Ignacio Núñez fue uno de los narradores más importantes de los años
fundacionales del país, pero la historia le ha reservado un lugar
marginal en sus anales.
Ignorado por la mayoría de los argentinos, Ignacio Núñez fue sin
embargo uno de los más valiosos cronistas y narradores nuestros años
fundacionales. Participó en las invasiones inglesas, en las guerras de
la independencia contra el Brasil y en los conflictos civiles
argentinos. Relevante funcionario público, escritor, militar, periodista y testigo de los años que nos dieron origen como nación.
Ignacio
Benito Núñez Conde nació en Buenos Aires el 31 de julio de 1792. Era
hijo del famoso escribano del Cabildo de Buenos Aires, don Justo José
Núñez, quien redactó el acta de la sesión del 25 de mayo por la cual se
designó a la Primera Junta.
Hacia 1844 empezó a
escribir lo que él denominaba sus "entretenimientos". Estos apuntes,
inconclusos en razón de su muerte, acaecida el 22 de enero de 1846,
serían publicados por su hijo, Julio Núñez, bajo el título de "Noticias
Históricas de la República Argentina", once años después del
fallecimiento de su padre.
A raíz de las
invasiones inglesas, Ignacio se enroló, a los catorce años, como cadete
en el Tercer Escuadrón de Húsares, el 8 de octubre de 1806. Esta unidad
de caballería era comandada por su tío paterno, Pedro Ramón Núñez. Se la
conocía como Húsares de Núñez. Su uniforme era verde, a diferencia de
los otros escuadrones de húsares, que vestían atuendo azul. Destacó en
la Defensa de Buenos Aires y en la custodia del apresado Gral. William
Beresford. En 1808 fue ascendido a subteniente y portaestandarte
(abanderado) de su cuerpo. Hasta 1829 se desempeñó en distintos destinos
militares en las tres armas del ejército (infantería, caballería y
artillería) y llegó hasta el grado de capitán.
Su
foja de servicios da cuenta de diversos actos de valor en las
invasiones inglesas, en las guerras de la independencia y también
durante la guerra contra el Imperio del Brasil. El "1.º de enero de
1809, en que sucedió el motín contra las autoridades legítimas y que
uniéndose con el cuerpo para el aquietamiento del tumulto fue herido de
dos balazos, haciendo las funciones de ayudante, por no hallarse el que
lo era mayor, [...] circunstancias que merecieron que el Exmo. Sr.
virrey D. Santiago Liniers lo eligiese por capitán de infantería de
ejército". Estos dos balazos en el muslo serían los primeros de una
serie de lesiones que soportaría en el servicio. En esta oportunidad, en
ocasión del golpe de Estado que tramaba el alcalde de primer voto, don
Martín de Alzaga, en combinación con el Cabildo de Buenos Aires, a fin
de derrocar a Santiago de Liniers, el joven subteniente Ignacio, de
dieciséis años, defendió al virrey francés con los Húsares de Núñez y
cargó contra el tercio de Miñones, que se había amotinado.
Su
hijo Julio recordaría: "uno de cuyos proyectiles, que nunca fue posible
extraerle, lo conservó en una pierna durante toda su vida, sufriendo
crueles padecimientos, en ciertas épocas del año". Más adelante, ese
mismo año, en misión a Santa Fe, se fracturaría una pierna "en
persecución de unos malévolos". Por ambos episodios, su tío, el
coronel Pedro Ramón Núñez, lo recomendó para ser premiado. Liniers lo
ascendió a capitán de infantería.
En la faz
civil, Núñez se desempeñó como secretario de la Lotería Nacional
(1812), oficial 1.º de la Secretaría de la Asamblea General
Constituyente (1813), prosecretario del Congreso de Tucumán (1817),
oficial 1.º de la Secretaría de Gobierno y Relaciones Exteriores de la
Provincia de Buenos Aires (1821), donde fue un eficaz colaborador de
Bernardino Rivadavia. Hacia 1825 Rivadavia fue designado embajador
argentino en Inglaterra y llevó consigo a Núñez como secretario. El
retrato que ilustra esta nota es copia de una pintura al óleo realizada
entonces en Londres, cuando Núñez tenía treinta y tres años. Este cuadro
fue un regalo sorpresa que le efectuó Sir. Woobdine Parish, diplomático
británico en el Río de la Plata, junto con un escritorio portátil sobre
el cual escribió sus Noticias Históricas.
A
mediados de 1826, en ocasión de la guerra con el Brasil, debió realizar
una delicada misión. El jefe del Ejército Argentino en operaciones,
Gral. Martín Rodríguez, se había enemistado con el caudillo oriental
Gral. Juan Antonio Lavalleja, lo cual ponía en riesgo el éxito de la
campaña. Núñez, enviado por el presidente Rivadavia, en solo un mes
logró limar las asperezas y consiguió que Lavalleja se incorporara al
ejército republicano, que se aprestaba a atacar a las tropas imperiales.
