Las provincias vascas de Labourd, Basse Navarre y Soule siempre han sido tierras de emigración debido a la escasez de tierras adecuadas para la agricultura y el crecimiento de la población. El derecho patrimonial consuetudinario otorgaba la propiedad de la propiedad al hijo mayor, niño o niña, de modo que los cadetes no tuvieran más recursos que casarse con una heredero o heredera. Convertirse en marinero, sacerdote o monja, o toma el camino del exilio. En el espíritu del vasco, sin embargo, el exilio nunca significó un viaje sin retorno, siempre tuvo la esperanza de regresar a su país natal.
Hasta mediados del siglo XIX, el continente hispanoamericano estaba cerrado, porque España reservaba celosamente este acceso a sus nacionales. La Península Ibérica, precisamente por la emigración masiva de sus habitantes a "El Dorado", carecía terriblemente de mano de obra. El cadete fue allí por más o menos largas temporadas, la mayoría de las veces como albañil o tuilier. También estaba feliz de ir al Médoc en el momento en que se estaban construyendo muchos castillos, lo que refleja el éxito sin precedentes del vino de Burdeos.
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