La expedición conquistadora que fundó la Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja fue la más grande de las expediciones españolas en el norte argentino. ¿Cómo se gestó?
En aquellos tiempos los españoles tenían serios problemas con las comunicaciones. Los indios entorpecían sus planes y continuamente debían fundar y refundar ciudades y pueblos para fortalecer los caminos y las rutas. Las distancias eran enormes y el Virrey Francisco de Toledo, veía la desconexión entre las autoridades del norte (Charcas y Lima) con las gobernaciones del sur (Tucumán, Chile y Paraguay). Para solucionarlo, había propiciado la fundación de Salta, beneficiando el tránsito hacia Tucumán y proponía la repoblación de Londres, que había sido arrasada por los indios, para despejar el camino a Chile. Ramírez de Velasco llevaría a cabo esta idea, aunque con una pequeña desviación.
Juan Ramírez de Velasco (1539-1597), cuyo nombre completo era Juan Ramírez de la Piscina de Velasco y Ábalos, pertenecía a una distinguida familia española, a quienes Felipe II siempre tenía en cuenta a la hora de nombrar administradores en las colonias. Se había incorporado al ejército español con sólo 16 años de edad y tuvo una destacada carrera militar : peleó en Italia, formó parte de la conquista de Portugal, peleó contra los moros en Granada y viajó muchas veces a las indias. Con esos antecedentes, el Rey lo nombró gobernador del Tucumán, cuya sede era la ciudad de Santiago del Estero, en 1584. Tenía 45 años.
Emprendedor nato, debió superar muchos obstáculos para conseguir la fundación de la ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja. El principal problema era el financiamiento. Escribió varias cartas al Virrey y al Rey en las que describía sus propósitos, pero no lograba que fuera aprobada. Cansado de idas y vueltas, visitó a Blas Ponce, uno rico encomendero y le ofreció un contrato. Ponce ponía dinero aunque para cubrir todos los gastos de la empresa, pero debía mantener la ciudad a establecerse, obteniendo a cambio jugosas ventajas y beneficios. El encomendero aceptó entusiasmado.
La expedición
Ramírez de Velasco conformó un contingente con vecinos en su mayoría de Santiago, Tucumán, Córdoba y Potosí. Una calurosa mañana de fines de marzo de 1591, en Santiago del Estero, asistieron a Misa antes de partir. Velasco imploró la protección de Dios y el pueblo se mezcló en adioses y abrazos. Luego, entre nubes de tierra y voces de mando, la enorme caravana se movió en medio de relinchos, mugidos, balidos y el crujir de las carretas repletas de bártulos y de ilusiones. Era la expedición conquistadora más grande que se tuviera memoria. Habían llegado soldados desde distintas partes para encabezar la marcha y atrás venían 800 caballos, 14 carretas, 120 bueyes y 4 mil cabezas de ganado menudo (ovejas, carneros y llamas) arreadas por 400 “indios amigos”. Velasco iba a la delantera y Ponce guiaba la caravana en la retaguardia.
Cambio de planes
Cruzada la Cuesta del Totoral, ya en los valles de Catamarca, Ramírez de Velasco tuvo noticias de algo que cambiaría el destino y el rumbo de la expedición. Las noticias hablaban de los valles de Sanagasta y del Yacampis. ¿Oro? A los españoles les brillan los ojos. Velasco consulta con Blas Ponce, quien está de acuerdo en modificar el plan originario de refundar Londres. Cambian el rumbo. Velasco y un grupo de hombres, se adelantan hacia el sur de la Quebrada de la Cébila para investigar.
El primer encuentro
El alba dibuja la silueta del cordón montañoso que muchos años después llevaría su nombre. Despierto y con los sentidos afilados, Juan Ramírez de Velasco alerta a sus hombres. Han cabalgado toda la noche. Buscan el lugar llamado “Yacampis”. Cerca de ahí, el nerviosismo de las llamas en los corrales de pirca de los diaguitas los intuye. Los animales son los primeros en sentirlos. El instinto guerrero del cacique, pone a la aldea en guardia y manda vigías. Cando los españoles llegan, los diaguitas los esperan. El enfrentamiento es breve. El cacique da las órdenes en cacán a sus guerreros. Las mujeres y los niños se aprestan también a luchar. Cuando el sol sale y tiñe de naranja la cresta del cerro, los españoles ya los han dominado. Ramírez está exultante. Siente que ha llegado al lugar tantas veces imaginado. Mira alrededor, respira el aire impregnado de rocío. Ordena devolver las pertenencias a los indios y liberar a los detenidos. No estaba en su ser hacer masacres como las de Abreu, las de Lerma o tantos otros de su especie. Los indios, ingenuos, valoran su gesto y le pierden el miedo. Ahora tiene que esperar a Blas Ponce, financista y alma de la expedición más grande que recuerde la conquista española en los territorios del norte argentino.
La fundación
El 20 de Mayo, Ramírez de Velasco saca el estandarte real de su majestad. Su homónimo hijo, que era el alférez general lo toma en sus manos y acompañado por todos los capitanes y soldados, dan una vuelta a caballo en el sitio de emplazamiento de la futura plaza. Luego, se dirige al centro de ella y se apea. Ramírez padre recibe el estandarte y lo campea tres veces diciendo: “España, España, España…” echa mano a su espada y da unos golpes diciendo que en nombre de su Majestad toma posesión de estas provincias y de esta ciudad. La llama “Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioxa”. Luego designa a Blas Ponce Maestre de Campo General de la Provincia, Teniente General y Justicia Mayor. Cumplido el acto fundacional, se celebra la primera Misa en territorio riojano. Velasco procede a señalar las cuadras y solares y dispone la construcción de un fuerte y la Iglesia. Se empadrona a los 10 o 12 mil indios para distribuirlos en encomiendas y se ponen en marcha las actividades para asegurar la supervivencia de la población.
Fuente: Yorioja.com
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