Los padres de Lola se casaron el 16 de
marzo de 1859 en la parroquia de San Joaquín de las Trancas. De esa
unión nacieron siete hijos: cuatro mujeres y tres varones. Lola fue la
tercera hija. Después de vivir once años en el pueblito de El Tala, sus
padres se mudaron con su familia a San Miguel de Tucumán para darle una
mejor educación.
A la edad de siete, Lola asistió al Colegio
Sarmiento, donde se destacó como alumna. Durante el mes de septiembre de
1885, con diferencia de dos días, fallecieron sus padres. Lola tenía
dieciocho años.
En 1887 llegó a Tucumán el pintor italiano
Santiago Falcucci para dar clases en esa ciudad. Lola tomaba clases
particulares del maestro, quien la inició en la pintura, el dibujo y el
retrato. De Falcucci, Lola aprendería el neoclasicismo y el romanticismo italiano, que caracterizó su vida.
Retrató a las personalidades de la sociedad tucumana de entonces. Así
aprendió a relacionarse con el poder, mediante su arte. Lola entendía
que la única manera de financiar sus obras era mediante encargos de los
Gobiernos de turno.
La primera obra de Lola Mora que existe en Salta, fue en homenaje al Dr. Facundo de Zuviría, trabajada en mármol y que se encuentra en el Parque San Martín de Salta (Capital). |
Animada por su éxito, retrató al gobernador
de Salta, Delfín Leguizamón, en una obra al carbón. Su trabajo resultó
tan perfecto que su maestro Falcucci diría: "Era la copia de una
fotografía, pero tenía todo de propio, de individual en la factura".
Para
los festejos del 9 de julio de 1894, Lola pintó una colección de veinte
retratos en carbonilla de los gobernadores tucumanos, desde 1853. El
diario El Orden encomió su trabajo: "Es la obra quizás de más
aliento de cuantas se han llevado a la exposición [...] Muchos de ellos
son algo más que un retrato, son verdaderas cabezas de estudio, de
franca y valiente ejecución". La Legislatura de la provincia adquirió
sus obras en cinco mil pesos. Estas carbonillas se conservan en el Museo
Histórico de la provincia.
Lola se había transformado en una
celebridad en Tucumán. En julio de 1895 viajó a Buenos Aires en busca de
una beca para perfeccionar sus estudios en Europa. El 3 de octubre de
1896 el presidente José Evaristo Uriburu le concedió a "Dolores C. Mora,
durante dos años, la subvención mensual de cien pesos oro, para que
perfeccione sus estudios de pintura en Europa".
Al año
siguiente se instaló en Roma, como alumna del pintor Francesco Paolo
Michetti. Conoció también al escultor Giulio Monteverde, el "nuevo
Miguel Ángel", a quien le pidió que la aceptara, también, como alumna.
Lola Mora había encontrado su vocación. En pocos meses progresó de
tal modo que su nuevo maestro le aconsejó dedicarse exclusivamente a la
escultura y la artista abandonó la pintura para siempre.
Bautismo de Lola Mora, asentado en Trancas |
Lola
volvió a la Argentina en 1900, con un prestigio ganado. Tucumán le
encargó una estatua de uno de sus hijos más notables: Juan Bautista
Alberdi. Lola ofreció a la municipalidad porteña su obra más famosa: la
Fuente de las Nereidas (un magnífico grupo escultórico con
reminiscencias mitológicas romanas) para colocarla en la Plaza de Mayo.
También acordó con Salta la fundición de estatuas y relieves
conmemorativos para el Monumento del 20 de Febrero. Retornó a Roma y
puso manos a la obra.
En agosto de 1902 Lola Mora regresó a Buenos Aires con los bloques de la fuente embalados. Cuando se descubrieron las estatuas desnudas que la conformaban, estalló el escándalo. Muchos la consideraron inapropiada para instalarla enfrente de la Catedral. Para acallar a los descontentos, se la emplazó en la intersección de las actuales Leandro N. Alem y Juan D. Perón. El ex presidente Bartolomé Mitre visitó, admirado, las obras. La hermosa fuente se inauguró el 21 de mayo de 1903, en presencia de una muchedumbre que, curiosa, quería contemplar la fuente del escándalo. Representaba el nacimiento de Venus (mujer nacida de las aguas), que surgía con gracia de una ostra marina, sostenida por dos Nereidas (con escamas en sus muslos, que terminan en colas de pez, enroscadas en una roca).
