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domingo, 30 de abril de 2023

Crónicas del viejo Tucumán: Los Domínguez, una familia de fundadores

Por José María Posse

Abogado/ Escritor/ Historiador 

En la segunda parte del siglo XVIII, Diego Chávez Domínguez dio inicio a una dinastía que marcó la sociedad local. El compromiso de Lorenzo con Yerba Buena. El nacimiento de Lules gracias al cura Zoilo



Una de las familias tucumanas de mayor predicamento durante el siglo XIX, fue la que fundó el general de la Conquista y dos veces Teniente de Gobernador, don Diego Chávez Domínguez al casarse con doña Teresa Rodríguez Vieyra, en la segunda mitad del siglo XVIII. Dueños de una buena parte de la actual Yerba Buena, sus miembros tuvieron una destacada actuación política y social, fundamentalmente durante el siglo XIX.

Lorenzo

Uno de los nietos del fundador, don José Lorenzo Domínguez (conocido como Lorenzo), fue un importante hacendado y político de su época. Patriota de la primera hora, apoyó el movimiento revolucionario de mayo; armó tropas y colaboró con las vituallas de los improvisados ejércitos criollos.

Prestó un importante auxilio al general Manuel Belgrano, aportando caballos, mulas y alimentos en momentos previos a la Batalla de Tucumán, lo que fue agradecido en una misiva firmada de su puño y letra, y que aún conservan sus descendientes.

Además del auxilio material, colaboró a regimentar la tropa de yerbabuenenses quienes, al mando del capitán José de Vera, participaron en las batallas de Tucumán y Salta.

También asistió al general José de San Martín en su paso por Tucumán, brindando su apoyo en la construcción de La Ciudadela y el Hospital Militar. Tiempo más tarde, fue miembro de la Comisión del Cabildo, que honró al general luego de su victoria en Chacabuco, designándolo “Regidor más antiguo, con voto perpetuo”.

Tuvo también una actuación destacada apoyando al coronel mayor don Bernabé Aráoz, durante su breve mandato al frente de la “República del Tucumán”, de la cual fue miembro de la Corte Primera de Justicia, que estipulaba la Constitución de la referida “República”, de tinte federal.

Durante los tiempos de Alejandro Heredia se desempeñó como Comisario General, y dado su temperamento conciliador, ayudó a mantener durante muchos años la paz entre las familias de unitarios y federales enfrentadas, lo que dividía a la sociedad tucumana.

Erigió su hogar frente a la actual plaza Independencia, lindera con la casa de los Alberdi. Se casó con doña María Trinidad Molina, sobrina de los célebres hermanos Manuel Felipe y José Agustín, luego Obispo. Tuvieron varios hijos, entre ellos el cura Zoilo, del cual nos referiremos.

Continuó su vida pública siendo miembro de la Legislatura provincial en reiteradas oportunidades, mientras sus intereses crecían con el comercio, la agricultura y ganadería en sus tierras de Yerba Buena, localidad de la cual fue además un permanente benefactor, uno de sus verdaderos fundadores.

Desde 1810 adquirió propiedades rurales de importancia, especialmente la que se encontraba en la falda del cerro San Javier.

El plano de Bertrés

En 1844, para aclarar los deslindes de sus tierras, encargó al célebre ingeniero Felipe Bertrés el plano con las delimitaciones de sus posesiones, el cual ha llegado hasta nuestros días como uno de los instrumentos topográficos más antiguos.

En el mapa se pueden observar las anotaciones que el autor realizó sobre la región: “Tierras de la Yerba-Buena“, “Sierras de San Javier hacia Taficillo”, “Agua permanente”, “Los Naranjos” (el monte de Los Naranjos); “Las tierras del Ojo de Agua de Cuchillaco”. En la parte central e inferior de la imagen se lee: “Camino denominado el Perú proveniente del pueblo viejo de Tucumán”; “Camino del Tucumán (actual avenida Fernando de Mate de Luna y avenida Aconquija), hacia San Pablo y Lules (actual avenida Solano Vera y ruta 301), “Manantial de Marlopa”, “Tierras de Don Lorenzo Domínguez, Don José Manuel Vera, Don Thomas Ramsay, Don Mariano Bustos”.

En el recuadro inferior izquierdo puede leerse: “Plan topográfico de las posiciones de las tierras de Cuchillaco que se componen de 1.450 V (varas), como se demuestra desde A al punto B, lindero de las de la Yerba Buena, y de este punto a C con 1162 Varas por el Sud y por el Norte D correspondientes al Señor Dn Thomas Ramsay, según el deslinde que practique en 26 de Nov del año 1844. Las 193 y 2/3 Varas correspondientes de E a F al Sr Dn Lorenzo Domínguez, hasta las altas cumbres”.

