A mediodía del 24 de septiembre, día de la Patrona de Tucumán: La Virgen de la Merced, los patriotas esperaron en formación en las puertas mismas de la ciudad el ingreso del Ejército del Rey.
El Campo de las Carreras era un sector despejado hacia el oeste de San Miguel, de unos cuatrocientos metros de largo, por unos treinta de ancho. Allí se corrían carreras cuadreras, la gran diversión de los tucumanos de entonces. Hacia el suroeste, estaba la Cancha de las Carreras, que era un descampado aún mayor. Allí fue donde las acciones se hicieron más cruentas . Lo rodeaban espesos bosques de árboles y arbustos, flora típica de la zona que impedían la visión, lo que fue aprovechado por Belgrano para esconder el grueso de su caballería gaucha.
Virgen de la Merced |
Mientras, la infantería Patria se encolumnaba en perfecta formación con las baterías del Barón Von Holmberg que había construido su prestigio en Europa, secundado por un jovencito José María Paz, que dejó en sus Memorias un excelente relato de la batalla, por ser testigo y partícipe de los hechos.
Gral. Manuel Belgrano |
Los otros capitanes del ejército patriota eran muchachos jóvenes. Valerosos como voluntariosos, por ahora rescato entre tantos los nombres de los tucumanos: Alejandro y Felipe Heredia, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Diego Aráoz y un hijo de tucumana (también de sangre de los Aráoz) Eustaquio Díaz Vélez.
Ese grupo heterogéneo vio ingresar en la mañana una compacta columna de soldados, seguramente polvorientos, pero en perfecta sincronía con el deber ser de una tropa en marcha. Con los cañones aún sobre las mulas y las armas descargadas, fueron virtualmente sorprendidos en un callejón de tiro al blanco por los patriotas.
Tiempo de Morir
De reacción rápida, Belgrano decidido a aprovechar el factor sorpresa, ordenó al ala derecha de su caballería (compuesta por más de cuatrocientos hombres de los “Decididos” de Tucumán), y de Dragones comandada por Balcarce, atacar de inmediato.
La atropellada de los gauchos, quienes salían sorpresivamente por imperceptibles senderos del monte circundante dando de alaridos y haciendo sonar los guardamontes, fue mortal. El ímpetu de la carga puso en fuga la caballería de Tarija y desbarató la de Arequipa, que custodiaba los bagajes. Batallones enteros se perdieron en la confusión, siendo lanceados sin piedad por esa turba enloquecida que penetró hasta las cercanías mismas del Estado Mayor de Pío Tristán.
Los realistas huyeron dejando atrás una enorme cantidad de bastimentos, cañones, armas y municiones. Incluso el tesoro del ejército y hasta el coche personal del general.
Crnl. Bernabé Aráoz |
De inmediato los milicianos gauchos se obstinaron a saquear metódicamente todo lo que pudieron, por lo cual esta tropa terminó perdiéndose para el resto de la acción, aunque desde los montes cercanos se dedicaron a cazar todo grupo disperso de realistas, como lo relata José María Paz en su mencionado libro .
Mientras, avanzaban disparando los cuadros de infantería de Belgrano, a tiempo que el barón de Holmberg hacía tronar los cañones. Unida esta acción a la eficacia de la artillería derecha y a la de la infantería de Carlos Forest, habían logrado desarmar y hacer retirar a toda el ala izquierda enemiga, en total desorden hacia el puente de El Manantial.
En el centro, las cosas también se mostraban felices en un primer momento para los patriotas. El único peligro estaba en que parte de la infantería realista, al avanzar resueltamente, puso en apuros a Ignacio Warnes, quién capitaneaba las milicias de infantes, pero pronto la reserva, a cargo del intrépido Manuel Dorrego, acudió en su auxilio. La hueste de Tristán comenzó entonces a ceder terreno, desamparada como estaba por la derrota de la caballería del ala derecha.
Impensadamente, aquella columna que el general Pío Tristán había desprendido para bloquear por el sur, volvió para participar en el combate: cómodamente desplegada, acudió en apoyo del ala izquierda realista, que había logrado desorganizar a la caballería patriota de José Bernaldes Palledo, que tenía a su frente.
No debemos olvidar que los partidarios del rey eran profesionales y con los refuerzos, pronto rearmaron sus cuadros, quienes acudían al toque de los clarines y a la voz de mando de sus jefes, en formación a cada regimiento al que pertenecían. La sorpresa había pasado. La hora de la verdad se acercaba, ya que sincronizadamente comenzaron a encolumnarse en una formación conocida como “martillo” para rodear y neutralizar la infantería patriota.
El ímpetu inicial se paró en seco y las tropas de Belgrano, -comenzando por los bisoños-, retrocedieron desordenadamente en medio de aquel escenario humeante, regado por la sangre de griegos y troyanos.
Esto creó un desbande general, lo que motivó que Belgrano, poniendo en riesgo de su vida se corriera él mismo para tratar de reordenar el caos circundante, lo que en parte consiguió. Desde la derecha, galopó hacia esa crítica izquierda para mandar que cargaran, pero cuando llegó, los soldados ya estaban en tumultuosa retirada. No pudo contenerlos y el ímpetu arrastró al general hacia el sur, sacándolo del campo de batalla, la que creyó perdida.
Autor : José María Posse. "Tucumanos en la Batalla de Tucumán". 2012
Estimado historiador José María Posse: no tengo el placer de conocerlo, como es frecuente uno conoce a los investigadores a través de sus trabajos. Hace unos años mi tío Domingo José García Posse y me tía Nilda Toro me mandaron a mi casa familiar su libro: Los Posse-El espíritu de un clan. Junto a otro material producido por el investigador tucumano Carlos Páez de la Torre, sobre el clan Posse. Actualmente existen historiadores de la UNT como Francisco Bolsi, Flavia Macías, Elina Herrera entre los que en este momento recuerdo que se han ocupado de estudiar la familia que fundó en Tucumán Manuel Posse y Blanco. En el año 2012, estuve en San Miguel de Tucumán, adquirí libros sobre la famosa y polémica batalla de Tucumán. Y sólo me faltaría adquirir su libro: "Tucumanos en la batalla de Tucumán,Tucumán, Yerbabuena, 2012. Existen ciertas cuestiones atinentes a personajes históricos que en algunas publicaciones históricas recientes se los agrega como participantes en la batalla de la Ciudadela, y que no estuvieron presentes allí. Si bien, no soy especialista en historia de la guerra de la independencia, naturalmente me he formado leyendo al respecto. Mi mayor cordial saludo a Ud.
ResponderEliminarPedro García Posse historiador FAHCE-UNLP
Estimado Pedro: dos años más tarde leo su comentario...en estos años he publicado un muy documentado libro acerca de Bernabé Aráoz, donde relato aún con más detalle la decisiva victoria del Campo de las Carreras...debo aclararle que no está bien dicho "Batalla de la Ciudadela", que que en 1812 ésta no existía...recién en 1814 el general San Martín encomendó al gobernador Aráoz la construcción de la misma en las cercanias del lugar donde se libró la Batalla de Tucumán. Para comunicarse conmigo, puede enviarme un mail a la dirección josemariaposse@gmail.com Le mando un fuerte abrazo
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