Se trata de Etnazoa, donde vivieron los indios Rayados, y queda en Arkansas City. Los españoles la describieron a comienzos del siglo XVII. El hallazgo arqueológico demuestra que las poblaciones del Medio Oeste de los Estados Unidos no eran tribus nómades, sino urbanas.
El mapa, de 1602, muestra la ubicación de la ciudad perdida de Etzanoa (Archaeological Conservancy) |
Arkansas City es un pueblo común del estado de Kansas: nadie hubiera imaginado que allí se podía ocultar una antigua ciudad perdida. Pero debajo del pequeño centro, con su correo y su supermercado y su droguería, podrían encontrarse los restos de Etnazoa, donde los indígenas Wichita —o Rayados, en la denominación de los colonizadores españoles— crearon el hogar de unas 20.000 personas entre 1450 y 1700.
Algunos de los utensilios que identificó WSU. (Donald Blakeslee/Archaeological Conservancy) |
Hasta que en 2015 el antropólogo y arqueólogo Donald Blakeslee, de la Universidad Estatal de Wichita (WSU), dirigió un estudio de gran escala, no se conocían la ubicación, el tamaño ni el significado de Etzanoa, "el gran asentamiento", como lo describieron los exploradores de la expedición de 1601, cuando lo encontraron. Se estima que fue la segunda más grande —al menos hasta que se sepa más, sólo lo supera Cahokia en Illinois—, de las ciudades que se hallaron a comienzos del siglo XVII en América del Norte.
Durante muchos años los vecinos de Arkansas City encontraron utensilios en losterrenos y las riberas de los ríos (acdailybytes.com) |
"Durante mucho tiempo los vecinos han restregado tierras y riberas en busca de puntas de flechas y fragmentos de cerámica, hasta hacer grandes colecciones. También han circulado historias oscuras sobre una ciudad extendida en los grandes llanos y un jefe que bebía en una copa de oro", recordó Los Angeles Times en una nota sobre los actuales trabajos de arqueología en el lugar.
Blakeslee comenzó a unir los hallazgos y las leyendas, y a la luz de nuevas exploraciones, tecnología de avanzada y análisis originales de los documentos escritos por los conquistadores hace más de 400 años está llenando un vacío de importancia en la historia de los Estados Unidos.
"Siempre supimos que alguna vez un grupo de nativos vivió por aquí, porque encontramos demasiados utensilios como para no entenderlo", citó el sitio de las investigaciones sobre Etzanoa a un comisionado de Arkansas City, Jay Warren. "Pero hasta que Blakeslee llegó, no teníamos idea de lo importantes que habían sido".
A los hallazgos de los años 2015 le siguieron otros, en sucesivas investigaciones en el terreno durante 2016 y 2017, que "se sumaron a la evidencia abrumadora, excavada en las décadas anteriores, que muestra que la enorme ciudad se situaba en lo que hoy es Arkansas City", según la web.
Los habitantes de Etzanoa vivían en casas de madera, paja y pasto, con forma de colmena, en una superficie que recorría al menos 8 kilómetros en los acantilados y las riberas de los ríos Walnut y Arkansas, a ambos lados. Las construcciones se agrupaban como en pequeños barrios, separados por una distancia de 200 a 300 pasos, entre los cuales se sembraba maíz, frijoles y zapallos.
En esa superficie los españoles contaron unas 2.000 casas redondas, con una circunferencia de 6 a 9 metros, en cada una de las cuales vivían aproximadamente 10 personas. La expedición de 1601 se documentó con dos mapas realizados al año siguiente, uno de ellos dibujado por el cartógrafo Enrico Martínez a partir de la información sobre Etzanoa que le dio Juan Rodríguez, miembro de la expedición de Juan de Oñate.
"Una mañana reciente, Blakeslee supervisaba a un grupo de estudiantes de la WSU que excavaban una serie de hoyos rectangulares en un campo local", describió Los Angeles Times. "Jeremiah Perkins, de 21 años, quitaba tierra con un cepillo de una cacerola medio enterrada. Otros pasaban pedazos del suelo por tamices y revelaban flechas de puntas, cerámicas y espátulas de piedra que se utilizaban para trabajar la piel de búfalo".
A los 75 años, Blakeslee regresó a la búsqueda de Etzanoa, que siempre lo había intrigado, luego de que académicos de la Universidad de California en Berkeley realizaran una nueva traducción de las crónicas de los conquistadores. "Pensé: 'Caramba, estas descripciones de testigos son tan claras que es como si uno estuviera allí'. Quería ver si la arqueología encajaba con sus descripciones", dijo al diario de Los Angeles. "Cada detalle se correspondía".
El primer adelantado en llegar a Kansas en 1541, Francisco Vázquez de Coronado, buscaba a un noble indígena extraordinariamente rico. No lo halló, pero encontró un grupo de asentamientos a los cuales llamó Quivira. En 1601 Oñate volvió, con una tropa de 70 conquistadores, desde la colonia de Nuevo México. Buscaba oro y nativos a los que convertir al cristianismo y explotar para la corona española.
Cuando topó con una tribu, los Escanjaques, tomó prisioneros; uno de ellos le habló de Etzanoa. Oñate avanzó hacia allí con su expedición; una delegación de indios Rayados —así llamados porque tenían tatuajes de rayas desde los ojos hasta las orejas— los visitó, con tortas de maíz, a orillas de un río. Su amabilidad no impidió que los españoles intentaran secuestrarlos; eso hizo que la población huyera de la ciudad.
Oñate y sus hombres recorrieron los barrios vacíos durante dos o tres días, a partir de lo cual describieron Etzanoa. Cuando divisaron otro poblado, retrocedieron, por temor a que los Rayados se hubieran preparado allí para atacarlos. Al volver, unos 1.500 Escanjaques los emboscaron. Los españoles se defendieron con armas de fuego y cañones, y regresaron a Nuevo México.
Nunca pisaron otra vez los llanos del norte; cuando los franceses llegaron, un siglo más tarde, no había nada en el lugar. Se cree que una epidemia terminó con los Rayados y que el tiempo hizo de Etzanoa una leyenda.
Ahora, con la ayuda del Servicio de Parques Nacionales, Blakeslee usó un magnetómetro para detectar variaciones en el campo magnético del suelo. Halló formas que se corresponden con las de las casas, almacenes subterráneos y huellas de fogatas; también marcas hechas por el hombre para guiar el curso del agua y regar los sembradíos.
Los hallazgos cambian la noción de que la llanura del Medio Oeste fue un lugar por el que sólo circularon tribus nómades: si Blakeslee tiene razón, al menos esta población fue urbana, capaz de construir una ciudad grande, cultivar vegetales, hacer cerámica y procesar búfalos. "Este no fue un lugar remoto. La gente comerciaba y vivía en grandes comunidades", dijo a Los Angeles Times. "Todo lo que pensábamos que sabíamos resulta que está equivocado. Creo que esto merece un lugar en cada libro escolar".
Fuente: Infobae.com
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