Por Roberto Colimodio
Gral. Don José de San Martín |
Si nos atenemos a las páginas de autores sanmartinianos y pensamos en quiénes fueron los primeros en biografiar al Libertador de América, seguramente surgirán apellidos como García del Río, Mitre, Gérard, Miller, Sarmiento, Alberdi, etc… y sus páginas serán las que se lleguen a nuestra mente.
Sin embargo, en un ejemplar del periódico porteño “El Abogado Nacional” el número 4 del 24 de diciembre de 1818, se anuncia una BIOGRAFÍA MODERNA AMERICANA del General don José Francisco de San Martín, su editor: Pedro José Agrelo. De formato periodístico o de diccionario breve, el resumen que hace Agrelo de los acontecimientos de vida de San Martín contiene detalles sabrosos para aquellos que gustamos de las curiosidades y de hurgar en los viejos papeles. El escrito no contiene fechas exactas, ni describe físicamente al Libertador y confunde su hoja de servicios y rangos militares obtenidos.
Sin embargo, y aquí lo más valioso a mi entender, narra con asombrosa exactitud algunos hechos atinentes al Combate de San Lorenzo que llevó años (casi 200) poder llevarlos a conocimiento exhaustivo en análisis posteriores de investigación. Agrelo describe los hechos, sin duda con conocimiento veraz de testigos directos de la acción, y por que no, de propias palabras de San Martín a quien frecuentó en Buenos Aires en la Sociedad Patriótica. Por ello toma particular relevancia y a mí entender más valioso la narración que escribe sobre algunos hechos atinentes al Combate de San Lorenzo y, en particular al episodio de la rodada del caballo bayo del Gran Capitán, hecho puesto duda por muchos historiadores ya que no hay constancia documental ni mención alguna en diversos partes y memorias, sino testimonios de terceros. Ni el propio San Martín lo cuenta excepto cuando dijo “Los matuchos me tuvieron tan apurado en San Lorenzo”. Agrelo escribe en su periódico en 1818:
“Aún no había concluido con su organización, y disciplina, cuando se le mandó salir a San Lorenzo a contener el desembarco, y batir en caso preciso quinientos hombres de tropa de línea, con que acometió aquel punto por el caudaloso Río Paraná el Gobernador Español de Montevideo. Este primer ensayo de los ulteriores servicios que ha hecho a su país este insigne Oficial, no dejó menos acreditado su valor, que su instrucción y desvelos en la disciplina de su cuerpo: con solos ciento y cincuenta hombres de él, y sin esperar la infantería y artillería, que debía componer la división, cargó a sable en mano sobre la línea y cañones enemigos a la cabeza de sus granaderos, y los deshizo, y precipitó contra las mismas barrancas del Río que tenían a la espalda, y de que no se separaban: fueron muy pocos los que lograron reembarcarse, y volver escarmentados con la noticia a Montevideo. Él tuvo el caballo muerto, dislocado el brazo derecho, y una herida de sable en la cabeza, con que hubo de ser él mismo muerto por un soldado enemigo en el acto de haber rodado, sino le salva la vida un granadero, que se anticipó a quitársela al bajo agresor”.
Vayamos por puntos resaltados: para quiénes investigamos sobre el Combate, una de las tareas que con mayor ahínco realizamos fue la de tratar de establecer fehacientemente la cantidad de granaderos presentes en San Lorenzo, las diversas fuentes entre ellas él propio San Martín daban cifras de 120, 132, 140 y 150 utilizando diversos cálculos y escritos (del mismo San Martín y del testigo presencial Robertson). En 2012 pudimos establecer que fueron 150 gracias a las Lista de Revista del RGC realizadas por el Comisario de la Guerra. Agrelo ya lo sabía…
Sin esperar la infantería y la artillería…. Sabido es y profusamente difundido que la infantería a cargo de Juan Bautista Morón y subordinada a San Martín quedó relegada en la marcha por falta de caballos en la Posta de Santos Lugares. Pero el caso de la Artillería (2 cañones y 100 fusiles) que partieron un día de antes de Buenos Aires era prácticamente desconocido. Al mando de Larrazábal este convoy tuvo problemas en el trayecto en sus carretas y los cañones no llegaron a San Lorenzo. De este contingente se desprendieron y sumaron a las filas del Escuadrón los llamados “oficiales voluntarios Julián Corbera y Vicente Mármol” que fueron mencionados en el parte de batalla que dictara San Martín a Necochea. Agrelo le da importancia…
Cargó a la cabeza de sus granaderos… Si bien es más que conocido y reconocido este episodio, cabe destacar que está escrito apenas 5 años después de ocurrido… Agrelo tuvo fuentes contemporáneas con la memoria fresca y pudo contar con varias voces…
Esto nos lleva al párrafo final que destaco como el más importante: Él tuvo el caballo muerto, dislocado el brazo derecho, y una herida de sable en la cabeza, con que hubo de ser él mismo muerto por un soldado enemigo en el acto de haber rodado, sino le salva la vida un granadero, que se anticipó a quitársela al bajo agresor.
