por Carlos Fabián Romiti Acevedo
El argentino medianamente culto sabe que el presidente Alfonsín descendía de gallegos, recordando su promocionado viaje a Ribadumia, Galicia, España, de hondo impacto familiar en ambos lados del Atlántico, cuando ejercía la primera magistratura de
Argentina. Otros además recordarán a su anciana madre, Ana María Foulkes, descendiente de británicos, y por ende pensarán al citado presidente como mitad gallego y mitad británico. En realidad, matemáticamente, la cosa no es tan así: De los dieciséis
tatarabuelos de Alfonsín ocho le corresponden por parte materna: de éstos, cuatro son británicos (Foulkes- Logdon, Ford – McViccar, a quienes no hemos estudiado), dos son vascos (el matrimonio Etchegoyen – Galarreborda) y dos son criollos (Lorenzo Iseas y
Mariana Melo de Iseas, vecinos que fueron de la Provincia de Córdoba); de los ocho tatarabuelos restantes que le corresponden por parte paterna al mandatario radical, cuatro son gallegos (Alfonsín – Cores, Feijóo – Barreiros), dos son alaveses (que damos
a conocer aquí, con su ascendencia, como se verá oportunamente) y los otros dos son de vieja raigambre argentina: Liborio Rodríguez y Celestina Albornoz. Sobre la familia de este antepasado Rodríguez es que desarrollamos la primera parte de esta presente
investigación. El olvido de los antepasados criollos de Alfonsín no es casual: una de las consecuencias de la gran inmigración fue la construcción de un imaginario que circunscribe el pasadofamiliar de los argentinos a orígenes europeos migrantes (“los argentinos descienden de los barcos”). La ausencia de lo “criollo” (que también es una construcción de fines del siglo XIX, con otras derivas, véase el clásico A. Prieto, El discurso criollista en laformación de la Argentina moderna, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, ed. original, 1988) en la percepción familiar contemporánea de la clase media argentina tiene que ver con esto.
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