Está de acuerdo en que se celebre una asamblea extraordinaria , pues así se conocerá la voluntad general y se “contentarán” los pueblos. Tiene dificultades para tomar resoluciones, ya que no conoce los lugares, ni las costumbres, ni a las gentes. Espera un tratado con los portugueses. Considera que es necesaria una victoria para obtener respaldo. Reconoce tener arrestados a varios oficiales, y mucho le cuesta poner en vereda a esos hombres.
“MI ESTIMADO AMIGO:
He escrito a U. y dicho cuanto necesito, y no faltaré jamás a manifestarle mi situación y cuánto mis pocos talentos alcancen a favor de nuestra causa: U. jamás será majadero conmigo, honrándome con sus letras, acaso privándose de los ratos de descanso; ellas serán para mí un favor que no olvidaré.
En cuanto al Ejército nada tengo que exponer a U., pues todo lo he manifestado en mi correspondencia oficial, con la verdad, y sería inútil referirlo en ésta: hablaré a U. solamente lo que me parece conviene, en nuestras circunstancias, para todos estos Países.
Veo que se ha meditado en celebrar una Asamblea Extraordinaria, pues debe también pensarse, en darle la supremacía, y para que no se altere, sino lo que el Gobierno tenga por conveniente, no pueden faltar medios a Us., poniéndose antes de acuerdo con los vocales que se crea, deben arrastrarse el concepto de sus compañeros.
Así se contentarán los Pueblos y llevarán las determinaciones, el sello en la voluntad general que tanto importa, no sólo para nosotros mismos, si también para los extranjeros, y no habrá quien diga que tres hombres se han usurpado el poder, y que todo es obra del despotismo.
Bien conozco que hay circunstancias delicadas, que no es dable se pesen por muchos, con el pulso necesario, pero generalmente en esta clase de juntas, hay uno o dos hombres que conducen a los demás por sus talentos o sus virtudes, o porque sin nada de esto se forma un buen concepto de ellos: a los primeros pasos se averigua esto y se trata con ellos lo que se cree más conducente; mas Yo no sé a qué me pongo hablar con U. de esta materia, cuando estoy cierto de que la sabe.
Aunque ignoro el total desastre de Cochabamba, es de presumirlo, y por consiguiente, no queda más disposición que tomar, sino la intentona de Díaz Vélez; por consiguiente, si se logra, se acabaron los mandones de Junta, de Prefectos, de Comandantes de armas, etc., y se podrá plantificar el método adoptado por el Gobierno.
Yo no me he atrevido a tomar providencias, ni a indicarlas por no errar y por no exponerme a hacer desatinos. U. sabe que no conozco el País, que no conozco a sus habitantes, ni menos sus costumbres y carácter, como lo manifesté desde que se me destinó a este pesado cargo, y puedo asegurar a U., con verdad, que me veo no pocas veces perplejo para tomar una resolución, aún en los movimientos militares, ¿cuánto más no sería en los políticos? Crea U. que es una desgracia llegar a un País en la clase de descubridor y que se necesitan los auxilios del Omnipotente para acertar.
Dn. Agustín Dávila me pidió el retiro en el Campo Santo, y se lo concedí, hablando ingenuamente, porque no se tenía mucha confianza de él por los oficiales, porque observaba en él un no sé qué que me disgustaba y porque tampoco tenía en qué acomodar a un hombre que se cree lleno de servicios, y le dije ocurriese al Gobierno para que se le premiase, con la idea de que se me alejase del Ejército, creyéndolo a la verdad sospechoso.
Luego que llegué a este punto no tardó en que me hablase Dn. Julián Zegada, acerca del matrimonio que intentaba contraer aquél con su hija, y me dio noticia de que mientras Yo estaba en Campo Santo, había venido aquí; esto me sorprendió con la idea que tenía de que era sospechoso, y preguntando al Intendente de Salta, si le había dado licencia (pues todavía no estaba retirado y sólo había ido allí con permiso mío) me contestó que sí, y entonces le dije que no le permitiese venir, y felizmente adelantó el Intendente, cuando requerido por Dávila para que le diese pase para ésta, le contestó que
Yo había mandado no viniese ningún retirado del Ejército, cuya idea he sostenido.
El Dn. Julián está acérrimo en su diezmo, y se me explicó, la única vez que me ha hablado, en tono de la mayor desesperación hasta abandonar toda su familia, y dar, como dicen, una campanada; las más pequeñas faltas, es decir, que Dávila es mulato, es hijo adulterino, hombre sin moral; mas éste ser ha sabido ganar al tío de la muchacha, Dr. Gorriti y toda la familia, y me apuran para que le dé licencia para venir, y que se verifique el matrimonio: me sostengo en la orden, y éste es el estado de este negocio por lo que hace a mí, y pues que este individuo ya no es del Ejército, mejor será que sigan su pleito ante quien corresponda, y no se me comisione para un asunto tan odioso, y que por otra parte me quitaría el tiempo tan precioso que necesito; Pueyrredón conoce a todos y él podrá hablar mejor en la materia.
Mucho celebro el buen estado de nuestros asuntos, por lo que hace a Portugueses e Ingleses; espero que de las manos de Us. Salga cuanto antes, un tratado que nos tranquilice por aquellos lados, para que se contraiga nuestra atención al tirano infernal del Perú, que sin fuerzas no lo podemos arrojar, y cada día ha de aumentar las suyas, de buena o mala voluntad; U. sabe el crédito que dan las victorias y como aumentan los secuaces del vencedor; Dorrego hablará a U. de nuestras necesidades y le hablará con conocimiento; no hay que detenerlo mucho, pues me hace falta, y es muy interesante en este Ejército.
Actualmente estoy con cinco oficiales arrestados para formarles Consejo de Guerra, dos por ladrones, de que ya di parte, dos, por haber faltado al respeto a un Capitán delante de la tropa, con mil palabras indecentes; uno por conversación de motín, y aún de haberse explicado que haría conmigo lo que se intentó con Castelli y Balcarce; otro está por haberme perdido cien tiros sin bala de a uno, por el abandono del servicio; a Oyuela voy a mandarlo por insubordinado, mala conducta y porque expuso a un motín su Compañía; es indecible lo que me cuesta meter a estos hombres por vereda; son contados los que medio pueden llamarse oficiales: como ya tengo la experiencia de lo que me sucedió en el Gobierno anterior, y sé que nunca faltan padrinos, aún para los más indecentes...
Pido a Dn. Juan Santa María, Teniente de Artilleros, en este correo, y me alegraré me lo envíen, pues le conozco; es un practicón excelente, lo que ni aún tienen los que andan con los galones en el tal cuerpo.
Basta mi amigo de molestar a U. en quien soy siempre.
MANUEL BELGRANO
Jujuy, 4 de Julio de 1812.”
Fuente. Asoc Belgraniana de Morón
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