Gobernador Delegado

Era un hombre culto, su biblioteca era una de las más completas de la provincia. Sin ser abogado, dados sus conocimientos e integridad, fue miembro de la primera Cámara de Justicia de Tucumán, de acuerdo al reglamento dictado en 1841 por el gobernador Celedonio Gutiérrez. Fue precisamente en este gobierno que desempeñó cargos legislativos en forma permanente, llegando a ser presidente de la Sala de Representantes. Fue uno de los firmantes de la aprobación del Pacto de San José de los Arroyos.

Durante los tiempos de don Celedonio Gutiérrez, participó activamente de su gobierno, ejerciendo diversos cargos, entre ellos el de gobernador delegado, en ausencia del titular, ya enfrentado a los liberales, quienes al mando del caudillo José María del Campo derrotaron al federal en la batalla de Los Laureles en 1853.

El feroz cura Campo

El pacífico Domínguez, a pesar de que siempre había sido un vínculo de unión entre las fracciones políticas, sufrió una terrible persecución, que le costó prisión y el embargo de sus propiedades. Las haciendas de sus tierras fueron arreadas para pagar los “costos de la guerra”, junto a diversas exacciones en sus bienes personales. Su hijo, el sacerdote Zoilo Domínguez, quedó preso como rehén en el Cabildo, hasta que don Lorenzo pudiera reunir una importante suma de dinero que se le exigía, por el delito de haber apoyado la causa federal. Luego de ello tuvieron que marchar al exilio.

En carta a Justo José de Urquiza, Domínguez denunciaba: “Yo he sido despojado de todos mis bienes por un caudillo que se alzaba contra las autoridades legalmente constituidas en Tucumán, y que aún siguiendo su plan de subversión, debió atarme como gobernador hasta bajarme del puesto; pero nunca cebarse sobre mí y los míos, ni menos desnudarme y desnudar a mi familia, pues que esto es indigno hasta de las leyes del caudillaje”.

Años más tarde, presentó al gobierno de Tucumán un fuerte reclamo para que le fueran restituidas sus posesiones, lo que finalmente logró, pero con su fortuna significativamente menguada.

Según la tradición familiar, don Lorenzo falleció de un infarto cardíaco, el 19 de diciembre de 1860, poco después del casamiento de su hija Isabel con Eliseo Cantón, con célebre descendencia.

Sus restos fueron sepultados en el cementerio de la Catedral de Tucumán, lindante a la misma. No ha quedado retrato alguno sobre él, pero su obra benéfica en Yerba Buena perduró en sus hijos, quienes donaron la primera toma de agua, una vertiente natural, ubicada en la zona conocida como “Monte de los Naranjos”, lo que benefició a los habitantes del primer asiento poblacional de Yerba Buena.

Una calle del actual municipio yerbabuenense recuerda con justicia su nombre.

El cura Zoilo fue un joven distinguido, vivaz, alegre y bromista, en el recuerdo de sus contemporáneos. Amigo de Marco Avellaneda y Florencio Varela, entre otros, estudió sus primeras letras en el convento de San Francisco y luego en las universidades de Córdoba y Buenos Aires, obteniendo en ésta última su doctorado en Teología en 1842.

Fue cura en Monteros y Famaillá; anotamos como curiosidad que fue quien bautizó a Julio Argentino Roca, cuya familia era pariente del futuro presidente, por los Tejerina-Domínguez. Sus contemporáneos recordaban su encendida oratoria, y la simplicidad con la que explicaba temas complicados. También fue un poeta reconocido, quien dejó escritos algunos cuadernillos que se publicaron en sus tiempos; algunos de ellos aún se conservan.

Participó también de la vida pública, representando a Monteros y Famaillá en la Sala de Representantes.

Como ya vimos, al igual que su familia sufrió las persecuciones del gobernador liberal José María del Campo, razón por la cual sufrió persecuciones y el destierro, del que no regresaría.

Fundación de Lules

Sin duda, el cura Zoilo pasó a la historia por ser el fundador del Pueblo de Lules. Extasiado por la quebrada, que recordaba a los antiguos habitantes de la zona, los Lule, adquirió una importante fracción de tierras en 1849. Dos años más tarde, decidió edificar un oratorio público en honor a San Isidro Labrador y se comprometió a sostenerlo con todos los requisitos que prescribía el rito católico. Al lado construyó su vivienda de dos plantas y un espacioso patio. El 20 de noviembre de 1851 solicitó al obispo el permiso respectivo, el que le fue otorgado, fecha que es tomada como la de la fundación de la actual ciudad de Lules.

En una nota de 1926 de su sobrino, el Dr. Eliseo Cantón, lo recordaba: “Tuvo el gran mérito de haber fundado en terrenos de su propiedad, cedidos en buena parte al público, la floreciente villa de San Isidro de Lules… obra suya fue el trazado y delineación del futuro pueblo que en nada se diferencia a los tradicionales modelos españoles para esta clase de construcciones: plaza central cuadrada y las clásicas manzanas del damero colonial”.