Por esa época recibió el encargo de esculpir una estatua
de la reina Victoria, a ser emplazada en Melbourne (Australia) y del zar
Alejandro I en San Petersburgo (Rusia). Sin embargo, rechazó ambas
encomiendas, porque debía adoptar la ciudadanía británica o rusa,
respectivamente. Se le encomendó también un busto del presidente Julio
Roca, una estatua de Aristóbulo del Valle, una alegoría de la
independencia, dos sobrerrelieves para la Casa Histórica de la
Independencia en Tucumán y cuatro estatuas para decorar el nuevo
edificio del Congreso Nacional; que representarían a los presidentes más
célebres de los congresos argentinos históricos: Carlos de Alvear,
Francisco Narciso de Laprida, Facundo Zuviría y Mariano Fragueiro.
Busto esculpido por Lola Mora en Roma 1912, a Joaquín Castellanos. |
En
1904 Lola volvió con todos sus encargos: el busto de Roca, las cuatro
figuras para el Congreso, la estatua de Juan Bautista Alberdi, la
alegoría de la independencia y los dos frisos, en bronce fundido, para
la Casa Histórica. El busto de Roca quedó en la Casa Rosada y las
estatuas, en el nuevo Congreso. Viajó a Tucumán para instalar las demás
obras. De la alegoría de la independencia, no le gustó el emplazamiento
previsto (al ingreso de la Casa Histórica). Movió cielos y tierra para
erigirla en el centro de la Plaza Independencia, donde yergue hasta hoy.
Para ello, hubo que desalojar una estatua del Gral. Manuel Belgrano,
que ocupaba ese sitial, que se trasladó a la plaza de igual nombre, en
el antiguo Campo de las Carreras. De la época data la polémica sobre
cómo había que instalar la estatua: o mirando hacia el naciente o hacia
el oeste (los cerros tucumanos). En la discusión terció Bartolomé Mitre,
quien sostuvo que debía mirar el nacimiento del Sol y Lola, apoyada por
Roca, insistía en que debía mirar hacia el poniente. Sostuvo la
indomable artista: "La libertad, cual astro de la moral y la
civilización de los pueblos, debe nacer con el Sol y como el que nace,
jamás lleva los ojos hacia atrás, mira por tanto al infinito". De más
está decir que la polémica la ganó Lola Mora, quien instaló la estatua
donde quiso y en la orientación que le pareció mejor. Es extraordinaria
esta escultura de una mujer que exhibe, decidida, su cuerpo hacia
adelante, luego de romper las cadenas que la oprimían. Su vestimenta,
mojada, se adhiere a su pecho, empujada por el viento que recibe de
frente. Tiene claras reminiscencias de la Victoria de Samotracia y las
obras escultóricas clásicas griegas.
Luego instaló los
monumentales altorrelieves de bronce en la Casa Histórica. Uno simboliza
el 25 de mayo de 1810, el otro, el 9 de julio de 1816, fechas señeras
de la argentinidad. Finalmente, emplazó su magnífica estatua de Juan
Bautista Alberdi en la plaza de igual nombre, donde se la puede apreciar
hoy.
Durante 1905 Lola trabajó, de vuelta en Roma, en el monumento a
Aristóbulo del Valle y los grupos alegóricos que iban a adornar al nuevo
edificio del Congreso: la libertad, el comercio, la justicia, la paz,
el trabajo y dos leones. La reina Elena de Italia la visitó en 1906 y
quedó impresionada con esos trabajos. En julio retornó al Plata con esos
encargos. Vivía y trabajaba en una parte del nuevo Congreso. Vándalos
destruyeron el brazo de la estatua de don Aristóbulo. Lola diseñó la
cuadriga que se observa arriba del ingreso al Congreso, cinceló el
tintero de bronce del Senado y terminó las alegorías para el Parlamento
durante 1907.
En 1908 inauguró un busto del presidente Luis
Sáenz Peña en la Casa Rosada y esculpió un monumento a Nicolás
Avellaneda. Se le encargó también el Monumento a la Bandera, en Rosario,
que no alcanzó a concretar, salvo algunas estatuas que se colocaron
recién en la década de 1990.
