“Mi plan es que que se pongan placas recordatorias en la escuela primaria y en el instituto militar donde estudió”, dice el profesor Francisco García Bazán, autor de 36 libros y doctor en Filosofía de la Universidad del Salvador. Y propone que esa ciudad declare lugar histórico la calle en la que vivió el Libertador
Desde Bartolomé Mitre en adelante, la lista de investigadores ha ido creciendo a través del tiempo. Ricardo Rojas, A. J. Pérez Amuchástegui, Norberto Galasso, Félix Luna, Miguel Ángel Speroni, Agustín Pérez Pardella, José Luis Busaniche, Patricia Pasquali, Rodolfo Terragno, Felipe Pigna, Juan Manuel Zapatero López… Hay muchísimos más. Por ejemplo René Favaloro, que escribió un libro cargado de emoción. O Hugo Chumbita, autor de un volumen imprescindible sobre el origen y la identidad del prócer. Por cierto, no puede obviarse la interpretación de Juan Bautista Sejean y Antonio Calabrese, que analizan los contactos del Padre de la Patria con los intereses británicos.
Los historiadores enriquecen nuestro conocimiento. Y lo mismo sucede con los periodistas que ofrecen sus documentados enfoques, como el inolvidable maestro Luis Alberto Murray. O nuestro querido coetáneo Rolando Hanglin. Y el infatigable Adrián Pignatelli, aquí en Infobae.
Sin embargo, todavía es mucho lo que se ignora sobre la vida de San Martín.
Hay zonas grises, aspectos olvidados. Preguntas que todavía no tienen respuesta. Uno de esos capítulos no demasiado estudiados es la infancia del Libertador.
Como simple cronista, quiero asomarme a la vida de ese niño. Un bebé que nació en Yapeyú y fue primero gurí, como se les dice coloquialmente a los chicos en el nordeste de nuestro país. Y luego se convirtió en chaval, al vivir como un pibe andaluz en Málaga.
José Francisco de San Martín nació en Yapeyú. Todo indica que fue el 25 de febrero de 1778 y que sus padres fueron el palenciano Juan de San Martín y Gómez y doña Gregoria Matorras, también leonesa. En ese poblado de clima cálido, junto al río Uruguay, uno puede imaginar que el chiquito aprendió a gatear y luego a caminar en la tierra colorada que caracteriza la zona. Sin duda, al cabo de cada día, sus piernitas recuperaban el color original en el fuentón en el que lo lavaba su nodriza, la criolla Rosa Guarú, sobre cuya importancia en la vida del futuro Libertador mucho se ha escrito y debatido.
Pero ahora el cronista quiere seguir con el gurí. Ese chiquito que a los tres años deja Yapeyú, porque sus padres se radican en Buenos Aires.
A esa edad, obviamente, ya hablaba. ¿Cómo lo hacía? ¿Con el acento español de sus mayores o con la cadencia guaranítica del vecindario y de su niñera guaraní? No lo sabemos. Tampoco conocemos el impacto que en ese niño produjo el largo viaje y luego el asentamiento en un ambiente tan distinto al de su pueblo correntino.
Era 1781 y la familia San Martín se alojó primero en una casa que estaba en la actual calle Piedras, entre Belgrano y Moreno. Ese lugar ya no existe, porque la manzana fue demolida en la década de 1930 cuando se construyó la Diagonal Sur.
Otra vivienda, más pequeña, estaba en la actual calle Venezuela, en la cuadra que va de Bernardo de Irigoyen a Tacuarí. La traza hoy se mantiene intacta, pero nadie puede precisar en qué solar estuvo la que fue la casa de la familia San Martín.
Ese período en Buenos Aires fue breve, hasta 1784. Pero esos tres años, entre los tres y los seis de edad, ¿cómo habrán influído en los hábitos y en el carácter de ese chiquito? ¿Habría cambiado la entonación de su manera de hablar? Por cierto, su nodriza había quedado en Yapeyú, ese contacto se había interrumpido.
El pibe José Francisco ya había vivido un cambio muy grande, de Yapeyú a Buenos Aires. Y ahora le tocaba vivir algo muy impresionante: iba a viajar en un barco, en una larga travesía por el mar. El papá y la mamá habían decidido irse a España, con toda la familia. Así fue que embarcaron en la fragata Santa Balbina y llegaron al puerto de Cádiz el 25 de marzo de 1784.
