Don Esteban de Urizar y Arespacochaga, n. en
Elorrio, señorio de Vizcaya, país vasco, y bautizado en Arrazola el 22-1-1662, Maestre de Campo, Caballero de la
Orden de Santiago desde 1692, gobernador vitalicio del Tucumán 1707-1724, Capitán General y Brigadier
General de los Reales Ejércitos fallecido soltero en Córdoba 4-5-1724, s.s.,
hijo de Esteban de Urizar y Uribelarrea, natural de Arrazola y de Catalina de Arespacochaga
Itiriozaga, casados en Arrazola el 11-2-1657, nieto paterno de Martin de Urizar
Urrutia, b. Arrazola, el 13-8-1619 y de Marina de Uribelarrea Aresti, b. Axpe
el 23-3-1619 casados en Arrazola el 29-7-1637, nieto materno de Martín de
Arespacochaga y de Domenja Itiriozaga, bisnieto paterno de Martín de Urizar y
María de Urrutia
Este caballero desde joven se dedicó a la
carrera de las armas, en la que se distinguió por su valor en diferentes
campañas. Militó en las guerras de
Italia y Francia al lado de ilustres capitanes de los ejércitos de España,
mereciendo en 1699 ser nombrado maestre de Campo de infantería de las tropas
que ocupaban el territorio de Milán.
En 1701, como premio debido a su
comportamiento le confió el Católico Monarca el gobierno de Tucumán, del que no
disfrutó por las razones que dejamos referidas, hasta el 12 de junio de 1701,
fecha en que el Cabildo de Córdoba recibió la real Cédula de confirmación de su
nombramiento, conteniendo las siguientes expresiones que denotan la gran estima
que le profesaba el Soberano:
“He resuelto que luego incontinenti que
recibáis este despacho, hagáis cese en el gobierno de Tucumán, don Gaspar de
Barahona, y déis posesión pronta y efectivamente al maestre de Campo, don
Esteban de Urizar, por los motivos que tengo para ello, sin que por ningún
accidente, causa o razón dilatéis o embaracéis ni permitáis se embarace,
enviando testimonio de haberlo ejecutado, con advertendia, de que lo contrario,
me daré por muy deservido, por lo que conviene a mi real servicio y las razones
que movieron mi real ánimo a esta elección, habiendo sido muy de mi desagrado
lo que en contrario se ha ejecutado por mi virrey y por las audiencias de Lima
y Charcas, de que he querido advertiros… y a mi virrey y Audiencias he mandado
participar esta mi resolución para lo que tengo entendido y no obren cosa en
contrario y vos lo observaréis sin retardación alguna, que así procede de mi
voluntad”.
La confianza de su majestad en los buenos
servicios que esperaba de la gestión de Urizar no fueron defraudadas, pues en
los diez y siete años que la ejercitó supo desenvolverse con tal prudencia y
acierto que ha merecido pasar a la posteridad como uno de los más ilustres y
meritorios gobernantes que tuviera la provincia.
Acreditó su buen criterio con la primera
medida que adoptó apenas recibido.
Era práctica establecida por sus predecesores
al entrar al gobierno cambiar los tenientes de las ciudades para ocupar a
personas de su privanza o que se les recomendaban, lo que traía como era
natural, grandes trastornos para la buena administración. En nuevo gobernador
no se dejó llevar por ese precedente y confirmó a todos en sus cargos con lo
que se captó las simpatías de las personas que los desempeñaban. Ejemplo digno
de ser imitado aún ahora por muchos de nuestros gobernantes que por razones
políticas remueven de sus puestos a empleados meritorios sin otros motivos
fundamentales, que los de los compromisos adquiridos antes o después de su
ascensión, en lo que no pocas veces suelen cometer, además de la injusticia que
entraña proceder, graves errores de la elección de los sujetos que llevan a
cubrir las respectivas plazas, desprovista de experiencia que dan los años de
prácticas y del conocimiento de los
asuntos de su incumbencia, echándose encima profundas y numerosas
enemistades que fermentando entre los agraviados y los círculos de su relación,
producen, el malestar de gran parte de la población.
Por la inhabilidad de Barahona, hallábase el
Norte de la provincia como queda referido, infestada por la incursión de
bárbaros chaqueños que llegaron hasta pasearse osadamente por la ciudad de
Salta, cometiendo toda suerte de fechorías, mientras se hallaba en ella don
Esteban de Urizar. Quedó este asombrado de tamaño exceso y sin pérdida de
tiempo ordenó se hicieron los aprestos necesarios para llevar la guerra al
mismo corazón del Chaco y sujetar a las tribus que lo habitaban. Organizadas
las fuerzas que habían de acometer la gran empresa penetraron por varias partes
de aquella región, al mando de expertos oficiales y después de rudos encuentras
y largas fatigas, lograron recorrer extensas comarcas y dominar a sus feroces
moradores, estableciendo varios presidios a medida que se iban internando para
asegurar los frutos de la expedición de forma permanente. A los indios del
territorio conquistado juntó en una sola reducción que se denominó San Esteban
de Miraflores, encargando a los padres de la Compañía de Jesús que la
evangelizaran y atendieran lo que efectuaron con tanto celo, que poco tiempo
después la había convertido en una floreciente cristiandad.
