En las vísperas de la batalla de Salta, y al amanecer del 20 de febrero
de 1813, cuentan las Memorias Póstumas del General Paz que Belgrano
tuvo vómitos de sangre. Pasaron 202 años y no cuesta imaginar al prócer
mitigando sus dolores entre las gruesas paredes de la casona de
Castañares, donde descansó el Ejército del Norte antes de librar la
histórica batalla. Era un sábado lluvioso de febrero. Salta tenía poco
más de siete mil habitantes, siete barrios, dos reñideros de gallos y
seis canchas de bolos. Era una aldea dentro de las Provincias Unidas del
Río de la Plata, y un precioso bastión estratégico que el ejército
realista se disponía a defender con la vida de 3.388 hombres que
conformaban sus filas.
El general Manuel Belgrano había llegado a
Salta el 18 de febrero de 1813 y descansaba en la casona del coronel
José Apolinario Saravia, apodado "Chocolate" por el color de su piel,
quién acertadamente le había mostrado un camino desconocido hasta
entonces (la quebrada de Chachapoyas), para burlar al enemigo.
"Chocolate", ansioso por conocer la cantidad y calidad de las fuerzas
realistas de Pío Tristán, y las posiciones que ocupaban, se vistió como
un leñero, y arreando una recua de burros, marchó hacia la casa de sus
padres en la calle La Concordia (actual Buenos Aires).
Cuenta la
historia que la lucha comenzó el 19 de febrero a las 11 de la mañana con
el ataque por la retaguardia a la posición realista que había copado el
Portezuelo. Belgrano, enfermo y dolorido, había preparado un carro para
poder desplazarse, pero reunió fuerzas y montó a caballo. A las 9 de la
mañana del 20 de febrero, el ejército patriota cubrió todo el ancho de
la planicie que en leve plano inclinado conduce a la ciudad. Marchaba
compacto sobre el centro con la caballería y la infantería separadas por
sectores, reserva plegada y dos columnas de caballería.
Pío
Tristán lo esperaba fortaleciendo el lado izquierdo de su formación, y
el flanco derecho apoyado sobre el cerro San Bernardo. Esta disposición
le posibilitó al español controlar los ataques al principio.
Al
promediar el combate, Manuel Belgrano cambió su táctica: movilizó la
reserva dotándola de más efectivos de infantería y caballería, y ordenó a
Manuel Dorrego, que había reemplazado al segundo jefe Díaz Vélez,
gravemente herido, atacar vigorosamente: "lléveselos por delante", le
dijo.
Dispuso cargar simultáneamente con artillería y luego de
cruzar el campo condujo él mismo la avanzada contra las barricadas del
cerro. Ahí todo varió. La furibunda carga de Manuel Dorrego arrasó el
flanco izquierdo junto a las columnas de Zelaya, Pico, Forest y Superí
(los primeros oficiales triunfantes de la ciudad) que sostenían la
persecución en las calles. Así el centro y el ala izquierda patriota
fueron quebrando la resistencia.
Con la retirada cortada, los
realistas vencidos retrocedieron desordenadamente quedando atrapados en
el corral que circundaba la ciudad denominado Tagarete del Tineo (hoy
calle Belgrano), donde fueron diezmados por los criollos. El tramo final
de la lucha se concentró alrededor de la Plaza Mayor (9 de Julio),
donde la persecución fue cruenta.
Un final como no hubo otro
Desde la iglesia de La Merced comenzaron a doblar las campanas
anunciando la rendición incondicional del invasor. Todo un ejército
había sido tomado prisionero. "Queda acordado que al día siguiente los
soldados realistas salgan de la ciudad con los honores de la guerra, a
tambor batiente y con las banderas desplegadas, y que a las tres cuadras
rindan las armas y entreguen los pertrechos de guerra..."
El
balance de la batalla fue: 17 jefes y oficiales prisioneros; 481
muertos, 114 heridos, 2.776 rendidos. En total eran 3.388 hombres del
ejército de Tristán, sin escapar ni uno. Además, 10 piezas de
artillería, 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas, carabinas y toda la
maestranza.
En un gesto de grandeza y como muestra de su
filantropía, Belgrano le evitó a Tristán la humillación de entregarle la
espada y, en cambio, lo abrazó delante de todos.
Al final,
Belgrano colocó una cruz de madera en la fosa común de los 600 muertos
de ambos lados, con la leyenda: "A los Vencedores y Vencidos"
Fuente: Raul Hill (Grupo de Facebook: Historia y Genealogía Argentina)
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