«Más vale honra sin barcos que barcos sin honra», espetó este gallego antes de iniciar el asedio de Valparaíso y luego El Callao
Hay una célebre sentencia entre marinos de bien en España: «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra».
Una reflexión que la Armada española debe a uno de sus más ilustres
marinos, aunque no tan conocido como los Gravina, Churruca o Alcalá
Galiano, y que restableció el honor marino de la dividida España del
siglo XIX.
Ese fue el gallego Casto Méndez Núñez (Vigo, 1824-Pontevedra 1869), héroe de la Guerra Hispano-Sudamericana en
el mal llamado Pacífico en la que la Marina de la Corona se batió
contra buques y fortificaciones de Chile y Perú, principalmente, y
también Ecuador y Bolivia. Corrían los años 1865-1866 y en la flaca
España todo eran pulgas.
Retrato de Núñez Méndez |
«Nació Don Casto Méndez Núñez en la perla de los mares, la poética y hospitalaria Vigo, cuyo
aspecto hidrográfico y majestuoso es a propósito para imprimir en el
alma sensaciones que despierten amor a las empresas marítimas que dan
fama inmortalizando a los que las acometen», describe sobre su partida
de nacimiento una biografía firmada por «Tres paisanos suyos» que data de 1866 con el objeto de relatar los hechos recién acaecidos en el Pacífico.
Méndez Núñez comenzó su carrera en la Armada con los 16 años aún sin cumplir,
en la clase de Guardia Marina en el Departamento de Ferrol, siendo
ordenado embarcar ese mismo año de 1840 en el bergantín «Nervión».
Su primera gran singladura llegó dos años más tarde, cuando partió hacia los dominios africanos de Fernando Poo (actual Guinea Ecuatorial) en una expedición que, bajo el mando del marino Juan José Lerena y Barry, tenía como objetivo afianzar los derechos españoles en
aquellas tierras que los ingleses anhelaban. Por sus servicios
prestados en aquella campaña en el «Nervión» consiguió ascender a
alférez de navío un año antes de lo reglamentado.
Su primera experiencia americana, cuentan los relatos de la
época, fue ya heroica. Embarcado en el bergantín «Volador» partió a
Uruguay en diciembre de 1846, tras el reconocimiento español de la independencia uruguaya y el consecuente traslado del representante diplomático de la Corona ante Montevideo.
Rifirrafe en Buenos Aires
Estando en una escala en Buenos Aires, cuenta su biografía
anónima, que unos españoles se refugiaron en la falúa del «Volador».
Cuando las autoridades argentinas quisieron poner pie en el bergantín
español, Méndez Núñez desenvainó su espada y dijo: «El primero que se atreva a poner la mano sobre un español, caerá atravesado por mi espada», ante tal reacción los militares argentinos disistieron de detener a los quince españoles que se encontraban en el «Volador».
Entre 1848 y 1850 a Méndez Núñez el rumbo le llevó a
puertos de la hoy Italia, donde una expedición española -junto a
Austria, Francia y las Dos Sicilias- acudió al auxilio del Papa Pío IX y los Estados Pontificios, cuya
independencia estaba amenazada por las incipientes fuerzas unificadoras
de la península italiana. Era una escuadra de nueve buques de guerra
que transportaba un Ejército de 5.000 hombres bajo el
mando de Fernando Fernández de Córdoba. Sin embargo, la escuadra
española no entró en lid pues a su llegada Francia y sus 30.000 hombres
restablecieron el «statu quo».
Teniente de navío en 1950 se le vino otorgando el mando de
diversos buques como la goleta «Cruz», el vapor de ruedas «Narváez», la
fragata de hélice «Berenguela» y la urca «Niña» donde demostró su
pericia en diversas misiones marinas. Trasladado en 1855 a la Secretaría del Ministerio de Marina,
donde destacó su carácter y, dado su aburrimiento (era un hombre de
mar, ante todo), llegó a dedicar su tiempo a traducir del inglés el
«Tratado de Artillería Naval», publicado por el general inglés sir
Howard Douglas.
De nuevo en la mar, ya en 1859, le fue encomendada su primera gran misión en ultramar: Filipinas. Allí tuvo que vigilar las costas y luchar contra los piratas de las islas Joló y
sirviendo como jefe de las fuerzas navales en la toma de la Cotta de
Pagalungán (1861). «En 1862 fue ascendido a capitán de navío en atención
a su distinguido comportamiento en la brillante acción sostenida contra
los piratas mahometanos [...] en la toma de la Cotta Pagalungán los
moros hicieron una resistencia tenaz, demostrando su arrojo y bizarría».
¿Cómo acabó con la rebelión del rajá de Buayán, en Mindanao? Tras
un primer intento de desembarco infructuoso ante las murallas de
aproximadamente 7 metros de altura, 6 de ancho y con un foso de 15
metros de ancho, con caños de corto alcande a doquier, el todavía
capitán de fragata decidió abordar la fortaleza como si de un buque se
tratará con su goleta de hélice «Constancia». Fue una maniobra
complementaria de un desembarco más lejano que el de la víspera. La
Cotta de Pagalungán se rendió finalmente. Su popularidad en la Armada española iba en aumento.
ero si hay un buque que se asocie con la gran gesta de Don Casto Méndez Núñez fue la fragata blindada «Numancia», símbolo de la Guerra del Pacífico que
España acometería en los años 1865 y 1866 con dos escenarios
principales: la fortificación de El Callao (Perú) y Valparaíso (Chile).
