por Luis Horacio Yanicelli
Como se sabe, el Congreso reunido en San Miguel de Tucumán que el día 9 de julio de 1816 declaró la Independencia, se trasladó en febrero de 1817 a Buenos Aires, donde funcionó hasta fines de 1819. El motivo por el que oportunamente se había dispuesto que sesionase en Tucumán, era precisamente para aventar las fundadas desconfianzas que Buenos Aires generaba en las demás provincias que comprendían los territorios del ex Virreinato del Río de la Plata. Además, como también es conocido, la ciudad de San Miguel de Tucumán, se encontraba en el centro geográfico de lo que era el territorio que ocupaban las provincias que habían conformado el virreinato mencionado. Recordemos que este se extendía desde el Lago Titicaca en el Alto Perú, (actual Bolivia), hasta el paralelo que une las ciudades de Buenos Aires y Mendoza, que constituía el límite sur del virreinato. La Patagonia, por entonces no contaba y casi nula trascendencia tenía, al igual que el Chaco que era un territorio sin control. Por lo pronto, allí no había ninguna población “cristiana” relevante.
Recordemos también, que a Tucumán no concurrieron todas las provincias del ex virreinato, ya que las orientales, bajo la influencia de Gervasio Artigas, integrantes de los Pueblos Libres, se abstuvieron. En el gráfico 1, Córdoba figura como perteneciente a los Pueblos Libres o Liga Federal, aunque sí envió diputados a Tucumán, posicionándose en forma equidistante de ambos bloques.
Ahora bien, luego de haber declarado la Independencia en la fecha por todos conocida, el Congreso el día 20 de Julio aprobó la creación dela Bandera Nacional, pero quedó debiendo a los objetivos de su convocatoria, resolver la forma de gobierno para el país independizado.
A principios de 1817 se trasladó a Buenos Aires, donde sesionó de ahí en más. Manuel Belgrano no estuvo de acuerdo con esta decisión. El 10 de octubre de 1816, escribe a Manuel Ulloa: “ …Mucho me falta para ser un verdadero Padre de la Patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella,…”, luego agrega, “… sin educación en balde es cansarse, nunca seremos mas de lo que desgraciadamente somos.” En esta epístola se manifiesta severamente crítico con quienes conducen el país, a los que irónicamente llama “sabios”. Y en la carta que venimos transcribiendo dice: “ Yo no se de que medios valerme para inspirar a los Sabios la necesidad de la educación, pero de todo se habla, menos de eso, se meten los hombres a tratar de operaciones militares y otras cosas aún menos importantes, y la educación se olvida, no alcanzo su modo de ver y entretanto, lloro con Ud. y otros muchos los dolores de la Patria mientras no se de ese paso majestuoso y único para salvarnos y afianzar nuestra existencia. Dije a Ud. en mi anterior, que mi opinión era contraria a la traslación del Congreso a Buenos Aires, no dejo de sostenerla y con ardimiento. ¿Pero cree Ud. que vale algo la opinión de un “ignorante” ante la de los “Sabios”?
En estos poco renglones, se aprecia la visión integral que Belgrano tiene del accionar político. Queda claro que está plenamente consiente de que está fundando una nacionalidad, que además entiende que para que esta pueda surgir es preciso se atienda la educación de la población en forma privilegiada, finalmente, que el poder no debe concentrarse en Buenos Aires. Lamentablemente, la receta belgraniana no fue escuchada y pasaron décadas hasta que el país pudo arribar a una estabilización definitiva. La humildad de no sentirse Padre de la Patria, sino estar en procura de ser un buen hijo es un ejemplo conmovedor del nivel de entrega al servicio de convicciones. Esta carta, debería ser leída por los políticos antes que asuman una función, y todos lo años, antes que el Congreso inicie sus deliberaciones, para que operen estas reflexiones del alma mas exquisita que conoció esta geografía del mundo, como advertencia de lo que no deben hacer y como guía del rumbo que deben tomar.
Fuente: Luis Horacio Yanicelli
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