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jueves, 24 de marzo de 2022

Un 24 de marzo de 1824 en Trancas. Morir como un valiente - Vida, obra, pasión y muerte del coronel mayor Don Bernabé Aráoz

Por 

José María Posse

Abogado / Historiador / Escritor

    Bernabé Aráoz era un poderoso comerciante y estanciero tucumano, nacido en Monteros hacia 1776.

 Fue don Bernabé quién convenció al general Manuel Belgrano a presentar batalla en Tucumán, en septiembre de 1812, poniendo en garantía sus bienes.

 Aráoz y su familia, brindaron a Belgrano el apoyo en hombres, armamentos y logística necesaria, gracias a los cual se obtuvo la victoria del 24 de de septiembre de 1812.

 Don Bernabé, fue ascendido al grado de coronel mayor, luego de guiar las tropas de milicianos tucumanos, en la Batalla de Salta, destacados en el parte de guerra.

 En 1814 se lo designó como  primer gobernador de la provincia autónoma de Tucumán, convirtiéndola desde el fuerte de la Ciudadela, en un bastión de la Revolución Sudamericana.

 En 1816, desde su cargo como gobernador provincial, organizó y alentó el Congreso que nos dio libertad e independencia. 

 En 1820, al caer el Directorio el gobernador Bernabé Aráoz fundó la República de Tucumán, a la que dotó de una constitución federal que se estudia como modelo.

 En conflicto con los líderes del partido unitario, fue depuesto y luego de una breve prisión, se ordenó su fusilamiento, convirtiéndose en el primer mártir de federalismo en el NOA.


  El 23 de marzo de 1824, un día antes  de ser arbitrariamente fusilado en Trancas, el ex gobernador de Tucumán, coronel mayor Bernabé Aráoz, escribió unas líneas sobre sus créditos y deudas. Elegimos tres cláusulas, retocando la ortografía. Una: “don Juan Antonio Rodríguez, vecino de Jujuy, mandó una partida de estaño con destino a Buenos Aires y la entregué a don Eduardo Sosa: era una porción considerable; dará razón del número que fue, don José María Orueta”.  Otra: “La estancia que fue de don Mariano Cossio en los Arocas, la compré. Don Rufino Cossio dirá lo que es”. Y otra: “con don Borja Aguilar tengo otra cuenta: él me suplió 100 pesos; él me debía unas piezas de bayeta y tejuelas, si me las pagó debo los 100 pesos y si no, me deberá un pico: él dirá”. Era la época en que la palabra era suficiente . 

  El Dr. Carlos Páez de la Torre, publicó hace unos años un fragmento de unos “Apuntes que hago en artículo de muerte y entrego al Sr. Cura y Vicario Dr. Dn Miguel Martín Laguna”, manuscritos y firmados por Bernabé Aráoz. Fechados en Trancas el 23 de Marzo de 1824, donde dispone acerca de sus créditos y deudas. En artículo de muerte apunta algunos activos que le quedan: En Monteros: “ cinco cuadras y de sud a norte del Río de Romanos al Arroyo de cerca de Aranilla”…”el finado Mañuco Bustos me vendió dos o tres cuadras de frente y todo el fondo de la estancia de la Yerba Buena pegado a lo de D. Lorenzo Domínguez”… Además había vendido a Bartolo Barros “en el sitio que tengo cerca de la Aduana, toda la cuadra que mira al poniente, con cincuenta varas de fondo”. En las últimas líneas, sobre sus cuentas pendientes con la testamentaría de Anselmo Sáenz Valiente, dice: “…como ya no me han dejado nada en casa, se le puede ceder los sueldos que me debe el Estado… quiero que mi mujer sea mi único albacea y que ella haga el inventario de los pocos bienes que me quedan ”…

  El 24 de marzo de 1824, en uno de los hechos más controversiales de la historia provincial, Ferreyra dispuso fusilar a Bernabé Aráoz, sin juicio alguno y de la manera más arbitraria posible. Su ejecutor fue el oficial Juan Antonio Yolis, a quién Juan B. Terán describió como: “un hombre frío y cruel; servía para esos fines siniestros cuya responsabilidad los tiranos desean dejar en la oscuridad”.   

 A la sazón, era párroco de la Iglesia de Trancas el cura Miguel Martín Laguna, pariente político de don Bernabé. Se confesó con él y le entregó una carta testamento dirigida a su mujer, doña Teresa Velarde. Fue Laguna quién labró el acta de defunción, donde consta que Aráoz tenía 48 años al morir .