Aquel gurí que se ensuciaba con la tierra colorada de Yapeyú ya tenia 6 años y un mes.
Unas pocas semanas después se radican en Madrid. Allí están un año y medio, porque don Juan -su padre- estaba haciendo trámites para conseguir un ascenso en su carrera militar. Pero no tuvo suerte. Sus reclamos administrativos fracasan y todo lo que consigue es que lo nombren ayudante supernumerario en Málaga. Así es que sin otras posibilidades, en diciembre de 1785 la familia San Martín se radica en una casa de la calle Pozos Dulces, “inmediata a la Puerta de Antequera”, en Málaga.
El que iba a ser el Padre de la Patria se convirtió en chaval. Y vivió en Málaga desde los siete hasta los trece años.
Allí en Málaga, donde las calles tienen perfume de azahares y las playas ofrecen la tentación de las sardinas asadas, nació en 1940 el personaje providencial de esta crónica.
Se llama Francisco García Bazán y hace pocos meses -el 27 de junio de 2018- sorprendió a los integrantes de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, cuando en una sesión privada presentó una comunicación académica titulada “La niñez y adolescencia del general San Martín en Málaga”, una investigación original que estimuló la curiosidad de este cronista.
García Bazán llegó como inmigrante a la Argentina en 1956 y aquí desarrolló una brillantísima carrera como filósofo, historiador, docente, académico e investigador. Es autor de 36 libros, doctor en Filosofía en la Universidad del Salvador con la calificación Summa Cum Laude, premio Bernardo Houssay 2003 de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación y -entre muchísimos más títulos y premios- decano del Departamento de Filosofía de la Universidad John F. Kennedy.
- Oye, nada de profesor, dime Paco. Vamos a tutearnos, por favor.
Con su enorme simpatía y el acento andaluz que no ha perdido, el profesor García Bazán asegura:
- Lo que tenemos que hacer es tomar contacto con las autoridades de Málaga y con los círculos culturales. San Martín ha vivido la niñez allí ¡Si es lo más precioso! Hay muchos lugares por los que ha pasado.
Y con generosidad intelectual se apresura a decir:
- Un gran historiador, Alfredo G. Villegas, escribió una biografía de Juan de San Martín, el padre del prócer, en 1948, un libro en el que con sentido científico estudia los movimientos de la familia. Y luego hay dos trabajos, uno editado por De Palma y otro de 1976 publicado por la Academia, donde se ocupa de la infancia de José de San Martín. Pero creo que no conocía Málaga.
Nos llama la atención que este especialista en la historia de las religiones y reconocido por sus aportes al estudio de la psicología de C.G. Jung, se interese por la infancia de San Martín en Málaga:
- Por dos motivos. El primero, porque siempre he admirado a San Martín. En 1950, cuando yo era un niño de diez años en Málaga, mi padre ya estaba aquí y nos mandaba la revista Mundo Infantil. Era el año del Libertador General San Martín en la Argentina y todas las páginas hablaban de él. Recuerdo las figuras, las imágenes en color.
- ¿Y el otro motivo?
- Una de las veces que volví a Málaga, iba caminando con mi mujer cerca de la parroquia de Santiago, en la calle Granada. Anochecía. Y mi mujer me dice “Paco, Paco, mira, aquí hay una placa”. ¡Y era la placa que recordaba que allí había vivido el padre de San Martín! Entonces me dije: “Si hay un recuerdo para el padre cómo no poner placas para recordar a su hijo, al gran Libertador”.
- ¿Y qué es lo primero que hay que hacer?