El 22 de junio de 1909, a los
cuarenta y dos, Lola contrajo matrimonio con Luis Hernández Otero, un
intrascendente empleado del Congreso, hijo de un ex gobernador
entrerriano y diecisiete años menor. En el acta, Lola figura con diez
años menos. La pareja nunca fue feliz y luego de cinco años su marido la
abandonó. De su vida privada han corrido muchas versiones: desde que
fue amante de Julio Argentino Roca, un gran admirador y protector suyo
hasta que tenía inclinaciones bisexuales. Versiones que, a su muerte
—sus sobrinas quemaron su correspondencia íntima—, corroborarían estos
rumores. No obstante ello, su familia siempre negó ambas habladurías.
Los Leones, ciudad de Nieva |
A
partir de 1910 declinó su estrella. Incumplimientos contractuales de
sus proveedores la llevaron a endeudarse y a hipotecar su atelier de
Roma. Inauguró su monumento a Nicolás Avellaneda en la ciudad del mismo
nombre el 8 de junio de 1813, en presencia del presidente Roque Sáenz
Peña, el vicepresidente Victorino de la Plaza y su gran amigo Julio
Argentino Roca (una de las últimas veces que se verían). Con la
muerte de Roca, Lola perdería toda su influencia y los adversarios
políticos del Zorro tucumano empezaron a pasarle facturas a la artista.
En 1915 el Congreso decidió desmontar su conjunto escultórico
tachándolos de "adefesios horribles". El diputado Luis Agote agregó: "No
demuestran nuestra cultura ni nuestro buen gusto artístico". El
conjunto se desmembró entre cinco provincias.
En 1917 se separó
legalmente de su marido, aunque continuó firmando Lola Mora de
Hernández. En 1918 la municipalidad porteña desmanteló la Fuente de las
Nereidas y la mandó al ostracismo: donde se erige hoy, en la entrada de
la Reserva Ecológica.
Hacia 1920, Lola abandonó,
decepcionada, la escultura y se volcó a las nuevas tecnologías; se
transformó en la primera emprendedora argentina. Impulsó el
dispositivo llamado cinematografía a la luz, que permitía ver cine sin
necesidad de oscurecer una sala. Intentó vanamente introducirlo en el
mercado. También se le conocen inversiones en el ámbito ferroviario,
vial o urbanístico.
En 1825 recibió otro descontento. El
presidente radical Marcelo T. de Alvear dejó sin efecto la encomienda
para diseñar el Monumento a la Bandera. Era la última obra encargada por
el Estado. Para revertir el golpe, emprendió la extracción de
combustibles con base en destilación de rocas fósiles (esquistos
bituminosos). Se asoció con otros aventureros y recorrió
infructuosamente las montañas de Salta para desarrollar el negocio, que
resultó un rotundo fracaso y se llevó sus ahorros.
Desahuciada y
con su salud deteriorada, entre 1932 y 1933 retornó a Buenos Aires,
bajo el cuidado de sus sobrinas. Le costaba caminar, divagaba y perdía
el conocimiento. En 1933 la Sociedad Sarmiento de Tucumán realizó una
muestra a beneficio de la empobrecida artista. En 1935, restaurado el
orden conservador, el Congreso le aprobó una pensión de doscientos pesos
mensuales. El 17 de agosto Lola sufrió un ataque cerebral que la dejó
postrada hasta el 7 de junio de 1936, cuando falleció, a los sesenta y
nueve años. Sus restos se trasladaron desde el Cementerio de la
Chacarita hacia Tucumán en 1977.
Así la despidió La Nación:
"El decidirse por el arte ya había significado una proeza, recordemos
la fecha de sus comienzos y su actuación inicial. Mujer y escultora
parecían términos excluyentes. Los prejuicios cedieron, sobrepujados por
la evidencia de su obra". O el diario Crítica: "Es el homenaje
perenne y sincero que compensa, hasta cierto punto, la ingratitud
material de los poderes públicos y la sorda hostilidad de nuestros
círculos artísticos que veían en Lola Mora la expresión de gustos
anticuados y definitivamente 'pasados de moda".
En su memoria,
la ley 25003 instituyó, en 1998, la fecha de su nacimiento (el 17 de
noviembre) como Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.
1) Infobae.com
2) Fotos: Sitios Varios de internet
3) Bautismos, Igl. San Joaquín de Trancas, Trancas, Tucumán, Argentina, L11 F190
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