por Gabriel Cruz Reyes
“Antes no había envidias, antes no había enojos, antes no había robos, hasta que un día el cielo abrió sus nubes y dio espacio para que llegara un ave de malagueros” (mal agüero), así empieza ese relato mi abuelo Simón un hombre recio, mestizo de 77 años (1923-2000) – el continúa diciéndome – “nadie supo de dónde ni cómo se adentró ese pájaro que alteró la vida cotidiana de todas las aves, algunos dicen que venía de tierras muy lejanas y solo vino a dejar confusiones.
Todas las aves de aquí siempre han sido hermosas, pero una en especial, de todas ellas era la que más sobresalía por sus colores tornasol entre el verde y el azul además del plateado. Era tan grande el respeto que se le tenía que incluso hasta se paseaba a todas horas sin compañía, no era un ave orgullosa, era sencilla, apacible y sin vanidades en su pensar y actuar; sin embrago, ha sido una de las aves más maltratadas, a tal grado que en un par de horas su identidad se vino por los suelos” …. Es lo que comenta el abuelo Simón.
Este relato de mis abuelos continuamente hace eco en mis oídos porque me ha dejado enseñanzas de esta triste historia de un ave inocente. Los relatos de los abuelos son parte de mi vida y han marcado los rumbos de mis procederes, así como también las leyendas y demás historias que reviven siempre mis momentos que me hacen hasta sentirme actor de mis propios escritos, como lo es esta fábula que a continuación describo a detalle.
La historia ocurre en ese momento histórico en México que conocemos como la Conquista hispana, cuando empiezan a ser premiados los soldados de Hernán Cortes a través de las encomiendas, y es aquí precisamente, en esta Huasteca cuando ocurre la historia de nuestra ave llamada Puchuaca. Aquí en estos tiempos en que llega Andrés de Tapia en 1523 a Tuspa como lo menciona Bernal Díaz del Castillo (Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España).
Aquí sentado escucho a los abuelos casi siempre en compañía de niños y jóvenes de mi edad que le rodeamos para escucharlo.
Esta fábula me enseña a revalorar las buenas costumbres y por ello la escribí como reconocimiento a las tradiciones orales de nuestros pueblos y que a lo largo de todos estos años se han venido transmitiendo con las memorias vivas que no las olvidan.
Mi casa se encuentra entre dos de las que fueron antiguas brechas o caminos reales, de estos hay uno que más llama mi atención. Este camino real está marcado por las historias de la época, algunas que me hacen atemorizar y otras que narran traiciones y que ni en la misma naturaleza han quedado exentas. Justo aquí al borde del camino están dos grandes cerros con mucho monte, dicen mis abuelos que en el más alejado y más alto ocurrió hace muchísimo tiempo una historia triste para una pobre e inocente ave que ahora anda por las noches en los caminos lastimosamente silbando como desesperada.
Resulta que en una de esas tardes de marzo repentinamente todas las aves recibieron una carta de invitación a una fiesta que nadie sabía quién la organizaba porque no estaba firmada, la fiesta sería llevada a cabo allá en lo más alto del cerro, justo donde están la mayor parte de los más viejos y verdosos árboles de zapote, alargados y rudos chijoles y desparramadas guácimas. Ese cerro tenía como vecino y custodio a un lago artificial que en tiempos de lluvia almacenaba toda el agua que caía por las fuertes torrenciales permaneciendo así durante meses; todas las aves invitadas a la fiesta les causaba mucha emoción, entusiasmo y curiosidad dado a que por vez primera estarían todas reunidas, esa algarabía de la fiesta se regó como pólvora por todos los montes y cerros cercanos por lo que llegarían todas esa noche a la fiesta de gala, nadie puso especial atención en la hora que estaban invitadas siendo que no todas las aves eran nocturnas así los chencheres, los cuchos, los chulinches, los cuervos, los mosmocos, las coquitas, los guaguaches, las chichalacas, los guacos, las puchuacas, los totoles, los ñopos, los tecolotes, los tordos y muchas aves más estarían presentes.
La puchuaca no era un ave con bonito rostro además que su pico era muy corto como algunas otras, pero eso sí, siempre andaba muy radiante por contar en su cuerpo con uno de los trajes más bonitos y elegantes, con plumajes brillantes, coloridos espectaculares entre el verde y el azul, cosa que muchas aves no tenían y eso causaba ciertas envidias.
