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lunes, 6 de abril de 2020

Tucumanos en Malvinas: La Leyenda del "Tucha" Varela

Autor: José María Posse

CARLOS MANUEL VARELA, nació en la ciudad de Concepción, Provincia de Tucumán, el 13 de Febrero de 1948. Estudió en su ciudad natal y luego en San Miguel, en el colegio Tulio García Fernández, cuna de pilotos de guerra.


Desde pequeño demostró su pasión por los aviones. Contaba su madre que con el sólo ruido de uno de ellos, se paraba en la calle a mirar al cielo buscándolo.

A temprana edad tuvo clara su vocación de aviador militar. Dejó el secundario luego de tercer año para ingresar a la escuela de aviación Militar (por entonces se ingresaba a la misma con 3° año del secundario). Luego de una serie de vicisitudes pudo terminar felizmente el curso.

Su primer destino luego de recibirse de Alférez, y fuera de Córdoba, fue en Ezeiza, donde le tocó vivir todos los acontecimientos de la llegada de Perón al país. Luego fue destinado a Reconquista (Santa Fe), donde voló los Aviones Pucará.

Allí conoció a su esposa María Teresa Gorleri, con quién se casó en Noviembre de 1978.
A principios de Diciembre salió toda la 3° Brigada Aérea de Reconquista con los Pucará, con destino al sur, a cubrir el escenario de conflicto con Chile, donde estuvieron a horas de comenzar el combate. Gracias a la intercesión del entonces Cardenal Samoré, se logró evitar la contienda armada.

En Reconquista vivieron durante todo el año 1979, en el que - en el mes de Agosto - nació Paula, su primera hija.

A principios de 1980 partieron a su nuevo destino, la 5° Brigada Aérea con asiento en Villa Reynolds (Villa Mercedes) Provincia de San Luis. Allí Varela realizó el Curso de Piloto de Combate – CB-4 volando el Mc Douglas A4-B – Skyhawk, avión que lo colocaría en la leyenda de los pilotos de combate, dos años más tarde.

En Noviembre de ese mismo año, nació María Soledad, su segunda hija.
Su esposa, nos resume la vida de los pilotos por aquellos años: en Villa Reynolds conformamos una verdadera familia con todos sus compañeros, señoras e hijos; entre ellos (Tony) Zelaya, (Tucu) Cervera, Moroni, (Pipi) Sanchez, Raffaini, el Vicecomodoro Mariel, recientemente fallecido y tantos otros que no me vienen en este momento a la memoria. Digo que éramos una familia porque al estar todos tan lejos de nuestros afectos nos respaldábamos unos a otros como si lo fuéramos.
De carácter recio, Varela fue un líder natural, obsesivo por los detalles, no ordenaba nada que él no 
pudiera realizar con el ejemplo.

Su señora se refiere a él de ésta manera: Carlos siempre fue un tipo muy respetado, de un carácter difícil, duro, pero sumamente justo y noble. En él no cabían las medias tintas; no había grises, se era o no se era, y él era un ejemplo de honestidad. Eso si, no cambiaba de opinión tan fácilmente, casi diría que su genio era rayano en la terquedad. Fue un jefe realmente destacado, siempre transmitiendo a todos sus conocimientos, no se guardaba nada. Fue MUY exigente con sus pupilos, razón por la que resultó luego reconocido por ellos.

Su vida transcurría 15 a 20 días en Villa Reynolds y el resto del mes volaba un Douglas DC3 con el que llevaban pertrechos al sur muy asiduamente.


El 2 de Abril de 1982, Varela se despertó con la noticia de la recuperación de las Islas Malvinas. Su mujer recuerda haberlo visto agarrándose la cabeza y diciendo: “No tienen idea en la que nos metimos.” Pero levantándose al toque para ir al casino de oficiales a ver cuándo partía. Salió la primera camada, y él no. Recién a los días lo enviaron, estaba MUY impaciente, parecía que el espacio le quedaba chico, quería ir a combatir. Yo, la verdad, estaba desesperada: con dos criaturas de dos y tres años, y sabiendo a lo que se exponía, pero él me decía intentando tranquilizarme: “Para esto nos pagan, gorda, y para esto nos venimos preparando hace tantos años…

Su amigo, el comodoro “Tony” Zelaya, nos contaba que a veces Varela se quedaba toda la noche haciendo cálculos acerca de alturas y coordenadas, para que alcanzara más el combustible. Y si debía eyectarse, a cuántas millas de la costa tenía más probabilidades de ser rescatado. Para él la Misión lo era todo: el cumplimiento del deber por sobre todas las cosas.

