgen de La Merced, los patriotas esperaron en formación en las puertas mismas de la ciudad el ingreso del Ejército del Rey.
Gral. Alejandro Heredia |
El Campo de las Carreras era un sector despejado hacia el oeste de San Miguel, de unos cuatrocientos metros de largo, por unos cien de ancho. Allí se corrían carreras cuadreras, la gran diversión de los tucumanos de entonces. Hacia el suroeste, estaba la Cancha de las Carreras, que era un descampado aún mayor. Allí fue donde las acciones se hicieron más cruentas . Lo rodeaban espesos bosques de árboles y arbustos, flora típica de la zona que impedían la visión, lo que fue aprovechado por Belgrano para esconder el grueso de su caballería gaucha compuesta por los “Decididos de Tucumán”, al mando de Juan Ramón Balcarce.
Allí había formado Bernabé Aráoz, junto a los gauchos que había levantado en armas. Principalmente eran peones de sus estancias de Monteros, a quienes había armado para la batalla. Julio P. Avila describía esa caballería criolla: “eran campesinos que concurrieron a la batalla en sus propios caballos y con su habitual indumentaria, grandes sombreros, ponchos de variados colores, lazos atados al recado, muchísimos con coletos y guardamontes, armados de cuchillos, boleadoras, lanzas y chuzas, milicia que don Bernabé y el cura Pedro Miguel Aráoz habían reclutado en la campaña.” Pero estaban con ellos los gauchos de Jujuy y una columna de salteños comandados por el “Chocolate” Saravia. También formaban un reducido número de santiagueños, catamarqueños y altoperuanos.
Se confunde algunas veces al lector al decir que la batalla se desarrolló en la “Ciudadela”, lo que no es correcto por cuanto esa fortificación se construiría dos años más tarde, en terrenos donde habían ocurrido los acontecimientos del 24 de septiembre. Pero la Batalla debe decirse, ocurrió en el “Campo de las Carreras”, en las inmediaciones del lugar donde años más tarde se instalaría la referida fortaleza.
Volvamos a los hechos: la infantería Patria se encolumnó en perfecta formación con las baterías del Barón Von Holmberg que había construido su prestigio en Europa, secundado por un jovencito José María Paz, quien dejó en sus Memorias un excelente relato de la batalla, por ser testigo y partícipe de los hechos. Los otros capitanes del ejército patriota eran muchachos jóvenes valerosos e intrépidos; entre tantos rescato los nombres de los tucumanos: Miguel Aráoz, quién no obstante haber sido herido en el combate de Las Piedras, peleó con valor en Tucumán. También Alejandro y Felipe Heredia, el legendario Gregorio Aráoz de Lamadrid, Diego Aráoz y un hijo de tucumana (también de sangre de los Aráoz) Eustaquio Díaz Vélez, quién tuvo una actuación decisiva como segundo, al mando de Belgrano.
Es falso que los patriotas ese día enarbolaran la bandera de los ejércitos españoles. Pero como Belgrano tenía prohibido por el Triunvirato utilizar la bandera que había creado ese año en Paraná y jurar en Jujuy, las tropas rebeldes se distinguieron por la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, compuesta por los colores blanco y azul celeste .
Ese grupo heterogéneo vio ingresar en la mañana una compacta columna de soldados, seguramente polvorientos, pero en perfecta sincronía con el deber ser de una tropa en marcha. Con los cañones aún sobre las mulas y las armas descargadas, fueron virtualmente sorprendidos en un callejón de tiro al blanco por los patriotas .
FRAGMENTO: "BERNABÉ ARÁOZ, EL TUCUMANO DE LA INDEPENDENCIA". José María Posse. Mundo Editor 2018.-
Esta épica batalla junto a la de Salta le valió a Belgrano el ser ascendido a Capitán General por la Junta, él y San Martín son los dos únicos capitanes generales de la historia argentina; Belgrano obtenida en nuestra patria, y San Martín en Chile; Belgrano rechazó dicho ascenso diciendo que ya había sido suficientemente honrado al ser instituido Jefe del Ejercito del Norte, a lo que la Junta no accedió reafirmando su designación
ResponderEliminarComo ha sucedido siempre en nuestro país-acostumbrado a desmerecer- después de los desastres de Vilcapugio y Ayohuma - le quitaron a Belgrano dicho grado, ignorando que sus victorias cerraron para siempre el ingreso de los realistas por el Norte.