Esa noche el cerro estaría marcado por el hurto, el engaño, la traición y la envidia masiva en contra de la puchuaca, la más indefensa y apacible de todas las aves del bosque, ninguna de ellas puso atención en la hora fijada de la fiesta. Eran las ocho de la noche, la puchuaca se quitó su traje y empezó a sacudirlo para darle los últimos detalles a las hermosas plumas y que la harían lucir espectacular, en qué momento su distracción le llevo a dejar la ventana de su casa abierta, justo en esos momentos alguien tocó a la puerta, ella con pasos lentos se acercó semidesnuda y asomándose por una de las rendijas no vio a nadie pero repentinamente alcanzó a ver que afuera entre esas paredes de tallos y ramas como que alguien voló y entro por la ventana tomando sorpresivamente su traje de bellas plumas y salió volando ¡qué momentos de angustia y desesperación vivió la puchuaca!
Quedando atónita y desconcertada, vio como con todo un cínico descaro esa ave rapiñera y sinvergüenza le robo su traje y no solo eso, sino que además le dejo tirado otro con plumas descoloridas de un café obscuro, esa vestimenta sencilla que jamás había visto en ninguna ave de estos lugares, entonces afligida subió a uno de los bancos, lloro y lloro muy desconsolada pero, armándose de valor decidió con gran seguridad asistir a la fiesta, tomo ese traje estrecho que la ladrona le había dejado, se lo colocó y salió de su casa. Llego a la fiesta portando una vestimenta muy incómoda y que a la vista de todas las demás aves les resulto muy extraño, entonces las aves presentes la miraron con un insolente desprecio y no la aceptaron entre ellas, negándole e incluso el saludo a su llegada, la puchuaca escuchando cuchicheos se avergonzó y se sintió muy ofendida no estaba acostumbrada a las burlas, entonces el tordo una de las aves más altaneras pidió guardar silencio, alzó la voz y sin disimulo alguno le echó en cara lo que las demás querían decirle a la pobre puchuaca – esta fiesta tú fuiste quien la planeo, tú la orquestaste sabiendo que era una fiesta falsa, solo tú sabes las razones y los motivos por las que vienes así vestida con ese traje – toma la palabra igual el guaco – tú lo hiciste todo para avergonzarnos- y así siguieron más ofensas por toda la parvada en un gran alboroto. En ese momento de reclamos hacia la puchuaca se escucha la voz apacible de unos de las aves de los altos cielos pero el de mayor respeto por su ferocidad, era el guaguache (lechuza), se escuchó un silencio total y el mencionó que hacia un par de horas vio volar una rara ave con el traje parecido al que usaba la puchuaca, esa ave desconocida había cruzado los aires con rumbo al sur pero venía con dirección de la casa de la ave que estaba siendo insultada, entonces las aves alteradas se miraron unas a otras y el guaguache continuo diciendo que era muy probable que aquella ave malagüera era quien había organizado la fiesta como plan de maldad hacia la inocente puchuaca quien al sentirse cobijada por el guaguache casi se desmaya, para entonces sus ojitos estaban llenos de lágrimas y no paraba de llorar.
Todas las aves se sintieron apenadas y se acercaron para pedirle disculpas por la grave injusticia que habían cometido. Esta es la verdadera historia de la Puchuaca que en esa noche sufrió porque a su hogar llego un ave ladrona, solo a eso vino desde lejanas tierras a llevarse el bello traje de la indefensa. Esa ave raptora nunca nadie jamás la ha visto volar por estos cielos, pareciera que el tiempo la hubiera borrado de la faz de la tierra, pero dicen algunas aves migrantes que han llegado estos últimos años y al conocer la triste historia de nuestra puchuaca que por la descripción del traje robado que se menciona, les parece haber visto a la usurpadora encerrada en hogares de familias portando orgullosa ese traje que no le pertenece y es por eso por lo que abandonó los bosques. Estás aves están seguras es el mismo traje de la puchuaca, y que esa ave ladrona es ni nada menos que el pavo real. Mientras que la puchuaca afligida y avergonzada desde aquella noche decidió que jamás andaría a la luz del sol y por eso ahora siempre llora en el silencio en todos los caminos de aquí creyendo algún día vendrá la raptora a devolverle su bello traje. Esta historia es la que mis abuelos me han relatado con mucha tristeza y que recuerdo como una enseñanza.
Fuente: Gabriel Cruz Reyes - Promotor de Cultura Comunitaria en la Región Huasteca Baja de Veracruz México
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