El teniente del ejército español José de San Martín (22 años) se encontraba en Valladolid reclutando soldados que debían marchar a pie a Salamanca.
Una mañana temprano galopaba para reunirse con la tropa. Cuando de repente, desde una zona boscosa del camino, cuatro bandidos lo interceptaron y le pidieron la maleta. El teniente San Martín desenvainó el sable. No se iba a entregar tan fácilmente.
Los asaltantes atacaron al futuro Libertador. Eran cuatro contra uno. Pero aun así el joven Teniente no retrocedió. Los forajidos lo hieren en la mano, derribándolo con una estocada profunda en el pecho, tomaron la valija y huyeron. San Martín quedó tendido en el piso, muy mal herido.
Tuvo la fortuna de que pasara por allí el general español Francisco Negrete. Lo rescató y lo depositó en un convento donde una monja lo cuidó durante varios días. Los bandidos le habían robado los 3.350 reales que destinados al pago de la tropa.
El 6 de enero de 1802 envió una carta al rey para brindándole detalles de cómo había perdido el dinero y suplicándole que le perdonara la deuda.
Carlos IV excusó a San Martín al considerar que, según los informes de sus jefes, era “un oficial de acreditado valor y conducta”.
Fuente: Granaderos Bicentenario
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