"Pascuala Meneses", figura en cualquier rincón de nuestras crónicas, como la mujer que quiso participar de la epopeya y que una disposición de San Martín frustró, pues su orden terminante era de que mujer alguna marchara con el ejército.
Todas las vicisitudes de los días iniciales le iban señalando la necesidad de darse a una obra que reunía voluntades y esfuerzos. Cada cual se presentaba con lo suyo; las madres, un hijo; el comerciante, mercancías; los ricos, onzas; los pobres, trapos viejos.
¿Y ella? Nada más que de sí misma disponía. Vistió ropas de hombre y se fue con un ponchito a media cadera y un chífle de agua, a ofrecer sus servicios el cuartel, conforme se les convocaba a los mozos para las cruzadas de la emancipación.
Debió anotarse su nombre apenas desfigurado con la supresión de la última letra. Los 19 años de su edad desnutrida, su profesión, ninguna, su domicilio, para agrandarlo; Mendoza.
La niñez rural y pobre habíale enseñado la rudeza necesaria, la frecuentación del caballo y la mula, hábito de la intemperie, el mismo vocabulario zafado de los campesinos y montañeses, vestido el uniforme granadero, debió quedar cabalmente, un muchachón más imberbe y flaco de los que abundaban en cada escuadrón, comenzando por los oficiales:
"Pascual Meneses - Nación: Mendoza. Condición: Voluntario".
Decidido y servicial miraba a sus compañeros con ojos de simpatía profunda y hablaba con voz dulce que aumentaba la cadencia de la tonada lugareña.
Era él quien disponía con mayor presteza y habilidad realizar todas las faenas menudas, algunas de las cuales forman precisamente los más altos inconvenientes de la vida, coser un botón, darle unas puntadas a una manga, sujetar un desgarrón del capote freír un par de huevos, mondar unas papas, lavar un pañuelo.
¡Qué hábiles eran las manos de Pascual Meneses para todos estos quehaceres! Con cuánta buena voluntad se ponía él, antes de que se lo pidiesen, a ayudar a un compañero!
Cuando todo estaba listo "para la de vámonos" conforme dijo el Jefe "sin que faltara un hombre en las filas ni un clavo en las herraduras", fue cuando San Martín notó que le sobraban 130 sables. "El que ame el honor venga a tomarlos", escribió.
Y concurrieron más de los ciento treinta requeridos. Pascual Meneses hubiera sido uno si pudiera desdoblarse...
Por el camino de Uspallata rumbo al valle de Aconcagua, partió la división que primero debía enfrentar al enemigo. Entre los ochocientos hombres de Las Heras, salió de Mendoza, Pascual.
Estaban ya en Uspallata, cuando descubrióse el engaño. El muchachón era una niña. El mismo Las Heras sorprendido y emocionado le dio orden de despojarse del uniforme granadero y volver a sus
pilchas femeninas, para retirarse del ejército.
Había dicho San Martín "no me entiendo con mujeres”.
Pascuala Meneses dejó en la ciudad los trapos de su indumento y no había por allí mujer que pudiera prestarle una falda, en forma que no hubo más que vestir un capotón de los grandes y sin descalzar las botas, volverse una mañana por el camino de regreso al recién, abandonado campamento. Ella llevaba los ojos enrojecidos por las lágrimas inútiles de las súplicas, sus compañeros quedaron con la sensación sentimental de haber convivido con una muchacha heroica, los primeros pasos en el sendero difícil de la emancipación americana y el coronel, cumplidor exacto de las órdenes recibidas, quedó buscando en su interior estos sentimientos que pudieran enaltecer el intento de la paisanita, que se vistió de granadero por puro afán de seguir la huella de la libertad.
No se supo nada más de la muchacha. Sólo quedó su nombre en las listas del recuerdo, su intento entre las mejores frustraciones, su memoria en la maraña cerebral de algún viejo soldado, que a los años regresó a Chile, del Perú, del Ecuador, hablando de heroicidades, privaciones, muerte y gloria.
Pascuala se hizo un símbolo, luego una sombra, después nada Las mujeres mendocinas deben revivir su figura, enaltecer su apelativo, recordar su hazaña irrealizada. La muchacha granadero que quiso ir a luchar por la libertad del Continente.”
Autor: Bernardo González Arrili.
Nota: Investigaciones posteriores dan cuenta de ella en Mendoza.
Fuente: Granaderos Bicentenario
Hola! soy de Mendoza y hasta ahora, no encontramos información sobre esta muchacha, al parecer no hay registros de la misma.Todo apunta que es un cuento tradicional ¿Serías tan amable de citar tus fuentes?
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