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martes, 20 de noviembre de 2018

“1846. San Martín: Atalaya de América”

Desde 1838 alternativamente Inglaterra y Francia intentaban imponer la libre navegación de los ríos interiores y el libre comercio a Buenos Aires, amenazando con su poderosa flota la Confederación Argentina. Desde mediados de 1845 las acciones diplomáticas nuevamente se habían estancado y ante la negativa de Juan Manuel de Rosas de ceder a las pretensiones Anglo - francesas, ambas potencias dispusieron un bloqueo. 


Ante tal situación y con el apoyo de la Sala de Representantes, el Gobernador de la Provincia y Encargado de las Relaciones Exteriores encomendó al General Lucio Norberto Mansilla la defensa de las rutas fluviales interiores, orden que cumplió llevando adelante la gloriosa jornada del 20 de noviembre de 1845 conocida como la Vuelta de Obligado.

Por aquel entonces, el 28 de diciembre de 1845, desde la ciudad de Nápoles el Libertador de América, ya retirado, con 67 años de edad: José Francisco de San Martín, elevaba su voz para defender la América. Esta vez no alzaría su espada, ni serían sus ejércitos los protagonistas de la travesía. Ahora recurriría a un arma mucho más poderosa para esos tiempos: pues serán su reputación y prestigio alcanzado en todo el globo y en especial en Europa lo que lo llevarán a escribir una interesante misiva al representante del comercio de Sudamérica en Londres J. F. Dickson en la que le expresa respecto al conflicto: "Por conducto del Sr Jackson, se me ha hecho saber los deseos de usted relativos a saber mi opinión sobre la actual intervención de la Inglaterra y la Francia en la República Argentina... No creo oportuno entrar a investigar la justicia o injusticia de la citada intervención como tampoco los prejuicios que de ella resultarán a los súbditos de ambas naciones, con la absoluta paralización de sus relaciones comerciales, igualmente que de la alarma y desconfianza que naturalmente habrá producido en los nuevos estados sudamericanos la injerencia de dos naciones europeas, en sus contiendas interiores..."

Con su conocida prudencia y mesura José de San Martín, "gustosamente" responde a los requerimientos del funcionario inglés, dejando en claro la "imparcialidad de su juicio", pero sin duda también haciendo valer el peso y autoridad de su palabra, merced al título de "Libertador de Medio Mundo" del que goza en el viejo continente. Pese a sus años, su lucidez y mente de estratega le permiten hacer gala de su genio, expresando lo siguiente: "sólo me ceñiré a demostrar si los dos estados interventores conseguirán por medios coercitivos... el objeto que se han propuesto... el que según mi íntima convicción ...no lo conseguirán... Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside la República Argentina, nadie ignora el ascendiente que posee en la vasta campaña de Buenos Aires y resto de las demás provincias interiores, y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido, que bien sea por orgullo nacional, temor o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero, ello es que la totalidad se le unirán y tomarán una parte activa en la contienda..."

Pese a la distancia física que lo separa de su querida patria, San Martín demuestra en este párrafo el nivel de información actualizada que posee de los acontecimientos Del Plata e incluso, gracias a su permanente correspondencia con sus amigos americanos, conoce perfectamente el estado de la política interna y externa de aquellos países. 

Pero por si quedan dudas de su juicio, haciendo gala de sus conocimientos militares expresa: "... Si las dos potencias quieren llevar más adelante sus hostilidades, es decir, declarar la guerra, yo no dudo que con más o menos pérdidas de hombres y gastos, se apoderen de Buenos Aires - sin embargo que la toma de una ciudad decidida a defenderse, es una de las operaciones más difíciles de la guerra - pero aún en este caso estoy convencido que no podrían sostenerse por largo tiempo en la capital...el primer alimento... del pueblo es la carne, y es sabido con qué facilidad pueden retirarse todos los ganados... a muchas leguas de distancia igualmente que las caballadas... formando un desierto dilatado imposible de ser atravesado por una fuerza europea, la que correría mayor peligro cuanto mayor fuese su número..." 

Y el Libertador, conocedor además de los intereses y política tanto francesas como inglesas, en que la opinión de los comerciantes y mercaderes tienen un peso muy destacado en las decisiones oficiales, hace hincapié en lo costoso que será la campaña para ambos países, la que en definitiva no tendrá ningún resultado favorable y solo ocasionará insignes gastos. 

"... Tratar de hacer la guerra con los hijos del país, estoy persuadido será muy corto el número que quiera enrolarse con el extranjero, en conclusión, con siete u ocho mil hombres de caballería del país y 25 o 30 piezas de artillería volante, fuerza que con gran facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires.. e impedir que un ejército europeo de 20.000 hombres, salga más de treinta leguas de la capital, sin exponerse a una completa ruina por falta de recursos; tal es mi opinión y la experiencia lo demostrará a menos (como es de esperar) que el nuevo ministro inglés, no cambie su política seguida por el precedente..."

En Febrero de 1846 la transcripta carta será publicada por los diarios ingleses y franceses, despertando amplias simpatías por la causa americana movilizando al parlamento inglés y a la cancillería francesa. Finalmente el 17 de febrero de 1846 Dickson le confirma a San Martín los efectos tanto en los ámbitos públicos como políticos que ha tenido su análisis diciéndole: "... En la última carta... hice alguna observación sobre los efectos favorables que habían resultado a la causa de Buenos Aires de la circulación dada a la carta interesante que tuvo usted la bondad de escribir y en nada se disminuye el interés que ha excitado... Tenemos algunos datos para formar opinión que este gobierno - por el inglés - ya trata de variar su política hacia la República Argentina..."

En efecto poco tiempo después de conocerse los efectos de la Vuelta de Obligado y la Carta de San Martín en los gabinetes europeos la "cuestión americana" varió de rumbo, y si bien los conflictos siguieron, en varias oportunidades el Libertador de América hará mediar su influjo a favor de su "patria grande", hasta que en 1848, al concluir los bloqueos (con el tratado diplomático Arana - Lepredour entre Argentina - Francia, antes se había firmado en 1847 el tratado Arana - Southern entre Argentina e Inglaterra) le escribirá Rosas diciendo "Sus triunfos son un gran consuelo a mi achacosa vejez... esta satisfacción es tanto más completa cuando el honor del país no ha tenido nada que sufrir y por el contrario presenta a los nuevos Estados Americanos un modelo a seguir..." a lo que Rosas contestaba "... no he hecho más que imitarlo..." quizás cayendo en una comparación un tanto exagerada.

Hasta sus últimos días el Gran Capitán, "el Atalaya de América", defenderá la soberanía americana y no dudará a lo largo de su existencia en hacer uso tanto de la espada como de la pluma para mantener siempre vigente su misión independentista.

Aquí debe encontrarse la explicación del legado, a través de su testamento, del sable corvo que lo acompañó durante toda la campaña de la Independencia al entonces Gobernador de Buenos Aires y Representante de las relaciones Exteriores Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, hecho muy cuestionado al Libertador, y cuya historia desarrollaremos en otra oportunidad.

Fuente: San Martín: "El Atalaya de América" Por Juan Marcelo Calabria y Roberto A. Colimodio.
Extracto del Capítulo de pag. 171/174 del Libro: “San Martín más allá del Bronce”.

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