- Precisar exactamente el lugar donde estaba la casa en la que vivió San Martín niño. Nosotros sabemos que la familia se alojó en la calle Pozos Dulces. Se conserva el documento de arrendamiento, firmado el 29 de diciembre de 1785. La calle Pozos Dulces corre entre las calles de la Compañía y Andrés Pérez, comienza de anchura media y se estrecha hasta medir aproximadamente algo más de un metro y medio, de manera que con los brazos abiertos se pueden tocar ambos lados. Y se explica también que el contrato no indique el número del domicilio, pero sí una localización precisa, la “Puerta de Antequera”, ya que en este lugar del muro concluye el camino que viene de Antequera desde la época musulmana y que así lo registran las cartografías de siglos anteriores.La calle Pozos Dulces se llama así porque cuando en los veranos se reducía el caudal de agua del río Guadalmedina, los pobladores recurrían a esos depósitos naturales. Es muy corta, mide 220 metros en zig zag entre Andrés Pérez y Compañía. Aunque está en casco histórico de la ciudad, muchos malagueños no la conocen. Además, durante muchos años fue un lugar peligroso. Paco lo recuerda claramente:
- Cuando yo era un niño me daba miedo de pasar por esa calle, porque era fea, peligrosa, era un meadero público. Entonces yo pasaba por la otra, donde está la parroquia de San Felipe Neri porque íbamos a la casa de mis abuelos que vivían en otra zona del barrio de Capuchinos. Pozos Dulces está en el barrio cercano a la Plaza de la Merced. La calle Pozos Dulces era un desastre, sucia, con prostitutas, algo característico de las calles estrechas de esos barrios. Pero ahora está preciosa, la han rehabilitado, hay barcitos, mucha actividad comercial.
El relato del profesor García Bazán nos ubica en el tiempo en el que San Martín iba a la escuela:
- El niño asistió a la Escuela Náutica de San Telmo, en la calle Compañía número 2. Allí ahora está el Ateneo de Málaga y también tiene su sede allí el Orfeón Universitario de Málaga.
- Es decir que en ese lugar también se podría poner una placa que diga “aquí estudió José de San Martín”.
- ¡Claro! Por otra parte, no es cierto que haya ido al colegio en Madrid. No hay relación con las fechas y su edad. La familia se asienta en Málaga, porque el padre vende sus propiedades de Buenos Aires, la casa de Piedras y la de la calle Venezuela. Yo primero pensé que estando en la calle Pozos Dulces el caminaba sus tres o cuatro cuadras, esas cuadras chiquitas de Málaga, que él iba a su casa y volvía. Pero no, el niño estaba pensionado y con una gran disciplina.
El trabajo de investigación del profesor Francisco García Bazán revela cómo fue esa etapa de la niñez de San Martín:
- Allí hace la totalidad de la escuela primaria. Durante los cuatro años y medio de estudios primarios en la Escuela Náutica malagueña, si nos atenemos a las Reglas Fundacionales de 1787 y a las correspondientes Ordenanzas de 1789, José Francisco asiste como alumno “porcionista”, de los quince que tienen este privilegio por ser hijo de militar; es decir, que sus padres pagan como estudiante interno la “porción” o cuota correspondiente de cuatro reales diarios. Se atiene a la severa disciplina de levantarse a las 5 de la mañana de los meses de abril a septiembre y a las 6, de octubre a fines de febrero, y sigue este régimen disciplinario: oír misa, desayunar, asistir a clase desde las 7 u 8 hasta las 10 u 11; después, utilizar media hora para el repaso de las clases de la tarde, y aseo personal y recreo hasta las 12. Siguen 3 horas para el almuerzo y de descanso de la media jornada. En verano se tiene en cuenta la siesta, mayor espacio para el aseo personal, y reanudación de clase a las 4, terminando a las 6, después estudio y cena a las 8 o 9, según las estaciones, terminando la jornada con silencio y descanso.
El profesor Francisco García Bazán no se conformó con dar a conocer su investigación en la Argentina:
- Ahora ha sido publicada en la revista Gibralfaro de la Universidad de Málaga, cuyo director es José Antonio Molero Benavides. Es muy alentador que los círculos culturales e intelectuales de Málaga, en realidad de España toda, tomen conciencia de que San Martín se formó allí en esa etapa de su vida, en la niñez y la adolescencia. Dentro de este régimen escolar de internado, José Francisco aprende las primeras letras, a leer y a escribir, y estudia ortografía, gramática, aritmética, catecismo, principios de moral, francés y latín. Un latín desde luego rudimentario, una asignatura de formación preparatoria humanista y que nunca le gustó, según muchos años después él mismo se lo comenta en una carta a su amigo Tomás Guido. A los 8 o 9 años, el niño San Martín no era un estudiante excepcional, pero sí era muy responsable. Daba todas sus materias y sobre todo se le fija la disciplina. Y ya desde niño afloraban en él los principios que tuvo toda su vida, porque además de la formación militar recibe una formación ética. Y eso sumado al ejemplo de sus padres, porque no olvidemos que don Juan había sido transparente en el manejo del dinero público cuando le había tocado ejercer cargos en primero en la banda Oriental y luego en Yapeyú.