Estas 4 líneas nos cuentan, y perdón la reiteración, en 1818 los hechos como nunca después sucediera hasta 1862 en que Pastor Obligado en “La Tribuna” publicara su artículo “El correntino Cabral” luego reescrito como “El primer granadero” y editado en 1888 en sus “Tradiciones de Buenos Aires”.
Recordemos que ni el propio San Martín, ni Miller en sus “Memorias”, ni Robertson en su “Viaje…..” hacen mención a la rodada… ni siquiera el parte de guerra enemigo del Combate habla de los apuros que tuvo el Jefe de los Granaderos…. (el historiador español Torrente en 1829 sólo dice “afortunado jefe” y el parte del comandante Ruiz y Ruiz que sólo había sido herido). Aunque todos sabemos que el parte realista no se caracteriza por su veracidad.
Agrelo nos da la primera versión de la rodada – puesta en duda por muchos investigadores por la inexistencia de documentos oficiales – y no sólo eso, nos habla de que tuvo “dislocado el brazo derecho” que se puede probar o bien inferir documentalmente por la carta del cura Navarro al Gobernador de Santa Fe, Beruti, ya que ese documento original (que hoy no se encuentra) es referido por Juan Ramón Beltrán en “Los servicios médicos en el combate de San Lorenzo”. En ese documento Navarro escribe… “se halla el expresado coronel dislocado de un brazo y herido…”. No dice Navarro qué brazo ni que tipo de herida… Agrelo lo sabía….
Una herida de sable en la cabeza… En el mencionado escrito de Obligado de 1862 este comete algunos errores que le son rectificados por los generales Pacheco y Escalada, entre ellos el de la herida (de sable o de hacha) que recibiera el entonces coronel en la mejilla. Aquí, si bien la mejilla forma parte de la cara y ésta de la cabeza podríamos encontrar una “versión errada” si se prefiere, dada por Agrelo… Ni Obligado en 1862, ni Carranza en 1864, ni Mitre mencionan como fuente a Agrelo ni su escrito de 1818 en “El Abogado Nacional”. Evidentemente pudieron suceder dos cosas: que no conocieran de su existencia o caso contrario que lo hayan desestimado. Lástima en ambos casos… nos hubieran facilitado el trabajo de investigación posterior...
Posiblemente esta omisión fuera subsanada en el futuro …. En el siglo XX el escrito de Agrelo sigue desapercibido: Ni Juan Canter, ni Guastavino, ni siquiera Bartolomé Descalzo en 1948 lo mencionan entre sus fuentes siquiera para desacreditarlo… Aunque en 1910 podemos encontrar alguna referencia (poco feliz para Agrelo) en la “Bibliografía del General don José de San Martín y de la Emancipación Sudamericana” por Carlos I. Salas. Publicada bajo los auspicios de la Honorable Comisión del Centenario de la Independencia Argentina. 1778-1910. Buenos Aires: Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, 1910. Allí el autor menciona y recopila toda bibliografía que trate sobre San Martín y dedica algunas líneas al periódico “El Abogado Nacional”: “Este diario consta de 11 números. Empezó a publicarse el día 15 de Octubre de 1818 y terminó el día 1ro de Mayo de 1819. Redactor: Doctor Pedro J. Agrelo. Número 4: Tanto los apuntes biográficos de Brayer como los que se refieren a San Martín que trae este número son incompletos. Biografías sintéticas muy incompletas que no revisten verdadero interés histórico”. AYYY…. Que tajante don Carlos I. Salas para descartar una fuente contemporánea ¿verdad? Esto posiblemente haya “espantado” a varios investigadores que desecharon a una posible fuente de información.
Agrelo cierra su artículo con unas palabras premonitorias: San Martín no aspira a hacerse conocer sino por sus hechos, y lo conseguirá; ni quiere más premio que la gratitud de su país; él la tiene. Si bien los hechos últimos narrados son vastamente conocidos, pienso que estas palabras de Agrelo, que pasaron desapercibidas para muchos historiadores (entre los que me incluyo) deben de obtener la gratitud no buscada pero sí merecida por su contemporaneidad, su exactitud y templanza. También debe tenerla uno de los pocos sino el único intento de rescate historiográfico que realizara Hernando Molinari en la Revista San Martín Número 32 del año 1953 quien en un artículo de su autoría se pregunta si el Dr. Pedro José Agrelo no debe ser considerado el primer biógrafo de San Martín. Sin embargo, Molinari no analiza el texto y sólo introduce los estudios de otros autores que mencionaban a los “primeros biógrafos” ya aludidos al principio, atribuyéndole a Pedro José Agrelo la autoría del texto (que no está firmado) quien era el editor responsable del periódico. Por ello, y para concluir, quisiera hacer un doble rescate: al del autor de la primera biografía, o sí prefieren esbozo biográfico y a quien intentara recuperarlo del olvido o de la indiferencia de los investigadores cayendo quizá él también inadvertido, al menos, para la mayoría. Este humilde aporte como reconocimiento y difusión de sus tareas y contribución para la Historia sanmartiniana. Muchas gracias.
Fuente: Granaderos Bicentenario
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