Los invasores que propagaron la semilla de la mayoría de lenguas europeas tuvieron menos éxito al colonizar la península
Todos los idiomas que se hablan hoy en día en Europa tienen el mismo origen: las lenguas indoeuropeas. Salvo por unas pocas excepciones. Una de ellas es el euskera, que ya se hablaba antes de que los idiomas indoeuropeos llegaran al continente. Su supervivencia hasta la actualidad ha intrigado desde hace tiempo a arqueólogos y lingüistas; ahora, un estudio internacional ha analizado restos fósiles de Portugal correspondientes al Neolítico y la Edad del Bronce, y ha encontrado una explicación.
Según publica hoy la revista PLOS Genetics , los nómadas de la estepa euroasiática que propagaron las lenguas indoeuropeas por Europa apenas llegaron a la península ibérica. Los investigadores han analizado el ADN de catorce muestras fósiles del Neolítico y de la Edad de Bronce, y las han comparado con otros datos genómicos recopilados hasta el momento. A diferencia de lo que ocurre en el resto de Europa, los científicos han hallado muy pocas huellas del pueblo nómada en el genoma de los habitantes de la península ibérica de la Edad de Bronce, lo cual da nuevas pistas sobre la evolución de los pueblos que en el pasado habitaron lo que hoy son España y Portugal.
La historia de Europa es una historia de migraciones. Los primeros humanos modernos que la colonizaron, procedentes de África, fueron cazadores-recolectores nómadas, en el Paleolítico. Hace 12.000 años, los agricultores de la península de Anatolia –donde hoy en día se sitúa la mayor parte de Turquía– se esparcieron por Europa, llevando consigo la revolución neolítica. Los cazadores-recolectores y los granjeros procedentes de Anatolia no permanecieron aislados, sino que se reprodujeron entre sí, y con el tiempo fueron intercambiando genes.
Invasores del este
Sin embargo, 7.000 años más tarde, “el panorama genético de Europa cambió dramáticamente”, explica a Big Vang Rui Martiniano, , primer autor del estudio de PLOS Genetics. Un pueblo más avanzado tecnológicamente invadió el continente desde el este. Eran los nómadas de la estepa euroasiática, que habían aprendido a domar caballos y a forjar armas de bronce.
“Europa era rica en recursos: tenía grandes campos para la agricultura, cobre y estaño”, declara en entrevista telefónica Martiniano, investigador de la Universidad de Coimbra (Portugal) y del Trinity College de Dublín (Irlanda). “Los invasores de la estepa tenían ventaja; allá donde fueran, siempre eran superiores, tanto en movilidad como en armamento”. Los nómadas se impusieron, tanto cultural como genéticamente, y desencadenaron la Edad de Bronce. Sus idiomas y sus genes se convirtieron en los predominantes en todo el continente.
Excepto en la península ibérica. “Hemos descubierto que, en contraste con lo que ocurrió en Europa, la transición genética del Neolítico a la Edad de Bronce es muy, muy sutil en la península”, afirma Martiniano. Por alguna razón, los jinetes nómadas, “que lograron llegar incluso a las islas británicas y reemplazaron a su población drásticamente”, no pudieron hacerse con la península ibérica.
“Eso explicaría por qué algunas lenguas previas a las indoeuropeas, como el euskera, persistieron más tiempo, simplemente porque estuvieron más refugiadas de las migraciones durante la Edad de Bronce”, razona Martiniano. Aunque todavía es pronto para dar una explicación inequívoca a este fenómeno, el investigador portugués señala posibles causas geográficas, como los Pirineos o la localización de la península, muy alejada de la estepa euroasiática.
Sin embargo, a pesar de llegar en números menores que a Europa, los habitantes de la estepa sí dejaron algunas huellas. La más evidente, de hecho, es genética. “Los habitantes del Neolítico y de la Edad del Bronce en la península genéticamente fueron casi iguales, con una sola diferencia: el cromosoma Y”, destaca Martiniano. Hace 5.000 años, el cromosoma Y –el que determina el sexo masculino– de los hombres agricultores fue reemplazado por el de los jinetes de la estepa.
De ahí, los investigadores han deducido que la migración masiva de la Edad del Bronce fue predominantemente de hombres, algo que cuadra con los resultados en todo el continente. Su marca genética se fue diluyendo a lo largo de las generaciones en la península ibérica, donde eran minoría, pero su cromosoma Y, que se transmite íntegramente de padre a hijo, pervivió.
Los jinetes del este, además, influyeron en ciertos aspectos de la cultura peninsular, como los ritos funerarios. “En el Neolítico se construían grandes monumentos funerarios, donde se enterraban a decenas de personas del mismo pueblo. Al llegar la Edad del Bronce, los entierros empezaron a ser individuales, asociados a objetos de significado ritual, como por ejemplo espadas”, relata Rui Martiniano.
Diferencias de altura
Otro de los hallazgos de los científicos podría contribuir a explicar la diferencia de altura entre los europeos del norte y del sur. Los agricultores que colonizaron Europa en el Neolítico eran genéticamente más bajos que los cazadores-agricultores autóctonos, y por lo tanto hicieron disminuir la altura media de los habitantes del continente. A medida que fueron mezclándose entre sí, no obstante, la altura aumentó ligeramente de nuevo.
Luego, cuando llegaron los nómadas de la estepa, que eran más altos, el tamaño se incrementó aún más, aunque no en el caso de la península ibérica. “Las poblaciones del sur tenemos mucha más ascendencia neolítica; esa puede ser una razón por la que seamos más bajos”, concluye Rui Martiniano.
Fuente: Lavanguardia.com
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