Desde finales del siglo XIX, época en la que los vascos estaban migrando masivamente a América, en Antioquia una serie de individuos, muchos de ellos intelectuales, entre extranjeros y nacionales, proponían como factor predominante de los antioqueños su ascendente vasco
Personajes decimonónicos, entre intelectuales, escritores y políticos, que portaban apellidos vascos como por ejemplo Manuel Uribe Ángel (1822-1904), Camilo Antonio Echeverri (1828-1887), Rafael Uribe Uribe (1859-1914) y Eduardo Zuleta Gaviria (1864-1937), entre otros alimentaron estas creencias
Los estudios genealógicos, sobre todo los elaborados durante el siglo XX, comenzaron a indagar sobre las raíces de los antioqueños, encontrándose con frecuencia en apellidos que habían sido importantes en la región, con aquellos que provenían de los territorios históricos vascos, los cuales fueron resaltados entre el resto de apellidos españoles y europeos.
Uno de los primeros en hacer énfasis en esta particularidad fue el jesuita vasco Luis Gorostiza, quien a principios del siglo se hallaba presente en el colegio de San Ignacio de Loyola de Medellín y al toparse con números apellidos vascos que le recordaban su patria, decidió realizar un estudio genealógico sobre el origen de éstos
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