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lunes, 20 de marzo de 2017

Descubren tesoro arqueológico en Utuado

Este nuevo yacimiento ayudará a contar cómo vivían algunos de los primeros pobladores de la zona montañosa de Puerto Rico 


Según el arqueólogo Reniel Rodríguez Ramos, "La Cueva del Abono" se llama
asípor ser una de las tantas empleadas para la explotación del guano
con el fin de usarlo como fertilizante en la agricultura
Está “entre montañas”. Es decir “otoao”, significado del vocablo aborigen relacionado con el nombre de Utuado, municipio donde está ubicado un nuevo yacimiento arqueológico que brindará información relevante sobre nuestras primeras poblaciones indígenas, las más antiguas de la zona central de la Isla.

Justo entre los barrios Don Alonso y Limón, específicamente en la Cueva del Abono, toma lugar la excavación e investigación liderada por el arqueólogo Reniel Rodríguez Ramos junto a miembros de la Sociedad Arqueológica del Otoao.

Según el doctor Rodríguez Ramos, la cueva lleva ese nombre por ser una de las tantas empleadas para la explotación del guano con el fin de usarlo como fertilizante en la agricultura.

El guano (una palabra de origen quechua) es un abono producto de la mezcla de excremento de murciélagos y aves u otros animales que viven en áreas de escasa humedad. Es un material de gran valor no solo por su uso en la agricultura, sino que hasta se utilizó como material explosivo por sus concentraciones de fósforo y nitrógeno.

“Este contexto arqueológico se destaca por estar compuesto de una cultura material que lo ubica en la época arcaica de la Isla, siendo hasta el momento el asentamiento más temprano identificado en el interior montañoso”, dijo el profesor del Programa de Ciencias Sociales del recinto de Utuado de la Universidad de Puerto Rico (UPR).

Entre los materiales excavados se encuentra una gran gama de restos alimenticios, que incluyen caracoles terrestres, pájaros, reptiles y crustáceos como la buruquena y la chágara, obtenidos de los ríos y quebradas de la zona.

Además, se identificaron numerosas herramientas de piedra, incluyendo algunas hechas de pedernal, roca sedimentaria que, según el profesor, fueron utilizadas por las sociedades indígenas para producir implementos con el fin de cortar la carne y labrar la madera.

Incluso hay un pedernal rojo trabajado con calor.

“Interesantemente, en la zona donde está ubicada la cueva no existen fuentes de este tipo de roca, lo que indica que fue importada a la zona desde contextos geológicos ubicados a millas de distancia a través de las extensas redes de intercambio que existían durante esta fase de nuestra historia indígena”, agregó.

Bajo el sondeo dentro de la cueva se detectaron pictografías zoomorfas, o imágenes pintadas en forma de animales, que para el arqueólogo “pudieran ser de las de mayor antigüedad documentadas hasta el momento en esta parte de la Isla”.

“Entre todo resalta un lagartijito que es muy importante, pues hasta la fecha se entendía que los arcaicos sólo conocían el arte figurativo”, resaltó Rodríguez Ramos, quien los denomina como “nuestros primeros descubridores y pobladores”.

Sobre este grupo, el arqueólogo señala que tradicionalmente se les ubica en la costa, pero al presente se cree que “llegaron a las montañas mucho antes de lo hasta ahora investigado”.

En Cueva del Abono, elarqueólogo y sus colaboradores identificaron una marcada presencia de petroglifos, los que también pudieron haber estado asociados a la ocupación arcaica.

Bajo esta investigación se realizaron tres unidades de excavación. Bien cerca de una de estas se observa un petroglifo conocido como cara segmentada, que hasta el momento se pensaba que no correspondía a los arcaicos.

“En este tipo de labor realizamos la asociación cultural por la aproximación de ambos hallazgos: el petroglifo (en la parte inferior de la pared) y los objetos encontrados en el piso (bajo el suelo). Lógico, todo esto hay que corroborarlo”, acotó.

“En conjunto, toda esta evidencia indica la existencia de prácticas de arte rupestre desde tiempos tempranos en la Isla, algunas de las cuales pudieron haber servido de base para las manifestaciones artísticas que dieron pie a las observadas posteriormente en las sociedades taínas de Puerto Rico”, resaltó el arqueólogo.

Gracias a las pistas ofrecidas por la comunidad de los “montañeses”, como también les llaman a los utuadeños, el investigador llegó hasta el lugar en mayo del año pasado.

“Como en la mayoría de los casos, estos hallazgos no los encuentra el arqueólogo, sino la comunidad de la zona donde ubican”, enfatizó Rodríguez Ramos, quien favorece la arqueología comunitaria.

Para el investigador, la interacción con la comunidad es vital no solo para llegar al hallazgo, sino también para que “la gente conozca mejor dichos recursos, los entienda y se identifique con estos de tal manera que también se motiven a protegerlos”.

Al momento, el material colectado está custodiado en el laboratorio de arqueología del recinto de Utuado de la UPR.

“En la arqueología, la fase del análisis es bien particular y la más complicada por lo costoso que son los materiales. Por ejemplo, ese es el caso de la prueba carbón 14”, especificó el arqueólogo.

Para dicho análisis se utiliza radioactividad para determinar la edad de artefactos arqueológicos y material biológico de miles de años.

Se aplica a huesos, tela, madera y fibras de plantas creadas por la actividad humana.

“En estos momentos donde el tema de la crisis fiscal es ineludible, entonces cobra mayor importancia el deber de ofrecer un mejor entendimiento de los sitios arqueológicos, pues requerimos diversificar y asegurar las fuentes de financiamiento para continuar con estas investigaciones y con las venideras”, afirmó el doctor Rodríguez Ramos, quien imparte cursos de ciencias sociales, arqueología y antropología cultural en el recinto de Utuado de la UPR.

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