Tras la muerte de Sancho Alfónsez en la batalla de Uclés (1108), único hijo varón de Alfonso VI de Castilla y León y fruto de un romance extramarital con la "mora" Zaida, el Rey decidió nombrar heredera al trono a su hija Urraca, viuda de Raimundo de Borgoña. Para aceptar aquella insólita decisión -y nombrar heredera a una mujer lo era-, los nobles exigieron que la princesa se volviese a casar. Y a pesar de los muchos pretendientes castellanos, el monarca eligió al Rey de Aragón, Alfonso I el Batallador.
En 1109 falleció Alfonso VI y comenzó lo que podría haber sido el primer intento de unificación de los distintos reinos de la península. Apenas duró un suspiro. El miedo a perder sus privilegios por parte de los nobles castellanos y, sobre todo, de los gallegos, y los caracteres tan dispares de los esposos, pues eran frecuentes las peleas e incluso Alfonso llegó a encerrar a Urraca, hicieron que estallase un nuevo conflicto. Los nobles se levantaron contra el Rey de Aragón y ofrecieron su apoyo a Alfonso Raimúndez, el futuro Alfonso VII de Castilla y León, hijo de Urraca y Raimundo de Borgoña. El Batallador entró en Castilla y hasta aquí el contexto histórico.
"Habéis obrado no como débil mujer, sino como fuerte varón y debéis llamaros Varona, vos y vuestros descendientes y en memoria de esta hazaña usaréis las armas de Aragón".
Estas fueron las palabras que Alfonso VII dirigió a la protagonista de esta historia, María Pérez la Varona. Además de la propia leyenda de esta valerosa mujer, encontramos sus hazañas en la obra de Lope de Vega, pues es la protagonista de la comedia La Varona Castellana (1617) y hay referencias en otros de sus textos, así como en el Semanario Pintoresco Español de 1848. Así que, con vuestro permiso, que sea la pluma del autor más prolífico de nuestra literatura la que guíe esta historia:
"Alborótase Castilla con tener Rey de Aragón; que su altiva condición piensa que afrenta y humilla. Casó con Alfonso Urraca, teniendo Castilla Rey [...] Mas yo levantaré nuestra bandera, bordada de castillos y leones, contra las barras que vencer espera, entre los castellanos escuadrones..."
Cuenta la historia que María Pérez vivía junto a sus dos hermanos Alvar y Gómez. La familia, partidaria del hijo de Urraca de Castilla, el futuro Alfonso VII, se unió a los que se levantaron en armas contra el Rey de Aragón y, aunque las normas de la época dictaban que los hermanos varones partieran a la batalla y María quedase en la hacienda, en esta ocasión no iba a ser así: María insistió en que ella también lucharía por la causa castellana.
Conociendo su determinación y sabiendo que no daría su brazo a torcer, sus hermanos le ayudaron a prepararse para la batalla y le rogaron que no se desprendiese de la celada (pieza de la armadura que cubre y protege la cabeza), para ocultar su condición de mujer. Marcharon los tres hermanos y se incorporaron al ejército castellano. El enfrentamiento de los ejércitos tendría lugar en tierras de Soria...
"Con la confusión del combate, se apartó María de sus hermanos y por la oscuridad de la noche no se pudieron hallar unos a otros y se vino a encontrar con el rey de Aragón don Alfonso el Batallador, que también se había apartado de los suyos y trabándose los dos en una reñida contienda, se le quebró la espada a María Pérez, pero con el trozo que le quedó rindió al monarca aragonés y le hizo prisionero, llevándole ante el rey Alfonso VII de Castilla [...]
Cuando encaminándose a la tienda del monarca salieron al encuentro Gómez y Alvar, profiriendo en extremos de júbilo el nombre de su hermana, a quien volvían a encontrar después de tan sangrienta noche, si bien extrañándoles que un hombre la acompañara apreciando su recato singular.
¿Cómo es eso caballeros -dijo el Rey-, una mujer me ha vencido? ¿Una mujer me lleva preso?
Infeliz de ti, Aragón -exclamó Gómez-, que no has podido sufrir mayor injuria que el verte sometido al sexo débil. Caminad, caminad, infortunado príncipe, que ya se descubre la tienda del magnánimo Alfonso VII. No os ruboricéis de haberos dejado cautivar de una dama, que es hermosa como pocas y valiente como vos. Pero mejor se alaba el castellano de la ilustre doncella que llamaron Varona, que al Rey aragonés prendió arrogante, origen del linaje Barahona.
En el campo que llaman Barahona [Soria], de donde ahora el apellido viene: honre Castilla la inmortal Barona, y el varonil furor el curso enfrene, pues que, venciendo un Rey fuerte y bizarra, ganó por armas de Aragón la barra"
María, llamada ya la Varona de Castilla, contrajo matrimonio con el infante don Vela, señor de Ayala (Álava), de cuyo enlace nacería Rodrigo Varona, el primero de la estirpe que, siguiendo las órdenes del Rey, llevó dicho apellido.
Tras el fallecimiento de su marido, se trasladó con su primogénito a Villanañe de Valdegovía (Álava), donde hoy en día, a las puertas de la Torre-Palacio, propiedad de la familia Varona, se puede contemplar una escultura heráldica que muestra el busto de una mujer, con armadura y celada y una espada rota, y bajo dicho busto el escudo con las barras de Aragón. María Pérez se retiró en los últimos años de su vida al Monasterio de San Salvador de Oña (Burgos), donde reposan sus restos.
Durante el Siglo de Oro español aparece un personaje recurrente en la literatura y, sobre todo, en el teatro: la mujer varonil o disfrazada de hombre, en contraposición del estereotipo popular de mujer pasiva y desamparada. Autores como Luis Vélez de Guevara, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca y Rojas Zorrilla, entre otros, expusieron en sus obras de diversos modos las complejidades de la mujer disfrazada de hombre.
Fuente: eleconomista.es
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