Esta ciudad ya era enigmática y sorprendente hace siglos, quién sabe si hace más que siglos. Así lo revelan los textos de los propios cronistas españoles y las voces de los pobladores de hace cinco centurias.
ÁREA DE ESTUDIO Se observa el área de máxima extensión en la línea negra y, en rojo, dos zonas de alto interés |
En 1560, Pedro Cieza de León escribía sobre “Tiaguanaco”: “Yo pregunté a los naturales, en presencia de Juan Vargas (que es el que sobre ellos tiene encomienda), si los edificios se habían hecho en tiempo de los ingas, y riéndose de esta pregunta, afirmando lo ya dicho, que antes que ellos reinasen estaban hechos, más que ellos no podían decir ni afirmar quién los hizo, más de que oyeron a sus pasados que una noche remaneció hecho lo que allí se veía” (Pedro Cieza de León. Crónica del Perú, capítulo CV).
Es decir que los aimaras de ese tiempo le aclararon al cronista hispano que la misteriosa ciudad estuvo antes de los incas. Es más, la recordaron tan especial que sus antepasados contaban que un día apareció ya hecha, como si hubiese bajado de otra dimensión. Queda claro que en el tiempo las huellas de su esplendor no pueden pasar desapercibidas.
Sí, esplendor y magnificencia absolutos. Eso ya está comprobado, pues historiadores y arqueólogos desde hace décadas demostraron que sus monumentos se hallaban ornamentados con placas de oro, plata y piedras semipreciosas. Monumentos monolíticos de decenas y hasta cientos de toneladas de peso trabajados y trasladados bajo técnicas aún inexplicables.
Pero Tiwanaku ahora, en pleno siglo XXI, sigue sorprendiendo. Una investigación realizada con equipos de tecnología avanzada, patrocinada por la Unesco y financiada por Japón acaba de ratificarlo: las más recientes fotografías aéreas demostraron que esta antiquísima ciudad andina resultó ser nueve veces más grande que el enmallado que hoy la limita. El nuevo relevamiento fotográfico revela que las áreas ocultas de la ciudad preincaica contienen desde monumentos hasta geoglifos y canales navegables.
INGENIEROS DEL AGUA Y LA PIEDRA
“Se realizó el trabajo topográfico en base a un dron —explica José Luis Paz Soria, jefe de la Unidad de Arqueología del Ministerio de Culturas—. La actual zona enmallada de Tiwanaku ocupa 71 hectáreas, pero los equipos de la aeronave detectaron más estructuras en 415 hectáreas durante su primer vuelo realizado en el primer semestre de 2017. Recientemente, tras un segundo vuelo, se ha ampliado el área a más de 600 hectáreas”.
Según la autoridad, las imágenes tomadas por la cámara infrarroja del dron revelaron incluso estructuras monumentales dentro del propio actual enmallado. Paz explicó que, por ejemplo, allí se descubrió una estructura cuatro veces mayor que el célebre templete semisubterráneo, con drenajes y canalización del río. También se halló que las terrazas de Puma Punku, famosas por sus bloques de piedra de más de 100 toneladas, son del doble de tamaño.
Pero, probablemente, uno de los mayores y más impactantes descubrimientos de estos últimos trabajos constituyen las obras de ingeniería hidráulica de los tiwanakotas. José Ignacio Gallegos, el consultor español que encabezó este proyecto del relevamiento topográfico de Tiwanaku, resultó especialmente sorprendido por el manejo de dos elementos: el agua y la piedra. “La piedra, como elemento tan extraño como cotidiano en la configuración del ecosistema social y cultural del paisaje urbano de la Tiwanaku histórica —dice el consultor—. El agua, como fundamento que no sólo es un mecanismo de necesidad humana, sino que es un recurso que condiciona, moldea y establece las pautas que crean el paisaje”.
No es para menos, según las resultantes de estos trabajos de teledetección, Tiwanaku contó con un canal navegable que lo conectaba al lago Titicaca. Su sistema hidráulico, además, rodeaba a la ciudad con acueductos. Gallegos —en el libro “Tiwanaku, entre la tierra y el cielo”, escrito con María Eugenia Pérez— deduce que Puma Punku (la puerta del puma) posiblemente tenga otro nombre: Uma Punku (la puerta del agua). Es decir que la célebre explanada bien podría haber sido un singular y destacado muelle.
Paz complementa las hipótesis de Gallegos: “Los resultados verifican la existencia de dos niveles más bajos que circundan Tiwanaku y que posiblemente hayan sido navegables. El consultor presume que se podía traer bloques de piedra por vía acuática. Siempre se dijo que podía haber sido un puerto del Titicaca. Ahora se puede ver la canalización prehispánica del río Tiwanaku, es un canal recto y va hasta el lago sagrado”.
GEOGLIFOS EN TIWANAKU
Y junto a los canales, los nuevos templetes, monumentos y cientos de construcciones nuevas de características domésticas surgió otra gran sorpresa: Tiwanaku también presenta geoglifos, esas figuras construidas en laderas de cerros o en planicies y que se pueden observar desde grandes alturas. Son esas figuras que han hecho célebres a zonas como la peruana Nazca. Y las prospecciones que realizó el dron articulado con equipos satelitales presentaron dos geoglifos.
“Uno de los elementos más llamativos, documentado a partir del modelo digital del terreno ha sido la presencia de al menos dos geoglifos de grandes dimensiones —han descrito Gallegos y Pérez—. El mayor en forma de serpiente, ubicado en las inmediaciones de Akapana, en torno a la pequeña elevación que conocemos como Mollo, y el segundo en forma de un camélido, al este del anterior”.
Así ha surgido un menudo desafío que implicará delicadas políticas para exhibir y preservar la riqueza de esta ciudad. Las políticas de manejo de sitio ahora deben considerar rigurosamente un área nueve veces mayor al enmallado actual. Los nuevos límites de Tiwanaku se sobreponen a varias zonas del pueblo y sobrepasan la carretera internacional Panamericana. Los monumentos recién descubiertos llaman a sumar nuevos proyectos de excavación .
El director del Centro de Investigaciones Arqueológicas, Antropológicas y Administración de Tiwanaku (Ciaaat), Julio Condori, ha señalado que, tras los nuevos descubrimientos, toca trabajar con las comunidades del municipio para replantear las áreas intangibles en el yacimiento arqueológico. “Vamos a redefinir las políticas de protección —anunció—. Muchas de las áreas que se han identificado están en las comunidades, en las parcelas privadas”.
Paz piensa en las perspectivas que se han abierto. “Hay para escavar 40 a 50 años todavía. No se pude escavar por escavar, lo más costoso de la excavación es la conservación. Drenajes, temperatura, humedad, implican delicados proyectos de ingeniería. No se podrá enmallar 600 hectáreas ni expropiarlas. Habrá que desarrollar opciones mixtas, trabajar con la gente. Si la gente quiere vivir del sitio, tiene que aprender a vivir con el sitio y para el sitio”.
Sin duda, el hallazgo ha desatado una nueva conmoción y no sólo en el mundo científico. La fuerza, la tecnología y la mística de esta milenaria civilización vuelven a sorprender a expertos y a legos, a escépticos y espiritualistas.
Y Gallegos renueva viejas preguntas: “¿Cómo podemos valorar la verdadera dimensión de un lugar como éste? ¿Cómo podemos saber lo que sabemos sobre estos lugares desde un punto de vista objetivo?” Mientras tanto, parecen aún regir las respuestas que los nativos dieron hace más de cinco siglos a su coterráneo Pedro Cieza de León, “que oyeron a sus pasados que una noche remaneció hecho lo que allí se veía”.
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