Dirigía personalmente el gobernador esta
conquista, gastando gruesas cantidades de su propio peculio, y con su ejemplo
se estimulaban los hombres de guerra y oficiales, emulando entre sí, gloriosas
y arriesgadas acciones.
Con tan felices sucesos quedó la provincia
tranquila y aseguradas sus fronteras, prosperando en todos los órdenes, a la
sombra de su celoso y digno administrador.
Terminando su quinquenio se disponía entregar
el mando, cuando un incidente inesperado determinó su permanencia en el cargo.
El 12 de junio de 1712 por la noche, víspera de la recepción del nuevo
gobernador, la campana mayor de la iglesia matriz de Salta, comenzó a doblar
como si una persona principal se hallase en agonía. Extrañado Urizar de aquel
toque inesperado, hizo indagar la causa, resultando de sus averiguaciones que
algún sujeto desconocido había pretendido con esa demostración significar el
placer que le causaba la expiración de
su período. Profundo pesar le causó aquella intención maligna y herido en su
amor propio muy justamente, puesto que sólo motivos de gratitud había dado a sus
subordinados, trató sucesor y obtuvo de él una suma de dinero, probablemente el
cediese su derecho para seguir en el gobierno. Pidió luego al Rey aprobación de
aquella transferencia que no sólo vino en confirmarla sino que se la concedió
en carácter vitalicio.
Recibió con esto grande alegría todo el
Tucumán y no tuve que arrepentirse de ella, pues don Esteban, supo corresponder
las esperanzas de sus gobernados y el afecto que le demostraron.
Atendía con amable deferencia a cuantos
acudían a él, sin distinción de clases ni de personas. Era recto en su
justicia, moderado en sus costumbres y sinceramente cristiano en sus
procederes. Atendió con gran celo a la conversión de los infieles, enviándoles
misioneros que los doctrinasen y consiguiendo atraer un gran número de ellos a
la fé Católica.
Sus bienes no teniendo herederos a quien
dejarlos, sino un hijo natural, fruto de sus pasiones juveniles allá en las
guerras de Italia, los destinó a obras piadosas y a construir el convento de la
Merced y el Colegio de Jesuitas, donde dispuse que lo enterrasen a su muerte
que acaeció en 4 de mayo de 1724, sumiendo a todos en gran consternación.
El Gobernador contra el comercio ilegal
El 3 de octubre de 1708, fechado
en la ciudad de Salta donde residía, el gobernador de Tucumán, don Alejandro de
Urizar y Arespacochaga, emitió un extenso auto, dirigido a los Cabildos de su
jurisdicción. El de San Miguel de Tucumán, ni bien recibió el documento, lo
hizo publicar en la plaza "a son de caja y pregonero", el día 21.
El gobernador llamaba la atención
sobre diversas "desordenes" acaecidos en sus ámbitos. Algunos
infringían el estricto sistema de monopolio establecido por la corona.
Percibía, por ejemplo, "muchos excesos en el comercio de géneros
prohibidos", ya que se introducían al Tucumán mercancías llegadas en
"las naves francesas, por los puertos del Sud o por cualesquiera partes".
En consecuencia, mandaba que
aquellas introducciones ilegales "se declaren por perdidas, con más las
penas en tales casos impuestas a los mercaderes dueños de recuas, carretas,
arrieros, carreteros y conductores".
Ordenaba que, en adelante, los
comerciantes que vengan del Perú no usarán "más camino que el que viene
derecho a la ciudad de Jujuy, en cuya Real Aduana se presentarán". Y los
que vinieran del Río de la Plata y Paraguay, no usarán más que "el camino
real de carretas y el que llaman de la puerta de Choromoros, que viene derecho
a la ciudad de Salta".
Allí, mandaba, "se
presentarán ante mí, y en mi ausencia ante mi lugarteniente, antes de tomar
casa, tienda ni aposento". Esto, bajo "pena de perdimiento de los
bienes que trajesen y de las mulas y recuas que los condujeran".
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Fuentes:
1. Archivo Diocesano de Bilbao
2. Álbum General de la Provincia de Tucumán 1816-1916
4. PARES - ES.28079.AHN/1.1.13.8.4//OM-CABALLEROS_SANTIAGO,Exp.8345 –
1692
5. PARES - ES.41091.AGI/23.15.123//INDIFERENTE,123,N.161 – Méritos
6. Andrés A. Figueroa, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba,año 8, nº 2 abril de 19217. Actas de la XI Reunión Americana de Genealogía
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