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lunes, 25 de mayo de 2020

Tucumán y la Revolución de Mayo

por José María Posse

Tucumán, Salta y Jujuy, fueron los escenarios de nuestras guerras por la Independencia. El germen revolucionario nacido en Buenos Aires, se desarrollaría en nuestra región, convirtiéndola en un baluarte de la Patria naciente.



En los primeros años del Siglo XIX, San Miguel de Tucumán era apenas una aldea de no más de 6.000 habitantes. La vida giraba en torno a la plaza principal, donde se encontraba el Cabildo, la Iglesia Catedral (en estado ruinoso), y el templo de San Francisco.

En sí, aquel villorrio era pobre y sus habitantes se encontraban aislados y lejanos a los acontecimientos que sobrecogían al mundo. Napoleón Bonaparte se paseaba triunfante por la vieja Europa y las naciones modificaban sus fronteras al antojo del Corso. Por todo ello, los tucumanos recién tuvieron noticia de los hechos de Mayo el 11 de junio de 1810.

Un chasque enviado a mata caballos por el cabildo de Buenos Aires informaba de los acontecimientos del 25 de Mayo. En la noticia se instaba a que San Miguel de Tucumán rindiera obediencia a lo allí tratado y se enviara a la brevedad un representante a los efectos de erigir un nuevo gobierno para las Provincias Unidad del Río de la Plata, salvaguardando a todos los efectos los derechos del monarca prisionero de Bonaparte.

Lo que los revolucionarios tramaban era aparentar sumisión, y con la excusa de “preservar los derechos del Rey”, constituir un gobierno criollo para luego avanzar en la Independencia definitiva. Ello se conoce como “La máscara de Fernando VII”.

El cabildo de Tucumán no contestó de inmediato ya que era subalterno del gobernador intendente con asiento en Salta. Así las cosas, la respuesta quedaba pendiente de la resolución del Gobernador Nicolás de Isasmendi. Pero no es cierto que los tucumanos se cruzaron de brazos a esperar la decisión del salteño. Por el contrario, se reunieron y discutieron arduamente lo que debía hacerse.

A ésta altura de las circunstancias comenzaron la lógica serie de cabildeos entre los españoles y los criollos ( españoles americanos, como se definían los partidarios del Rey), quienes manifestaban opiniones encontradas.

Por supuesto que los “realistas” no se dejaban engañar con las verdaderas intenciones de los revolucionarios, mientras que éstos trataban de convencer a la mayoría.

El más ferviente defensor de los derechos del Rey prisionero, era el gallego don Manuel Posse. Por esa época, don Manuel pisaba ya los 60 años. Nacido en España, era un comerciante enriquecido por el monopolio español en las colonias americanas. Gozaba de todas las prerrogativas por se “español peninsular”, era lógico entonces suponer que resistiría el "nuevo orden".

Desde el comienzo miró con desconfianza las proposiciones de los criollos. Al día siguiente de la reunión del cabildo tucumano, preparó tres borradores: por uno de ellos contesta, como Cabildo de Tucumán, al de Buenos Aires:"...Las pequeñas demostraciones que ha hecho este pueblo ( se trata, sin duda, de las expresiones revolucionarias ) no dejan de manifestar... amor al soberano"...Con otro borrador, responde al Gobernador Intendente de Salta denunciando que en el Cabildo de Tucumán hubo "propuestas sediciosas"; que se citaba a la gente de la campaña, y que "el vulgo de ánimo superficial" estaba dispuesto a cualquier desastre". Un tercer informe fue enviado al gobernador contrarrevolucionario de Córdoba.

Ese patriotismo improvisado, con el cual los viejos textos escolares enseñaron nuestra historia de manera cuasi romántica, resulta en si ofensiva a la memoria de aquellos peninsulares que luchaban por sus creencias. Se daba el caso que bajo un mismo techo, existían fervorosos sostenedores de una germinal idea independendista y otros conservadores del antiguo orden.

