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martes, 21 de agosto de 2018

El "mataperros", la historia del primer auto fabricado en Argentina y la vida de su creador

Manuel Iglesias nació el 22 de enero de 1870 en Vila de Cruces, Pontevedra, España. Murió 85 años después, el 15 de enero de 1955 en San Martín, Buenos Aires, Argentina. Su vida se esfumó en el anonimato. Desconoció en vida la dimensión de su obra. Falleció sin saber que su nombre permanecerá indeleble en la memoria: Manuel Iglesias no sabe que es reconocido como el creador del primer auto fabricado íntegramente en la Argentina.

El boceto del modelo en forma de monumento en la plaza Eduardo Costa de Campana,
iudad cuna del primer automóvil argentino

Gustavo Feder, periodista e historiador de la industria automotriz, recogió su biografía póstuma: el 25 de noviembre de 1973 se inauguró un monumento de la réplica del auto en la plaza Eduardo Costa de Campana, ciudad que fue declarada "cuna del Primer Automóvil Argentino" el 2 de octubre de 1975, el mismo día donde se instituyó que cada último domingo de noviembre se celebre el "día del Automóvil Argentino". Manuel Iglesias nunca lo sabrá, pero los homenajes tienen su nombre y su legado quedó eternizado.

Llegó al país cuando tenía 14 años. Se instala en un campo de San Isidro hasta que mediante una carta de presentación redactada por sus padres, recala en San Martín para aprender el oficio de carpintero. Cinco años después empieza a trabajar en el Departamento de Ingeniería de los talleres ferroviarios del Ferrocarril Central Argentino de San Martín. Allí nace el germen de su posterior logro: conoce la tecnología que impulsa a los trenes y se forma como mecánico mediante la lectura de revistas y libros especializados.

En la reseña que apunta el sitio Autohistoria, construye un torno a pedal en su tiempo de ocio y compra su primer motor a explosión para realizar experimentos en materia de propulsión. Ingresa al departamento de autos y vagones del FCCA en Campana por expreso pedido. Vive en Colón 226, donde gesta su obra máxima. Asiduo lector de la revista Caras y Caretas, estimula su deseo al ver notas sobre autos y aviones.

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Manuel Iglesias quería inventar el suyo: le sobraban inquietud y razones. Invertía su tiempo muerto en el taller donde trabajaba y extendía su labor a sus horas libres, en su casa. Juan Carlos Iglesias Pelliza, uno de sus nietos, lo describió: "Era un hombre inquieto y de gran valía, y, al no tener la capacidad económica para comprar un automóvil propio, decidió hacerlo con sus propias manos".

Comenzó su construcción en 1903 y lo terminó cuatro años después. Su diseño era básico: un banco de madera para dos personas que dejaba en la trompa los tanques de agua y nafta. Estaba basado sobre un chasis rectangular de largueros, un eje rígido del que se desprendían la dirección y un mecanismo diferencial en el eje trasero. Montaba un motor monocilíndrico de 1938 centímetros cúbicos ubicado en la parte delantera. Se arrancaba con manivela y carecía de rodamientos y de cubiertas: sus ruedas eran rayos de madera con llantas de hierro. Tampoco tenía acelerador, un regulador de revoluciones sostenía el ritmo del motor en 400 revoluciones por minuto. Su velocidad máxima estaba estimada en doce kilómetros por hora. Fue construido de manera artesanal por el propio Manuel Iglesias, a excepción de la bujía y el magneto.

La leyenda urbana dice, entre precisiones ya difíciles de comprobar, que lo condujo por primera vez en una ocasión especial: el 20 de noviembre de 1907 para el cumpleaños de su esposa, María, con quien compartió el viaje bautismal del primer auto fabricado íntegramente en el país. Él, con 37 años de vida y cuatro de construcción, provocó la fascinación de una Campana impávida que descubría un invento peligroso, invasivo. La proeza de circular a doce kilómetros por hora despertaba inquietudes: el primer vehículo nacional fue denominado vulgarmente el "mataperros".

Aunque nunca haya matado a un perro y probablemente haya circulado poco, el auto de Manuel Iglesias vivió rodeado de misterio. Y como una paradoja, tal vez, al poco tiempo el auto dejó de ser un auto. Mientras en el mundo comenzaba la producción en serie del primer vehículo de fabricación masiva, el Ford T, el primer modelo de raíz argentina se convertía en una bomba de extracción de agua y en una sierra para cortar leña. Por motivos laborales, para la década del veinte, Iglesias se trasladó a Villa Ballester, donde desarmó su invención para acondicionar su casa.

El auto recién recuperó su vocación en 1950, gracias a Juan Carlos, uno de sus hijos. Manuel tenía 80 años, no sabía que iba a vivir solo cinco años más, cuando escuchó de nuevo el motor de su obra maestra. Después de su muerte llegaron los reconocimientos. Primero el monumento en Campana, luego la sanción de la ley Provincial 8501 que declara a la ciudad "Cuna del Primer Automóvil Argentino" y se instituye el "Día del Automóvil Argentino". Finalmente en 1984 se decreta la fundación del "Club Primer Automóvil Argentino Manuel Iglesias".

Su presidente es Adrián Chiorazzo, quien describe la simbología de este modelo histórica: "El vehículo para nuestra ciudad es todo. Es en donde entre 1903 y 1907 Manuel Iglesias fabricó en su casa el primer auto argentino. Primero tuvo que crear el torno y después construyó el auto pieza por pieza, desde cero". Cuenta que según le reconoció el curador de un museo del automóvil antiguo en Brasilia, hay documentos que pueden atestiguar que el invento de Iglesias es el primer automóvil construido en toda Sudamérica. Manuel Iglesias, sin embargo, nunca sabrá que fue el creador del primer automóvil argentino y, tal vez, sudamericano.

Fuente: Milton del Moral para Infobae

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