Hacia mediados de la década de 1850, pocas innovaciones se hicieron al
rudimentario método industrial inaugurado por Colombres. De a poco la
madera de los trapiches empezó a ser reemplazada por hierro. El primer
ingenio que tuvo esta innovación fue La Reducción en Lules.
Pero
algunos ya comenzaban a alucinar con las innovaciones que venían de
Europa en esas tardías gacetillas que llegaban meses o años atrasadas.
En ellas los tucumanos se enteraban de la Revolución Industrial y del
milagro de las máquinas a vapor que transformaban al mundo.
Por
entonces el proceso industrial se circunscribía a lo siguiente: Se
transportaba la caña en carretas tiradas por bueyes, desde la finca de
cultivo, hasta la fábrica donde se deshojaba y pasaba por un trapiche,
accionado por una enorme rueda hidráulica. La mezcla caía en una cuba, y
de allí era trasladada, por una operación de bombeo, a unas tinas o
tanques y pasaba luego por unos tubos que la depositaban en una caldera
donde era reducida por cocción. La madera se utilizaba como combustible.
Anteriormente se blanqueaba o clarificaba el azúcar en tinajas de barro
en forma cónica perforadas en la base, sobre la cual se colocaba una
delgada capa de paja. Estas tinajas se llenaban casi hasta arriba, en el
espacio restante había barro, luego se las colocaba en posición
vertical para que la mezcla cayera a través de la perforación. La
operación podía durar entre sesenta y ochenta días, hasta que se secaba
la capa de barro y se obtenía un azúcar lo bastante seco y blando como
para su comercialización.
Este sistema requería un espacio bastante
grande destinado a viviendas y aparatos, y un capital considerable que
permitiera al fabricante esperar a la terminación del proceso y la venta
del producto.
Por entonces, década de 1860, existían una veintena
de fábricas entre las que podemos destacar el Ingenio Mercedes de Miguel
Padilla, el San Pablo de Nougués, el Lastenia de los hermanos
Etchecopar, el Cruz Alta de Don Fidel García, El Trinidad de los
Hermanos Méndez, el San Juan de Juan Posse, el Paraíso de Vicente
García, el San José de Justiniano Frías, el San Felipe de Felipe Posse,
el Luján de los hermanos Gallo y por supuesto, los dos más grandes: el
Concepción de Juan Manuel y Juan Crisóstomo Méndez y el Esperanza de
Wenceslao Posse.
En la búsqueda por modernizar la industria, se
destaca la figura del tucumano Baltasar Aguirre, propietario de una
pequeña chancaquería en la zona de Floresta. Este hombre osado, interesó
al presidente Urquiza para realizar una fuerte inversión y logró traer
una primitiva máquina a vapor. Sin embargo la experiencia no funcionó y
sólo pudo fabricar una pequeña cantidad de producto. De esa manera
cundió el desánimo en los pequeños industriales artesanos; pero entre
todos ellos, hubo quién pudo llevar a buen término la experiencia en la
que había fracasado Aguirre.
En la foto, don Vicente Posse Tejerina, el fundador del Ingenio La Reducción, el primero en introducir el trapiche hidráulico.
Autor: José María Posse
No hay comentarios:
Publicar un comentario