Ya la "Batalla de la Florida" ha concluído. Los sobrevivientes del Ejército Real, huyen del campo de batalla, dejando a los patriotas dueños del mismo. Es el 25 de mayo de 1814.
El Comandante Juan Antonio Álvarez de Arenales ha logrado una espectacular victoria para las Armas de la Patria.
Con intenciones que liquidar al enemigo que huye, Arenales, inicia la persecución de los realistas que escapan. En su afán de concluirlos, poco a poco se va alejando del grueso de sus tropas. Sólo él, y su sobrino, el Teniente Apolinario Echavarría persiguen a los derrotados. Casi diez kilómetros realizan en su persecución, hasta que en un recodo del camino, se encuentran de frente con una partida realista de once soldados, que detienen su huida al percatarse que son sólo dos sus perseguidores.
Lejos de amilanarse, Arenales y Echavarría, se miran, desenvainan sus sables y se lanzan a la pelea...
Dos contra once...
La pelea es desigual. ¡Son demasiados! Pero aún así, Arenales y su sobrino son dos leones enjaulados peleando por sus vidas. Uno tras otro van cayendo los soldados del Rey, abatidos por los filos de los sables de éstos dos valientes. Hasta que de improviso, Apolinario ve como uno de sus enemigos alza su fusil, apuntando a Arenales. Sin dudarlo interpone su cuerpo entre la descarga mortal y su tío, cayendo su cuerpo exánime a los pies del Héroe.
Bañado en su propia sangre, y en la de sus enemigos Juan Antonio Álvarez de Arenales continúa su lucha desigual.
Ciego de furia, Arenales sabe que venderá cara su vida. Apoya su espalda contra un árbol, mientras esquiva y da sablazos a sus atacantes. Recibe un sablazo en la cabeza, que le abre un profundo tajo en el parietal. Otro corte más, le empieza en la frente y baja, dividiéndole la nariz en dos. Otro más sobre
el pómulo, que le llega hasta la boca.
Trece horrorosas heridas martirizan su cuerpo.
Fatigado por lo cruel del combate, casi sin fuerzas por la sangre vertida, Arenales sigue de pie.
Aprovechando un descuido del Coronel, uno de sus atacantes, se desliza subrepticiamente por detrás, y con cobarde actitud, le propina un feroz culatazo en la nuca, que le hunde el hueso.
Atacado a traición, desmayado por el golpe, Arenales cae vencido a los pies de sus atacantes, los cuales no intentaron percatarse si lo habían matado... sólo querían huir del filo de su sable, y escapan del lugar.
El cuerpo de Arenales permanecerá muchas horas tendido en el suelo, entre los cadáveres de sus enemigos, hasta llegada la noche, en la que es recuperado por algunos de sus hombres.
Llevado frente al cirujano del ejército, éste dictamina que el Coronel no pasará la noche.
Sin embargo se equivoca. Esa noche, y muchas otras más pasara Arenales recuperándose de sus terribles heridas. Más de un mes tardó en firmar el Parte de Guerra de su triunfo de "La Florida", batalla recordada por la calle céntrica de la Ciudad de Buenos Aires y por la localidad del conurbano bonaerense.
El Coronel Juan Antonio Álvarez de Arenales vivirá muchos años más, para regalarle a la Patria muchos otros triunfos, para Gloria de las Armas de la Nación.
Desde aquel memorable combate tan desigual, será apodado con un nombre que lo llevará con orgullo hasta el último de sus días. Sus hombres lo llamarán así, con admiración, y sus enemigos lo harán con temor.
Esta es la historia de que porque al General Juan Antonio Álvarez de Arenales lo llamaron... EL HACHADO.
Había nacido el 13 de junio, pero de 1770.Fuente: Granaderos Bicentenario
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