Una guerra, por cierto, totalmente desconocida para el imaginario
español actual. Una guerra cuyas causas primigenias, y claroscuras, se
atribuyen a la disputa entre colonos españoles que trabajaban la tierra
del hacendado peruano Manuel Salcedo en Talambo y la posterior ocupación por parte de la Marina española de las islas Chincha (abril,
1964), una acción que no gustó en España pero que sin embargo se tomó
la determinación de reforzar dicha posición del Pacífico.
El asedio al puerto chileno de Valparaíso
La escalada del conflicto diplomático entre Perú y España,
que por momentos parecía apaciguarse, saltó por los aires cuando Chile
se sumó a la contienda en apoyo de los intereses peruanos. El Gobierno
del país andino negó todo apoyo logístico a la flota española, también
comenzaron las hostilidades contra los ciudadanos españoles en tierras
chilenas. España decidió una suerte de bloqueo de la costa chilena
(imposible de acometer), Chile declaró la guerra el 25 de septiembre de 1865, tres meses después lo haría Perú. Ecuador y Bolivia se sumarían más tímidamente. La «Guerra del Pacífico» estaba servida.
¿Qué motivó el bombardeo del puerto chileno de Valparaíso?
La causa fue el anterior apresamiento de una goleta española, la «Virgen
de Covadonga», a manos de los chilenos en el combate de Papudo (26 de
noviembre de 1865), una derrota dolorosa que llevó al suicidio al vicealmirante José Manuel Pareja, humillado por una Marina de Chile cuyo poder naval era irrisorio.
Hay que señalar que las crónicas de la época cuentan cómo la corbeta chilena «Esmeralda» se aproximó a la goleta española enarbolando pabellón inglés,
solo momentos antes dispuso de la chilena, demasiado cerca ya para que
la «Covadonga» pudiera librarse de la pericia de los artilleros
chilenos. Una estratagema efectiva. Tras el fallecimiento de Pareja,
Méndez Núñez recibe el mando de la flota española en el Pacífico y se
marca como objetivo restituir el honor español.
Para recuperar la «Covadonga», Méndez
Núñez fijó el rumbo hacia Valparaíso: «El horizonte de la guerra
presentó el nubarrón de Valparaíso, cuya mayoría de habitantes estaba
muy lejos de desear un bombardeo. Pero el Gobierno de Chile, que no es
nada popular como se sabe, y sólo cuenta con el apoyo de las masas
turbulentas, desoyó los consejos de la prudencia, preparando así con
sangrienta saña el bombardeo de la reina del Pacífico», relata la
biografía sobre el gallego Casto Méndez Núñez, quien comandó la flota
española a bordo de la fragata «Numancia», habiendo dado un aviso de cuatro días para su evacuación, lo que permitió retirarse a británicos y estadounidenses que se encontraban en el puerto.
Ingleses y, sobre todo, los intermediarios estadounidenses
trataron de maniobrar para disuadir a Méndez Núñez de la acción que no
sería bien percibida por la diplomacia internacional al ser Valparaíso
un puerto indefenso. Pero Méndez Núñez tenía órdenes de España y ante la
amenaza británica y estadounidense de intervenir contra la flota
española el vigués espetó su famoso: «España, la Reina y yo, preferimos honra sin barcos, que barcos sin honra». Finalmente ni EE.UU. ni el Reino Unido intervinieron.
El 31 de marzo de 1866 se procede al bombardeo. Durante
tres horas y media Valparaíso sufrió el azote de los cañones españoles,
una acción que no gustó nada en las esferas internacionales y de la que
tampoco se sintieron muy orgullosos los españoles, como posteriormente
relataron cartas de la época.
Chile, Perú, Ecuador y Bolivia estrechaban aún más su
alianza pues temían una reconquista colonial por parte de la Corona
española. Así, en todo el Pacífico, la escuadra española no tenía ni una sola base de operaciones.
Tras Valparaíso, Méndez Núñez fijó el rumbo hacia la plaza fuerte de
Perú: la fortificación cuasi inexpugnable de El Callao. Una batalla,
esta sí, digna de los relatos heroicos de la Armada. Un ataque
catalogado de temerario.
El combate de El Callao
2 de mayo de 1866. Tras dar el preceptivo ultimátum la
flota española, dividida en dos frentes se sitúa frente a El Callao. Por
parte española: la fragata blindada «Numancia», cinco fragatas de
hélice, una corbeta de hélice y siete buques auxiliares que no
participaron en el asedio (en total, unos 270 cañones), divididas en
tres divisiones. Por parte peruana: 56 cañones en tierra, dos monitores y
tres vapores (69 cañones en total) divididos en la zona sur, norte y
muelles. Los peruanos además estaban preparados con una línea defensiva
de batallones de infantería y caballería en caso de que las fuerzas españolas desembarcaran, algo que no estaba en los planes de Méndez Núñez.
Fuente: abc,es
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