Los espectáculos de masas fueron fomentados por el imperio mexicano para hacer ostentación de su poder y controlar a las comunidades, haciéndolas partícipes y cómplices.
Estas celebraciones implicaban sacrificios humanos, un hecho que hace posicionarse incómodamente al investigador. Hay quienes se afanan en negarlos y otros tratan de maquillarlos o de exagerarlos, en función de sus propios intereses y de sus convicciones religiosas.
El «rayamiento» era la culminación de los ritos guerreros; la gran prueba de valor individual que constituía el máximo espectáculo para el pueblo, el que acudía a ver luchar a sus mejores guerreros contra los mejores hombres de los enemigos, aunque éstos estuvieran en desventaja.
El Estado promovía esta celebración, que era la reafirmación de la grandeza mexica (González, 1985: 228).
El sacrificio humano no es para los aztecas un acto místico en que la sociedad realizaba su propia oblación para la salvación del resto de la humanidad; por lo contrario, es una técnica de dominación que asegura el crecimiento del grupo a expensas de las poblaciones periféricas.
Es necesario que los sacrificios sean ajenos al imperio mexicano para que la guerra, necesaria para su captura, pueda con el mismo impulso servir para extender el poderío azteca (Duverger,
1983: 213).
El pueblo esperaba impaciente que, con las primeras luces del día, comenzara la fiesta. Sin embargo, para los protagonistas había empezado cuarenta días antes: los guerreros, con ayunos
y autosacrificios, y algunos de los que serían sacrificados eran purificados para que durante esos días representaran al dios Xipe (Durán, 1967, I, [cap. IX]: 96).
En la medianoche del 20 al 21 de marzo los guerreros encendían una hoguera y a la luz de la lumbre arrancaban algunos
cabellos de sus prisioneros que guardaban como reliquias-trofeo, porque ese cabello contenía el calor vital y el honor del sacrificado (Graulich, 2003: 23); después realizaban sus ofrendas
de sangre para satisfacción de los dioses, tan asociadas a los guerreros.
Al alba del 21 de marzo al indígena que había representado al dios Xipe durante cuarenta días, y a otros que, como él, representaban a los principales dioses, se les practicaba el sacrificio ordinario (Durán, 1967, I, [cap. IX]: 97).
Éste consistía en que el sacrificador, con el corazón en la mano, se colocaba en un lugar llamado zacapan para que todos los que quisieran hicieran ofrendas de maíz. Terminadas éstas los sacrificados eran desollados como acto de regeneración, en un ritual postsacrificio.
A continuación su piel era vestida por otros que se colocaban todos los atributos de los dioses. Quizás para formar parte del combate fingido que había después y que era un entretenimiento
para el público y lucimiento de los participantes.
El combate lo formaban dos bandos, uno que defendía los «colores» de Xipe y que eran los que vestían las pieles de los desollados recientes, y el otro bando estaba compuesto por guerreros, posiblemente del telpochcalli. (Durán,
1967, I, [cap. IX]: 97; Sahagún, 2001, I, [lib. I, cap. 18]: 79)
Tras el combate fingido, los que vestían las pieles e insignias de los dioses eran atados y conducidos a la zona del temalácatl, donde daba comienzo la siguiente y más esperada fase de
la fiesta: el sacrificio gladiatorio.
En procesión, al son del tambor, desfilaban muchos actores: los
sacerdotes más importantes, los nobles, quienes representaban a los cuatro rumbos del universo y los cuatro guerreros, águilas y jaguares, armados con sus chimalli multicolores y afilados macuáhuitl, que se colocaban a los lados de los dioses vivientes (Durán, 1967, I, [cap. IX]: 98).
Cuando todos se acomodaban en los lugares establecidos salía el primer prisionero que, sobre el temalácatl, era atado por una pierna con la soga que salía del agujero central para
reducir su movilidad. Le daban para beber alcohol sagrado, teooctli, que mitigaba su miedo y aumentaba su valor, pues tenía que enfrentarse a sus contrincantes con armas falsas y unas
simples bolas de madera.
Al son de la música y los cánticos empezaba el combate desigual ycuando el guerrero águila o jaguar le hería, le rayaba y brotaba la sangre, la música daba la señal para que el herido se tumbara en el suelo.
Trabajo Completo:EL SACRIFICIO GLADIATORIO Y SU VINCULACIÓN
CON LA GUERRA EN LA SOCIEDAD MEXICANA
Fuente: Planet of Aztecz
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