Dicen que era una morocha alta y esbelta, de largas trenzas renegridas como la noche más oscura. Estaba casada con el Sargento de Granaderos Dionisio Hernández. Puntana para más datos.
Dicen que participó, luchando como una leona contra la intentona de los prisioneros realistas de San Luis, estando en la primera línea de pelea.
Monumento del Pueblo Puntano a los Héroes Puntanos de la Independencia |
Dicen que cuando los granaderos puntanos tuvieron que cruzar la Cordillera de los Andes y unirse al triunfador Ejército Unido, ella misma en persona le pidió al General San Martín unirse a los troperos, y así poder estar junto a su marido Dionisio. Tanto fue el ardor de su pedido, que el Libertador accedió, siendo una de las cuatro mujeres que se unieron a las filas del Ejército Libertador.
Dicen que cuando La Pancha tuvo el visto bueno, se corto sus trenzas renegridas, se colgó un sable a la cintura y se vistió con el uniforme de Granadero.
Dicen que viajó con el Ejército Libertador hasta el Perú, en su Expedición Libertadora. Hizo la Campaña de la Sierra y entró triunfal a la Ciudad de Lima, siempre acompañando a su esposo.
Dicen que se sumó a la fatídica Expedición de los Puertos Intermedios. Dicen que en la derrota de "Torata" la vieron luchar con el mismo arrojo y denuedo que cualquier otro Granadero. Dicen que cuando los patriotas volvieron a ser atacados dos días después en "Moquegua", fue parte del "Escuadrón Sagrado"...
Nos cuenta el General Espejo:
"A la vista de tan angustioso cuadro, nos reunimos como cuarenta, entre oficiales y jefes, armados como estábamos, unos con sables, espada o lanza, pero todos con pistola y formamos el Escuadrón Sagrado, como algunos lo denominaron, para proteger en lo posible aquella masa enceguecida por el pánico. Se le dio el mando al Comandante D. Juan Lavalle contándose entre las filas a Pringles y al sargento distinguido don Dionisio Hernández, natural de San Luis, que llevaba a su lado a su esposa La Pancha (también puntana), vestida de uniforme militar y armada de sable y pistolas como era su costumbre en los combates en que estaba su marido"
Su marido fue herido en ese encuentro, y La Pancha, lo tomó del brazo, siendo su muleta, caminando por interminables arenales, hasta que pudieron llegar al puerto de Ilo y salvar el pellejo.
Dicen que llegó a Lima, cansada, cubierta de polvo, heridas y gloria..
Dicen que nunca más se supo de La Pancha y su Dionisio, seguramente extraviados en las nieblas de la Historia.
Dicen que era una morocha alta y esbelta de largas trenzas renegridas... y un corazón Granadero...
Fuente: Granaderos Bicentenacio
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