A las dos semanas, se reunió nuevamente el vecindario en el Cabildo de Tucumán para leer el oficio del gobernador salteño quién aceptaba las condiciones de los porteños, con algunas objeciones. Pero también se leyó un oficio del gobernador de Córdoba donde se anunciaba un próximo juramento a la Junta de Cádiz e invitaba a Tucumán a sumarse a la resistencia.

Dr, Juan Bautista Alberdi


Es entonces cuando tomó la palabra el Dr. Nicolás Laguna y en un enérgico discurso, solicitó una inmediata reunión general de representantes de todas las poblaciones del actual territorio tucumano, a los efectos de acordar una forma de gobierno para Tucumán. Proponía que se continuara con los lazos fraternales hacia Buenos Aires, sin prestarle obediencia a los porteños. Sin dudas, es ésta la primera vez que se registraba una moción de ideas democráticas y federales en nuestro suelo, todo un acontecimiento digno de destacarse.

Por fin primó la idea de los criollos, acaudillados paradójicamente por el español Salvador Alberdi (padre del Dr. Juan Bautista Alberdi), designándose un diputado a la   Junta. El elegido fue el Dr. Manuel Felipe Molina.

El 25 de junio de 1810, el la fecha histórica que marca la adhesión de Tucumán a la revolución precursora de la Independencia Argentina.

Se decidió además que los tucumanos aportarían armas y provisiones para las tropas que habían partido desde Buenos Aires para sofocar los focos opositores realistas en Córdoba.

La orden que recibió el Cabildo tucumano fue que se debía alistar doscientos hombres aptos para el servicio de las armas, que compondrían un escuadrón de alabarderos destinados a engrosar la expedición.

La mayoría de la población de la provincia (además de la ciudad de San Miguel, cada pueblo y caserío de la campaña), se movilizó, haciendo llegar armamentos, víveres, animales de carga y de transporte para las tropas en marcha. El historiador Ricardo Jaimes Freyre escribió al respecto: “Toda la juventud de Tucumán acudió a alistarse. Fue necesario contener este desbordamiento de entusiasmo, limitándose los jefes militares a la cifra de doscientos hombres fijada por la  Junta de Buenos Aires”.

Al ingresar el grueso de las tropas comandadas por Castelli y Ocampo, se los recibió con la ciudad iluminada como un día festivo y se les rindió honores de una fuerza triunfante. Luego continuaron el largo y difícil camino al Alto Perú (hoy Bolivia), donde se esperaba una fuerte reacción por parte de los españoles.

El nutrido grupo de esos jóvenes tucumanos formaron parte de ese improvisado Ejército Libertador, que obtuvo su primera victoria en las orillas del Río Suipacha, la que fue celebrada con gran júbilo en Tucumán.

Así, nuestra provincia tiene el honor de haber sido una de las primeras en apoyar el movimiento revolucionario de Mayo, lo que no ha sido debidamente reconocido por la historiografía nacional.

BIBLIOGRAFÍA:
1.  RICARDO JAIMES FREYERE, EL TUCUMÁN COLONIAL (Documentos y Mapas del Archivo de Indias), Tucumán 1915.
2. RICARDO JAIMES FREYRE, TUCUMÁN EN 1810, NOTICIA HISTÓRICA Y DOCUMENTOS INÉDITOS. Tucumán 1909.- Ambos reeditados por la Fundación Lilloen la Coleccióndel Bicentenario. Tucumán, 2016.
3. EDURDO ROSENZVAIG “HISTORIA SOCIAL DE TUCUMÁN Y DEL AZÚCAR, AYLLU, ENCOMIENDA, HACIENDA, TUCUMÁN 1986.
4. CARLOS PAEZ DE LA TORRE, HISTORIA DE TUCUMÁN, EDIT Plus Ultra 1987.-
5. JOSÉ MARÍA POSSE, “EL ESPÍRITU DE UN CLAN”, Edit. Sudamericana 1993.-

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