MANUEL BELGRANO Y BERNABÉ ARÁOZ (ENCUENTROS Y DESENCUENTROS ENTRE DOS BALUARTES DE LA REVOLUCIÓN AMERICANA) Parte I.
Entre los años 1816 y 1817 el gobernador Bernabé Aráoz tuvo que
encausar todos los recursos provinciales para atender la costosa
atención al Ejército del Norte, que había sido acantonado en Tucumán en
su totalidad y a la Fábrica de Fusiles que funcionaba al este de la
ciudad.
En La ciudad Arribeña (1920), el historiador Julio P.
Ávila transcribe el contenido de oficios que remitía el gobernador de
Tucumán, al poder central, en 1816. Ellos testimonian la dramática
situación económica de la provincia.
El 3 de octubre de ese año,
por ejemplo, Aráoz decía que no le era posible pagar el préstamo de
10.000 pesos de José María Orueta al general Pueyrredon, cuando este era
jefe del Ejército del Norte, para la marcha a Jujuy. "El Ejército
absorbe enormes sumas; ya no tengo más recursos, ni con qué contar que
los muy exiguos de la provincia, hecha un esqueleto, terminados todos
sus haberes y producciones a un solo fin, que ha sido la salvación del
país. El empréstito que se había dispuesto, no ha podido llenar los
distintos objetos de su inversión, sujeto a este solo ramo. Por eso y
porque el tesoro público se halla en nulidad, juzgo dificultoso en estas
cajas aquel pago. A pesar de todo, no dejaría de arbitrar todos los
medios que caben, en lo posible, para cumplir las órdenes de pagar." El
26 de octubre, reiteraba la imposibilidad del pago a Orueta, a quien se
debía aún 9.000 pesos. No quisiera decirlo, pero V.E. es testigo del
estado de pobreza en que han caído este pueblo y sus hombres. También
considero a V.E. en igual caso de necesidad, por los ingentes gastos que
demanda la salvación del país. El interesado clama por el reintegro de
su crédito y yo no puedo aliviarlo .
BELGRANO NUEVAMENTE AL FRENTE DEL EJÉRCITO:
Otra situación vino a sacudir la modorra provinciana. Nuevamente
Manuel Belgrano se haría cargo del Ejército del Norte y el Congreso de
inmediato lo designó “Capitán General” de la provincia, en sesión del 13
de Agosto de 1816. Con ello comenzó a gestarse un conflicto de poderes
ya que, al no estar definidas las competencias entre el gobernador de
Tucumán y la antigua figura jurídica de “Capitán…” que le asignaron al
general porteño, los desencuentros lógicamente comenzaron a
manifestarse.
Pero eran otras las cuestiones
que apuraban al general Belgrano quién reclamaba incansablemente se
diera prioridad a la atención de las tropas a su mando. Tan es así que
el 20 de septiembre envió una nota al Director Supremo donde hacía
conocer su queja y malestar contra el gobernador Aráoz a quién acusa de
privarle de los auxilios con que debiera contar. Incluso llega a
amenazar que se veía en la precisión de retirar el Ejército, sino se
tomaba la providencia de separar a dicho gobernador. Claro que la
respuesta de Bernabé Aráoz no se hizo esperar. En su nota al Director
informaba que su negativa de a suministrar el jefe del Ejército se debía
al estado ruinoso de la economía de la provincia, también manifestaba
que sólo a él como gobernador le cabía la responsabilidad de la
distribución del tesoro público, no reconociendo otro jefe que el
Director. Advertía, eso sí, que estaba listo para franquear a la Caja
Militar todos los fondos que se pidieran.
Estos sucesos
enturbiaron las relaciones entre ellos y es lógico que así ocurriera ya
que las esferas de su mando no estaban delimitadas. Asimismo la larga
permanencia del ejército en Tucumán se hacía ya insostenible para la
población.
En el mes de Febrero de 1817 el Congreso
celebró su última reunión en Tucumán y se trasladó a Buenos Aires, lo
que contribuyó a dar oxígeno económico al gobernador Aráoz.
El 6
de octubre de 1817 don Bernabé terminó su período como gobernador, muy
desgastado ya por tantos años de manejar la cosa pública apelando a
medidas extremas.
El propio general Manuel Belgrano, dejando atrás
desencuentros, en un emotivo discurso hizo su elogio en elevados
términos cuando entregó Aráoz el gobierno de la provincia a su sucesor
el coronel de milicias de Catamarca Feliciano de la Mota Botello; en
presencia de los magistrados de la ciudad Belgrano manifestó: "Doy las
gracias por mí y a nombre de la nación al gobernador saliente por los
distinguidos servicios que ha dispensado al ejército auxiliar y por el
empeño, actividad y celo con que ha sabio sostener el orden, la
subordinación y respeto a las autoridades constituidas en las más
tristes y apuradas circunstancias de verse el país amenazado por
ejércitos enemigos y por las interiores oscilaciones, que sin vulnerar
el orden de la provincia del Tucumán llegaron a tocar sus límites, por
lo que recomiendo al señor gobernador entrante este mérito que lo hace
digno de las mayores consideraciones".
Seguidamente se tomó juramento a su reemplazante el coronel Feliciano de la Mota Botello.
Hombre de confianza de Belgrano, el nuevo gobernador sumió a
los ya atribulados comerciantes y hacendados de la provincia en una
pesadilla de impuestos y exacciones al giro comercial que pronto lo
volvieron sumamente impopular.
Bernabé Aráoz por su parte se
retiró a la vida privada y a rehacer sus intereses económicos
descuidados en tantos años de luchas y trajinar en el gobierno de su
provincia.
Llevaba consigo la satisfacción de haber dejado sus
mejores esfuerzos por la Patria que nacía y un dejo de amargura por el
desagradecimiento de muchos y las críticas groseras de otros.
Se
le acusa de no haber apoyado de manera aún más eficaz la lucha por la
independencia, sin pensar que administraba una provincia totalmente
arruinada por tantos años de soportar prácticamente en soledad las
cargas económicas que significaba alimentar, vestir y pagar sueldos a un
ejército que en cantidad llegó a significar más de la mitad de la
población total de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Para la época
eran más de 2.500 hombres y animales apostados en La Ciudadela.
Aráoz no podía seguir exigiendo más sacrificios al puñado de vecinos de
la ciudad y de la campaña, quienes además eran sus parientes y amigos,
sus paisanos de toda la vida y que venían a diario a expresarle que
hacían ingentes esfuerzos por sobrevivir ellos mismos. Con ese extraño
sinsabor se retiró a su estancia de Monteros, los siguientes dos años se
alejó totalmente de la cosa pública y evitó entrometerse en política.
Autor: José María Posse
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