Alan Murúa tiene 36 años y lanzó un emprendimiento de obituarios virtuales para colocar sobre lápidas y nichos. Busca resignificar la relación con la muerte
Hasta el 2021, Alan Murúa (36) prácticamente no había pisado un cementerio. La única vez que lo hizo, dice en videollamada con Infobae, fue para visitar a sus abuelos. Pero como era muy chico, los recuerdos son poco nítidos. “Estaba desactualizado”, asegura.
Alan es fotógrafo, restaurador de imágenes y abogado aficionado a las Sucesiones. El año pasado, en plena pandemia y con el negocio de fotografía “drásticamente estancado”, combinó sus tres pasiones para darle vida a “Buenas Memorias”: un obituario virtual al que se accede al escanear, con el teléfono celular, un código QR que se coloca sobre la lápida o nicho de un ser querido.
Para ver si su idea podía ponerse en práctica, Alan decidió hacer una recorrida por distintos cementerios. Lo hizo en el de la Chacarita, el más grande de los porteños. También pasó por el cementerio Municipal de Azul, la ciudad de donde es oriunda su novia; y el de Saladillo, donde él nació. Gracias a ese trabajo de campo, explica ahora, pudo mejorar la propuesta que vio la luz hace un par de meses.
En tiempos donde la muerte se volvió mucho más presente en nuestras vidas y, luego de que la Pandemia aniquiló el ritual funerario, “Buenas Memorias” invita a recuperar la conexión con los que no están a través de la tecnología. ¿En qué consiste este obituario virtual? ¿Qué se necesita para hacerlo? ¿Por qué alguien querría colocarlo donde descansa un ser querido? ¿Y por qué no?
En la ciudad de Saladillo, ubicada al centro de la provincia de Buenos Aires, muchas personas reconocen a Alan por los eventos que registró a través de su lente: bautismos, fiestas de 15, casamientos, aniversarios. “Algunos ni siquiera saben que soy abogado”, bromea Alan que, a pesar de estudiar Derecho, jamás dejó de sacar fotos. El oficio, dice, lo heredó de su papá Daniel. A diferencia de él, una de sus tareas favoritas es la restauración digital de fotos antiguas.
“Paso horas sentado en la computadora ‘limpiando’ rayas, arrugas, marcas, manchas y perfeccionando imágenes con ayuda del Photoshop”, explica acerca del trabajo artesanal que hace sobre las fotos, que sus clientes luego enmarcan y colocan en las lápidas de sus seres queridos.
El año pasado, mientras cursaba a distancia una especialización en “Derecho y Tecnología” en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) Alan realizó una investigación que luego plasmó en un ensayo sobre los códigos QR (del inglés Quick Response Code: Código de respuesta rápida). Eso, dice, fue el germen de de “Buenas Memorias”.
“Con el auge de la digitalización, hoy por hoy, los códigos QR forman parte de la cotidianeidad urbana. Los vemos en las mesas de los bares, en las cajas de los supermercados y hasta en los taxis. ‘¿Por qué no podríamos verlos en las lápidas?’, pensé”.
¿Cómo funciona el QR? “Una vez colocado, lo escaneás con el celular y accedés a un link. Ese link te lleva a biografía personalizada de ese ser querido (que pueden redactar los familiares o yo, a partir de un cuestionario), que incluye fotos o videos. Es una forma de mantener los recuerdos presentes y de darle un sentido distinto a la visita al cementerio. Uno puede estar ahí, mirar las fotos, leer la biografía… Recordar de una manera diferente. También hay una opción de dejar condolencias, anécdotas o historias mediante comentarios de Facebook”, explica.
El código se puede grabar en tres materiales diferentes: sticker adhesivo ($2.800); acrílico símil metal plateado o dorado ($3.500); o acero inoxidable ($4.200). “Para las tumbas que están al aire libre, lo ideal es el acero inoxidable ya que resiste al desgaste que pueden ocasionar la exposición solar y la lluvia. La calcomanía o el acrílico funcionan muy bien para los nichos”, dice Alan. El proceso de producción demora entre una semana y diez días y luego se envía a cualquier parte del país por correo.
Hasta el momento, son pocos los que saben de la existencia de “Buenas Memorias”. Como muestra de apoyo, algunos amigos y conocidos de Alan decidieron encargar el QR para colocar en la tumba de algún familiar.
“En la cultura argentina, el tema de la muerte sigue siendo un tabú. Todos, de alguna u otra manera, le tenemos miedo. Pero creo que con el tiempo nos vamos a ir aflojando. Por eso, la propuesta a futuro es que cada uno diseñe su propia autobiografía”, se despide Alan y la (re)pregunta queda flotando en el aire.
“A vos, ¿qué te gustaría que dijera la tuya?”.
Fuente: Infobae
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