Al amanecer del jueves 24 de septiembre de 1812,
los realistas se ponen en marcha en perfecta formación. Pero cuando
empiezan a moverse desde Los Nogales, el incendio de los pajonales de la
Puerta Grande -artimaña armada por una partida del joven oficial
criollo Gregorio Aráoz de La Madrid- obliga a Tristán a torcer y tomar
el Camino del Perú. Ya para entonces sabe perfectamente que Manuel
Belgrano está en la ciudad, a la que ha fortificado .
Cuando los exploradores informaron a
Belgrano que Tristán iba a entrar por el oeste, movió sus fuerzas para
esperarlo allí, en el llamado Campo de las Carreras. Para defender la
ciudad, dejó dos compañías de infantes y las piezas de artillería más
pesada. La idea, era dar batalla, y según los resultados, resguardarse
en la ciudad en caso de un revés militar. No olvidemos que el general
porteño había peleado durante las invasiones inglesas y conocía muy bien
la manera más eficaz de combatir desde una urbe en pie de guerra.
Conocía del valor que nace en los hombres, al tener que defender el
hogar amenazado por fuerzas beligerantes. Es entonces cuando los actos
de mayor arrojo y valentía pueden arrancarse, cuando la entrega a un
objetivo derriba cualquier límite autoimpuesto. Cada día que pasaba, el
general se convencía más que aquella ciudad de valientes, haría pagar
caro la vida de sus habitantes. Decididos como estaban, aquellos
pacíficos comerciantes, artesanos y agricultores, se convertían en
centauros.
Llegado al lugar donde se desarrollaría la batalla,
Belgrano dispuso la caballería en ambos flancos y en la primera línea,
los infantes al frente, formados en tres columnas. En cada uno de los
claros dejados por infantes y jinetes, emplazó una pieza de artillería y
una fracción de caballería.
Así comenzó a
desplegarse la línea del Ejército, que ocupaba una decena de cuadras.
Una punta llegaba hasta el actual convento de Las Esclavas, y la otra
hasta Los Vázquez, en el paraje conocido hasta mediados del siglo XX,
como Quema de basuras.
A mediodía del 24 de septiembre, día de
la Patrona de Tucumán: La Virgen de la Merced, los patriotas esperaron
en formación en las puertas mismas de la ciudad el ingreso del Ejército
del Rey.
El Campo de las Carreras era un sector despejado hacia el
oeste de San Miguel, de unos cuatrocientos metros de largo, por unos
treinta de ancho. Allí se corrían carreras cuadreras, la gran diversión
de los tucumanos de entonces. Hacia el suroeste, estaba la Cancha de las
Carreras, que era un descampado aún mayor. Allí fue donde las acciones
se hicieron más cruentas . Lo rodeaban espesos bosques de árboles y
arbustos, flora típica de la zona que impedían la visión, lo que fue
aprovechado por Belgrano para esconder el grueso de su caballería
gaucha.
Los otros capitanes del ejército
patriota eran muchachos jóvenes. Valerosos como voluntariosos, por ahora
rescato entre tantos los nombres de los tucumanos: Alejandro y Felipe
Heredia, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Diego Aráoz y un hijo de tucumana
(también de sangre de los Aráoz) Eustaquio Díaz Vélez.
hola como estas? gracias por este blog guia de estambul
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