El 19 de setiembre de 1841 se enfrentaron en Tucumán, en el Monte Grande de Famaillá, el ejército de la Liga del Norte contra Rosas, que mandaba Juan Lavalle, y el enviado por Rosas para reprimirlo, a cuyo frente estaba Manuel Oribe. Como se sabe, la acción terminó con la derrota completa de las fuerzas de la Liga.
Pero antes de iniciarse la batalla ocurrió un hecho curioso. Los ejércitos estaban frente a frente y, de pronto, el general Juan Esteban Pedernera, del ejército de Lavalle, se adelantó a caballo y encaró a gritos al coronel Mariano Maza, jefe de los infantes de Oribe. Lo desafió a que, en lugar de combatir, zanjaran el asunto con un duelo personal entre ambos. Esto no pudo resolverse porque ya avanzaban las guerrillas de ambas fuerzas, y de inmediato el combate se generalizó.
Pedernera, puntano de nacimiento, era uno de los más valientes guerreros de su tiempo. Había luchado, a órdenes de San Martín, en las campañas de Chile y del Perú. También, en la guerra con el Brasil y, bajo el comando de José María Paz, en las batallas de San Roque, La Tablada, Fraile Muerto. Estuvo en Tucumán en la derrota de La Ciudadela de 1831, que lo lanzó al exilio. Después del desastre de Famaillá siguió con Lavalle hasta la muerte de este, y formó entre quienes condujeron su cadáver hasta Potosí.
Fue senador nacional, gobernador de San Luis y peleó en la batalla de Cepeda. En 1860 fue elegido vicepresidente de la Confederación Argentina, en la fórmula que encabezaba Santiago Derqui.
Después de Pavón, quedó a cargo de la presidencia. Le tocaría la triste misión de firmar, el 12 de diciembre de 1862, el decreto que declaraba en receso el Ejecutivo Nacional. Murió a los 90 años, tan respetado como cargado de condecoraciones, el 1 de febrero de 1886.
Fuente: Lagaceta
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