Como vimos luego de la sangrienta Batalla de Los Laureles, el 25 de Diciembre de 1853, fue encarcelado, engrillado y luego perseguido por la filiación federal de su familia. Tuvo que exilarse en Salta, donde fue párroco de Rosario de la Frontera durante siete años; luego sería trasladado al curato de Santa María en Catamarca, donde falleció a consecuencia del paludismo el 26 de junio de 1865.

Años más tarde, sus restos fueron traídos a Tucumán y depositados en el templo que erigió. En 1996 a instancias del por entonces párroco de la localidad, Miguel Alderete Garrido, se exhumó el cadáver de don Zoilo con el objeto de restaurar su féretro ya deteriorado por el tiempo y la humedad. En la observación de su vestimenta mortuoria, se pudo constatar fehacientemente el hábito sacerdotal, su alba y demás accesorios que se conservaron de manera extraordinaria.

Nunca pudo disfrutar de la conclusión de su obra, ni dar misa en la que se considera como la “iglesia Fundacional”. Fueron sus familiares quienes se encargaron de continuar la labor inicial del cura Zoilo, a quien se recuerda con un monumento en la entrada de la hoy populosa ciudad de Lules, en honor a su creador.

Los Cantón Domínguez

Los hermanos Cantón merecen un capítulo aparte, todos ellos tuvieron un extraordinario rol en la vida política y social argentina. A modo de síntesis, podemos registrar al Dr. Eliseo Cantón, célebre médico científico, quien tuvo una valiente participación durante la epidemia del cólera que azotó a Tucumán en 1886-87. A riesgo de su vida atendió a los infectados, muchos de los cuales pudo salvar gracias a su dedicación y conocimientos.

También se recuerda su labor con 23 años de edad, ya estudiante de medicina, como expedicionario en el Chaco. La misión era dirigida por el general Benjamín Victorica, cuya misión era llevar la modernidad a esos parajes todavía inexplorados; lo que terminó siendo una escuela de vida para el joven tucumano, quien le tocó tratar con indígenas que nunca antes habían tenido contacto con la civilización occidental. Muchos de ellos fallecían de enfermedades que ya tenían cura por la medicina naciente.

Enrolado en política, desde el partido liberal fue diputado nacional por su provincia en tres oportunidades (1888-92; 1894-98; 1898-1902). Radicado en Buenos Aires, representó a esa provincia dos veces ante el Congreso. También le tocó ser Interventor Federal en Córdoba, cargo en el que demostró su ductilidad en el trato con propios y adversarios. Como vicepresidente de la Cámara, trató el tema del proyecto sobre el agua pública en Tucumán, fuente de la Ley de Riego que dio solución a graves problemas que padecía la provincia, a efectos de crear una solución justa en la distribución del agua que utilizaban tanto los industriales como los agricultores en nuestra provincia.

Como científico, llegó a ser una de las mayores autoridades en obstetricia de la época. Fundó la escuela práctica de medicina y la morgue de Buenos Aires. Pero su mayor legado fue sin duda ley para la expropiación de las manzanas donde se erigió el Hospital de Clínicas de Buenos Aires; un busto frente a la  Facultad de Medicina de Buenos Aires recuerda su fecunda labor en los primeros años de aquella institución, donde fue dos veces vicedecano e inolvidable profesor. Es autor de varios libros, que deberían ser reeditados. El Hospital de Lules recuerda su nombre.

Su hermano, el Doctor en Jurisprudencia, don Zoilo Cantón, fue un destacado abogado y político de su época. Graduado de bachiller en el Colegio Nacional en 1885, marchó a estudiar a Buenos Aires el año siguiente. Se graduó de abogado y doctor en jurisprudencia en 1895. Radicado en la Capital Federal, donde formó su familia al contraer matrimonio con Fanny Carman. Abogado de pleitos importantes y profesor del Colegio Nacional porteño, entre otras funciones fue miembro del primer directorio de Obras Sanitarias de la Nación y subsecretario del Ministerio de Guerra. Era un activo militante del Partido Autonomista Nacional. Se desempeñó como secretario del doctor Carlos Pellegrini, y en 1906 lo eligieron diputado nacional por la Capital, hasta 1910. Fue designado presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara. En otro orden, se dedicó exitosamente a las empresas agrícolas, ganaderas y forestales, en el establecimiento modelo que formó en la entonces Gobernación del Chaco, y en su gran estancia salteña de Urundel. El doctor Zoilo Cantón falleció casi centenario en Buenos Aires, el 25 de junio de 1960 (Carlos Páez de Torre, “Hermano de Eliseo Cantón”;  La Gaceta; 14 de Julio de 2014). El Dr. Cantón fue famoso también por su coraje personal, varias veces se batió a duelo por honor.

Agradecemos estos datos históricos a Beatriz y Antonia López Domínguez; a Serapio y Fernando Correa Domínguez, descendientes de don Lorenzo y depositarios de su legado.

A la memoria del Dr. Enrique López Domínguez

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