"...MORIR POR LA PATRIA ES DARLE A NUESTRO NOMBRE UN BRILLO QUE NADA BORRARÁ..."
No es una Batalla Sanmartiniana, pero aún así, creemos que debe ser recordada.
Guerra inútil la del Paraguay. Fratricida. En la que tres países, diezmaron a todo un pueblo.
No analizaremos los porque de ésta contienda, porque son muchos y muy
variados. SIno que recordaremos a los olvidados, a los "culpables", que
en definitiva no tenían la culpa de nada...
Para poder diezmar al
pueblo paraguayo fue necesaria la utilización de fuerzas armadas.
Soldados. Hombres que en muchos casos fueron reclutados a la fuerza, a
punta de bayoneta obligados a ir al frente de combate, porque sabían, y
entendían que era una guerra fratricida.
Sin embargo, una vez dentro
de las tropas del Ejército Argentino, cumplieron con su deber.
Obedecieron órdenes, muchas veces injustas, pero no titubearon en
llevarlas a cabo. Aunque les fuera la vida en cumplirlas.
Los
culpables de tan doloroso derramamiento de sangre fueron los líderes
nacionales de cada uno de los países de la Alianza, con Bartolomé Mitre a
la cabeza. Líderes que empujaron a una guerra insana a las juventudes
de la América del Sur. Ellos son los responsables. No los soldados que
solamente siguieron su bandera...
Hace 149 años morían en los
fangales que rodeaban la fortaleza CUATRO MIL ARGENTINOS, sí, 4.000!!!
La flor de nuestra juventud era enviada a una picadora de carne que
significó el asalto suicida a la fortificación paraguaya, gracias a la
impericia y necedad de Don Bartolo.
¿Tuvieron alguna culpa esos
cuatro mil inmolados argentinos? ¿O la única culpa que tuvieron fue la
de "seguir constantemente su bandera hasta perder la vida"?
Ellos sólo tuvieron una opción: la de seguir órdenes...
Los culpables fueron los que impartieron esas órdenes...
Y como
ejemplo de la abnegación de aquella juventud argentina, recordaremos a
un joven capitán que fue herido frente a las murallas de Curupaytí. Lo
recordaremos en una carta que le escribió a su madre, la misma mañana
del día en donde la muerte lo besó. Morirá unos días después a causa de
las heridas recibidas ese día.
"22 de septiembre de 1866.
La guerra es un juego de azar. La suerte puede sonreír o abandonar al
que se expone al plomo enemigo. Lo que a uno lo sostiene es el
pensamiento del mañana: la ambición de un destino brillante. Esta
ambición y la santa misión de defender a mi patria, me da una fe
inquebrantable en mí y en el camino que he tomado. ¿Qué es la fe? No
puedo explicarlo, pero me basta con tenerla. Y si el presentimiento de
que no caeré en combate es sólo una ilusión que me permite tener coraje y
cumplir con mi deber, te pido madre que no sientas mi pérdida hasta el
punto de dejarte vencer por el dolor. Morir por la patria es darle a
nuestro nombre un brillo que nada borrará, y no hay mujer más digna que
aquella que, con heroica resignación, envió a la batalla al hijo de sus
entrañas. Las madres argentinas transmitirán a las generaciones
venideras el legado de nuestro sacrificio. Pero dejemos aquí estas
líneas, que esta carta empieza a parecer una carta póstuma.
Hoy es
22 de de septiembre de 1866. Son las diez de la mañana. Las balas de
grueso calibre estallan sobre el batallón. ¡Adiós madre mía!"
Carta escrita por el Capitán de 21 años, Domingo Fidel Sarmiento, caído heroicamente en "Curupaytí".
¡Gloria y Honor a su Sagrada Memoria
Fuente: Granaderos Bicentenario
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