En sus Noticias Históricas... Ignacio Núñez nos brinda apasionantes
e interesantísimos relatos de los heroicos episodios y las tramas
políticas que cimentaron nuestros primeros años: las invasiones
inglesas, el Virreinato de Liniers, la Revolución de Mayo, las peleas
entre morenistas y saavedristas, primero, y entre unitarios y federales,
después. Gracias a él sabemos que las tropas que en julio de 1810
marcharon hacia Córdoba a enfrentarse con los contrarrevolucionarios lo
hicieron con cintas celestes y blancas atadas al caño de sus fusiles.
Núñez nos cuenta, con vivaz interés, cómo fue el curioso episodio de la
fiesta celebrada en el cuartel de Patricios a fines de 1810, donde el
oficial Anastasio Duarte ofreció un brindis en honor del "Emperador de
América", aludiendo de este modo a su jefe, Cornelio Saavedra.
Nos
cuenta también cómo el secretario Mariano Moreno, acompañado de otro
vocal de la Junta, a quien no identifica (posiblemente sean Juan José
Paso, Miguel de Azcuénaga o Juan Larrea), llegaron esa noche a la
entrada del cuartel de Patricios, cuando el centinela no les franqueó el
paso, pese a identificarse como miembros de la Junta. Narra cómo se
enteró Moreno de lo que había ocurrido dentro del cuartel y cómo
reaccionó. Nos da detalles de cómo se desarrolló la tensa reunión de
la Primera Junta, que tuvo lugar inmediatamente después; de cómo el
secretario Moreno acorraló al presidente y lo obligó a aprobar su famoso
Decreto de Supresión de Honores.
Ignacio
Núñez nos proporciona un retrato apasionante y vívido de muchos de
nuestros próceres fundacionales: desde Mariano Moreno, a quien idolatra
en exceso, hasta Cornelio Saavedra, a quien defenestra, sin
contemplación. Desde Santiago de Liniers hasta Gregorio "El Deán" Funes.
Diversas otras personalidades de la época desfilan, ante nosotros,
descritas magistralmente por su pluma.
De
Mariano Moreno, a quien trató en persona, diría: "desempeñaba al mismo
tiempo las funciones de secretario de todos los departamentos, menos el
de Hacienda: en uno y otro carácter, él se había constituido campeador de la revolución, arrastrado por una aspiración desmedida a la gloria de merecer este renombre, sobre la conciencia que él tenía del poder de sus talentos, de la energía de su alma y de la fuerza de su genio emprendedor".
Núñez
nos narraría también cómo fue aquella célebre y escandalosa sesión
donde se resolvió la incorporación de los diputados del Interior a la
entonces Primera Junta, dando origen a lo que la historia denominaría
luego "Junta Grande". Por él sabemos cómo votó, sucintamente, cada
vocal. Núñez nos dice cómo Moreno dio su portazo final, renunciando a la Primera Junta, así como también su fallecimiento en alta mar. Fervoroso
morenista, en ningún momento culpa a Saavedra de la muerte de su
referente político. De haber existido alguna sospecha en ese sentido,
Núñez no hubiera dudado un segundo en acusar al potosino de asesino.
Finalmente,
su hijo Julio diría sobre su padre: "Dos prisiones sufrió durante su
vida, y cosa original, las dos motivadas por cintas y sus colores".
Durante su etapa morenista, una mañana de marzo de 1811, Ignacio, junto
con otros jóvenes partidarios, se instaló bajo los arcos del Cabildo con
una canasta con cintas celestes y blancas para colocarlas en el ojal de
los trajes de los vecinos que pasaban. Esas cintas eran distintivos de
la Sociedad Patriótica, el primer club político argentino, conformado
por adherentes de Mariano Moreno. Por su prédica opositora, la Junta
Grande, dominada por saavedristas y provincianos, apresó a los jóvenes
alborotadores e Ignacio terminó en la cárcel. Seguramente la intervención de su padre, el prestigioso escribano del Cabildo, hizo que fuera liberado en el día.
La
segunda ocasión en la cual Núñez terminó con sus huesos en el calabozo
fue, muchos años después, en ocasión de la dictadura rosista, en virtud
de su "negativa a usar la ignominiosa cinta colorada, emblema del
despotismo de Rosas, que solo cargó cuando los esbirros del tirano lo
engrillaron y encerraron en una crujía de la cárcel pública".
El
prestigioso historiador Vicente Fidel López calificaría a Ignacio Núñez
como "un escritor argentino de alto mérito". Otro historiador de fuste,
el ex presidente Bartolomé Mitre, aprobaría la decisión de su hijo
Julio de publicar el trabajo de don Ignacio: "Me parece oportuno y
apruebo su resolución, pues ese trabajo es uno de los más interesantes
que ha escrito su señor padre... Don Ignacio Núñez es el único,
después de Funes, que ha ilustrado esta parte de nuestra historia y lo
ha hecho con animación y gran acopio de noticias".
Fuente: Infobae.com
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