  El gobernador don Javier López informó sobre el particular de manera escuetamente a la Sala que: “detenido en el punto de las Trancas el coronel mayor don Bernabé Aráoz, mientras se vencían dificultades e inconvenientes para fijarle destino, ha pretendido hacer fuga seduciendo a la tropa y por ese motivo el comandante comisionado don M. F. para cuidar de su seguridad ha tomado la resolución de fusilarlo, según consta en el parte que en copia se acompaña para inteligencia de la H. RI. A quién el gobernador de la provincia saluda respetuosamente, ofreciéndole distinguida consideración”. .      

   Según la narración del capitán Andrews, el mismo Javier López le relató los últimos minutos de la vida de Aráoz: “preparose a aceptar valientemente su destino, sin vacilaciones. Fue su última acción fumar un cigarrillo de papel, del que, al estar casi consumido, hizo caer la ceniza con los dedos, al mismo tiempo exclamó filosóficamente: ¡La existencia humana es como estas cenizas! Luego se sometió la sentencia sin temor . 

  Cuenta la tradición lugareña que Bernabé Araóz miró a los dubitativos soldados del pelotón a los ojos y con severidad les ordenó que dispararan. Fue su última orden antes de pasar a la leyenda de los gauchos que enarbolaron su nombre desde entonces como el sinónimo del caudillo bravo y popular que los guió en las Batallas de Tucumán y Salta a la victoria.

 El general José María Paz escribió en su diario de marcha acerca del fusilamiento de Bernabé Aráoz: “A la tarde vuelve el coronel Canseco, con la noticia de que don B. Aráoz fue fusilado el 23 en el pueblo de Trancas”. 

  Destaca la enorme entereza demostrada en su último trance y agrega: “Ha muerto como un valiente, su muerte trágica nos da una lección sobre las vicisitudes humanas…” 

  El primer biógrafo de Bernabé Aráoz, Ricardo Jaimes Freyre escribió acerca de las circunstancias de la muerte del caudillo: “Así termino su vida el prócer que había encarnado durante diez años el sentimiento de noble y viril altivez del pueblo de Tucumán; el más amado y el más prestigioso de sus caudillos políticos, sobre cuya tumba podría gravarse, como epitafio, las palabras con que los dos más grandes capitanes de la independencia argentina rindieron homenaje a sus méritos y a sus virtudes.” 

  El comandante Martín Ferreyra no sufrió ningún tipo de amonestación ni se le realizaron cargos o exigieron mayores explicaciones sobre su arbitraria y a todas luces ilegal determinación. La única documentación existente acerca de las razones del fusilamiento del ex gobernador Bernabé Aráoz surge de los informes escuetos, por cierto, de Javier López. Los miembros de la Sala de Representantes no se expidieron al respecto ni exigieron una investigación. Nadie protestó por la modalidad del fusilamiento de Aráoz, de lo cual se hizo exclusivamente responsable Ferreyra, quién siguió con su vida  sin ser molestado en los años posteriores . Incluso, el verdugo de Aráoz, Yolis tendría tiempo después una banca en la Sala de Representantes…

  Al decir de Gabriela Tío Vallejo, “ la violencia se fundía con la ingenuidad: el asesinato de Bernabé Aráoz y el casamiento celestinamente preparado por la sociedad tucumana entre Javier López y la hija de Diego Aráoz, “la rubia de la patria”, son las dos caras de una época contradictoria” .

 El germen del descontento quedó instaurado en la sociedad tucumana. El fusilamiento de Bernabé y de su hermano Pedro Juan Aráoz, más la brutal represión posterior no se olvidaría fácilmente. Tiempo después estallaría en la venganza que haría suya un pariente y partidario Aráoz, me refiero al célebre Gregorio Aráoz de Lamadrid, quién derrocaría a Javier López e iniciaría otra escalada de violencia y luchas fraticidas inexcusables.

  Se retiraba así para siempre del escenario político del país, uno de los hombres de mayor predicamento en la región. Bernabé Aráoz, quien fuera una persona rica y poderosa y a pesar de haber tenido en sus manos la fortuna de estos pueblos, moría empobrecido y abandonado a su suerte por aquellos, quienes hasta hacía poco tiempo habían sido sus más cercanos colaboradores. Lo había entregado todo a la causa de la Patria naciente: vida y fortuna.

Fragmento del libro: BERNABÉ ARÁOZ, EL TUCUMANO DE LA INDEPENDENCIA.

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