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viernes, 27 de diciembre de 2019

Los antepasados de los británicos no son los celtas, sino los vascos

Stephen Oppenheimer basa sus afirmaciones en estudios genéticos. Según el profesor de Oxford, tras la última gran glaciación grupos procedentes del 'refugio vasco' repoblaron las islas británicas


Con quince años de trabajo y un libro -'The Origins of the British' (2006)-, Stephen Oppenheimer (1947) echó por tierra uno de los mitos más enraizados en el imaginario colectivo británico, el referido a su origen celta. Además de «demoler un mito creado en el siglo XIX por 'anticuarios' que se dedicaron a reconstruir la historia y cometieron muchos errores», como él mismo recordaba ayer en San Sebastián, donde dio una conferencia invitado por la asociación Euskararen Jatorria, realizó una propuesta alternativa, dotando a las tres cuartas partes de la población de las islas de ancestros vascos. O, más exactamente, convirtiéndoles en descendientes de los cazadores y recolectores que hace 15.000 años, tras la última gran glaciación, abandonaron el llamado 'refugio vasco', llegaron a lo que hoy son las islas británicas y las repoblaron, convirtiéndose así en sus moradores originarios. Oppenheimer cree que se desplazaron por mar -costeando, para ser más precisos-, lo que también abre un mundo de posibilidades en lo que respecta a la historia de los vascos y la navegación.

Más tarde llegarían a aquellas tierras otros pueblos. Algunos, como los celtas, en son de paz; otros, como los anglosajones y los vikingos, con maneras un poco menos pacíficas. Todos han dejado su huella en el ADN de los actuales ingleses, irlandeses, galeses, escoceses y hasta franceses, pero en la mayoría de los casos la herencia que impera no es otra que la procedente de la región vasca. O la vasca, a secas, porque Stephen Oppenheimer tiene claro que «hace 20.000 años, en esas tierras que sirvieron de refugio durante la Edad de Hielo los vascos estaban en su casa».

Oppenheimer, que después de haber trabajado unos años como pediatra clínico se volcó hace más de treinta años en la investigación y la docencia en la Universidad de Oxford, a cuyo Instituto de Antropología Cognitiva y Evolutiva pertenece, no reformuló la prehistoria de Irlanda y Gran Bretaña basándose en hipótesis o teorías más o menos verosímiles, sino en las evidencias científicas que aportan las pruebas de ADN. Porque, como señala, «las culturas y las lenguas cambian y evolucionan, y lo pueden hacer con gran rapidez, pero los genes no lo hacen, los genes nos hablan de gente real y de sus movimientos». Como era previsible, admite, a quienes menos gustó su propuesta, que en cierto modo ya había sido formulada con anterioridad por otros investigadores, fue precisamente a los lingüistas, que utilizando sus propios medios habían llegado a conclusiones bastantes diferentes.

Una «historia muy sencilla»

«En el fondo, esta es una historia muy sencilla -afirma-, porque los hombres hacen lo mismo que los animales y las plantas: durante las glaciaciones bajan al Sur, y cuando los períodos glaciares cesan vuelven a subir al Norte». Durante la última gran glaciación, que pudo comenzar hace unos 18.000 años, algo similar ocurrió en varios lugares de una Europa en la que el hielo avanzó hasta cubrir casi toda Gran Bretaña y gran parte del continente. «Entonces, los principales refugios fueron la región vasca, Italia, los Balcanes, Moldavia y Ucrania». Cuando los hielos comenzaron a remitir, hace unos 15.000 años, «tal como lo hicieron los animales y las plantas, también los cazadores y recolectores de la época comenzaron las migraciones hacia el Norte. Desde Ucrania se dirigieron hacia Rusia, desde los Balcanes subieron el Danubio, desde el País Vasco fueron remontando la costa atlántica y se dirigieron hacia Francia y las islas británicas...».

A la luz de los resultados de los análisis realizados, Oppenheimer afirma que, si se tiene en cuenta la totalidad de la población de las islas británicas, el 75% tiene sus orígenes en la población procedente de la región vasca, cifra que se eleva al 90% en el caso de Irlanda y desciende hasta los dos tercios si la referencia es Inglaterra. La huella genética vasca es también relevante en Francia pero, «si cruzas el canal crece enormemente. La imagen genética de esas personas que remontaron la costa atlántica está mejor conservada en las islas, porque cuando el nivel del mar subió las convirtió en una especie de cápsulas del tiempo de aquella migración inicial».

Oppenheimer encuentra «muy saludable» la recepción de sus propuestas en Euskadi pero, al tiempo que considera «terriblemente importante que un pueblo preserve su identidad, especialmente si es una minoría» y afirma que «la única forma de hacerlo es conservar la cultura y la lengua», insiste en que «hay que separar las culturas y las lenguas de la genética, porque son cosas muy distintas y no tienen por qué llevarnos forzosamente a las mismas conclusiones».

En la actualidad, prosigue con sus trabajos sobre las migraciones en Polinesia y cita a un buen conocedor de aquellas tierras, Paul Gauguin, cuando dice que «para saber adónde vas, tienes que saber dónde estás; para saber dónde estás, tienes que saber de dónde vienes».

Fuente: DiarioVasco

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