Aquel gurí correntino, en muy poco años, había vivido experiencias muy intensas. Desarraigos, separaciones, adaptación a nuevos ambientes. Y aún no había cumplido los 11 años cuando comienza la etapa decisiva, la que habría de marcar su destino:
- Era un niño tan valiente. Él mismo pide entrar como cadete para comenzar su instrucción militar. José Francisco, sin haber cumplido todavía los 12 años fue admitido en la Escuela Militar y pasó a ser cadete del Regimiento de Murcia, El Leal, y cambió de estado estudiantil, pero también de espacio físico de formación, pues el edificio de instrucción militar del cuerpo de Infantería funcionaba en lo que conocen los malagueños como el Castillo de Gibralfaro.
La palabra “Gibralfaro” es un símbolo de la vida de Málaga. La antigua fortaleza levantada por Abderramán III que pasó a ser castillo y luego alcázar, que supo ser residencia del rey Fernando el Católico y donde hay un bellísimo Parador de turismo, también está vinculada a la vida del chaval San Martín en Málaga:
- Él hace los ejercicios militares en Gibralfaro, esa era la sede de la escuela secundaria militar. La hace allá y bajaba a pie y yo creo que abajo él veía la judería, esa zona que ahora la están rehabilitando. Eran calles estrechitas, ahí se juntaron las juderías con los barrios musulmanes, porque Málaga es así. Ahora eso está mucho más limpio que cuando yo era niño, pero las callecitas esas se mantienen. Bueno, como te decía, él bajaba del castillo y ya iba a visitar a sus padres a la la casa de la calle Alcazabillas, porque sus padres se habían mudado. Esa es la casa en la que habría de morir el padre, por eso sus restos estaban en la iglesia de Santiago, muy cerca de allí. Hoy están en el templete de Yapeyú.
- Paco, allí en Alcazabillas también habría que poner una placa.
- ¡Sí, hombre!… Ese es otro lugar por donde transcurrió la vida de San Martín niño en Málaga. Alcazabillas, que ahora es más ancha, la han ampliado, allí está la estatua de Salomón Ibn Gabirol, el gran poeta hispano judío.
Pasan los meses. El cadete José de San Martín se destaca por su extraordinaria aplicación. El profesor García Bazán ofrece un apunte más:
- Te repito, era un valiente. Tenía buen cuerpo, porque era granadero. O sea, de los que tiraban las granadas. Soldado de infantería encargado de lanzar granadas de mano ¡Una granada pesaba cuatro kilos… le metían ahí adentro todos los explosivos! Por eso le pone luego el nombre de Granaderos al regimiento.
Ya con dos años de instrucción, apenas con 13 de edad, se le acepta como voluntario para el servicio activo en Marruecos, primero en Melilla, luego en Mazalquivir y finalmente en Orán.
Definitivamente, ha dejado de ser el chaval.
A partir de ahora, será el soldado que habría de convertirse en el Libertador de América.
Y eso ya forma parte de la Historia.
Esta crónica es simplemente una viñeta periodística, que se inspiró en la investigación del profesor Francisco García Bazán. Gracias a él, podemos dejar que nuestra imaginación se ubique en 1786 ó 1787.
Y suponer que ese niño José de San Martín sale de su casa en Pozos Dulces y dobla a la izquierda. Así como pocos años antes escuchaba el rumor del río Uruguay, ahora percibe la presencia cercana del Mediterráneo. Quizás vaya más tarde a la playa.
Pero ahora tiene que ir a la iglesia.
-Sí, claro, la parroquia de Santiago. Sigue estando allí. Podemos hacer el mismo camino que él hacia…- dice Paco, asociándose a nuestra fantasía.
Pienso en Salszburgo, donde a cada paso se evoca a Mozart con una referencia o una leyenda aplicada a una pared.
- Paco, se podría armar un itinerario sanmartiniano en Málaga…
- Es lo que he aspirado todo este tiempo. Por lo menos, ofrezco el fundamento en esta investigación sobre su niñez y su adolescencia.
Y el acento andaluz de este malagueño, devenido en alta figura de la cultura argentina, desborda de admiración sanmartiniana cuando reitera:
- Eso lo tenemos que hacer, lo tenemos que hacer...
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