Continúa el relato, su señora María Teresa Gorleri: “Toda nuestra “familia” de Reynolds comenzó desde ese momento cadenas de oración y rezos de rosarios todas las noches… Carlos no quiso que me quedara allí y me pidió que me fuera a casa de mis padres. El me llamaba todos los días a las 9 de la noche. Era la hora que nos enterábamos si había regresado de su misión de ese día, pues la 3° brigada aérea es la que mas bajas sufrió.

Y así llego ese 13 de Junio con la misión de la que no debía volver si aplicamos el criterio práctico de las circunstancias. Pero no era su hora, y contra todos los designios regresó. Recuerdo que me contaba que cuando aterrizó (el mítico Tordillo), los mecánicos le decían que era imposible que ese avión haya volado con el motor como estaba.

Es famosa la anécdota de cuando en una de las misiones, el radar de Malvinas le informa que tiene aviones enemigos, volando encima de él en todas direcciones. Le pregunta al radarista, si él lo está captando en la pantalla, al contestarle que no lo ve, el capitán Varela contestó: “Entonces ellos tampoco me ven; continúo la misión…” Considero que este corto relato pinta de cuerpo entero al “Trucha” Varela, y el por qué ha ingresado en la constelación de los héroes de la aviación de guerra argentina.

La Sra. María Teresa Gorleri prosigue: Carlos realizó siete misiones de combate a las islas. Si no me equivoco es el que más misiones tiene, sumando a estas el orgullo que no cayó ningún miembro de su escuadrilla. Es más, a mitad de la guerra les dieron un permiso especial a todos para regresar un par de días a visitar a su familia; él lo denegó porque no quería dejar sola a su gente.

Sufrió mucho la “rendición”, él siempre sostuvo que de resistir unos días más ganábamos la guerra.
De allí, al año siguiente, le salió el pase a Moreno, donde volaría los Mirage. Con este avión, recuerdo, lo mandaron a visualizar un objeto volador no identificado (un punto en el cielo) estaba estático sobre Buenos Aires. Me contaba que subió tan alto como daba el avión… si no recuerdo mal… 44.000 pies. En ese momento se habloó mucho de un OVNI sobre Buenos Aires.

Años más tarde se retiró a la vida civil, con 18 años de servicio, pidió el retiro por discrepancias en el manejo de la Fuerza.

Desde cero organizó una compañía de aplicaciones aéreas. Para ello, tuvo que vender su único bien, un departamento en Buenos Aires. Lo cierto es que habiendo comenzado desde muy abajo, logró forjar una empresa de fumigaciones muy competitiva para su época. Ese guerrero por naturaleza, de ningún modo se rindió ante la adversidad.

Su pasión por la aviación jamás decreció; nunca dejó de ser en el fondo, ese niño que corría para ver en los cielos el paso de cualquier avión, con sólo sentir el motor de la aeronave.

María Teresa Gorleri concluye su semblanza: con sus hijos fue un padre muy presente pero muy estricto. Logró transmitirles a ellos valores muy hondos que hicieron de ellos personas de bien. Pero siempre acompañándolos en todas sus aventuras para lo que recibían su incesante impulso y compañía.

Se fue muy joven y con mucho para aportar todavía, Dios lo quiso así, pero perdura en el recuerdo de todos los que lo quisimos tanto.

Dio clases de pilotaje en el Aero Club de Tucumán, y siempre siguió de una forma u otra ligado al vuelo, razón por la que siempre renegaba del desmantelamiento de la Fuerza Aérea.

No le agradaba hablar acerca de los tiempos de guerra; decía que no le gustaba que le dijeran Héroe, prefería que le dijeran Patriota. Para él, los verdaderos héroes fueron los que murieron en Malvinas.

El capitán Varela, uno de los máximos pilotos tucumanos de la Guerra de Malvinas, falleció en octubre de 2016 a los 68 años, luego de haber sufrido un accidente cerebrovascular.

Un monumento en su memoria se encuentra en el Boulevard “Héroes Tucumanos en Malvinas”, de Yerba Buena. También el Concejo Deliberante de ese municipio sancionó una Ordenanza, promulgada por el Intendente Mariano Campero, por la cual una calle de la referida ciudad (donde vivió sus últimos años), lleva su nombre.

Su legado vive en sus cuatro hijos: dos mujeres (quienes le dieron varios nietos), y dos varones: Facundo y Mateo el menor de ellos, de corta edad.

FUENTE: CIEN AÑOS DE ÉPICA AERONÁUTICA ARGENTINA (EL AÉRO CLUB TUCUMÁN), José María Posse, Edit. ARGENTINIDAD, 2019.-

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