Los contactos entre los
conquistadores y las mujeres nativas fueron un problema y una
característica de la conquista de América.
El matrimonio también era una
herramienta para la conversión de los indios. En 1503, los Reyes
Católicos fomentaron los matrimonios mixtos
"Me arañó de tal modo con sus uñas que yo no hubiese querido entonces
haber comenzado", con lo que respondió golpeándola con una correa "de
modo que lanzaba gritos inauditos". El relato pertenece
al italiano Miguel de Cuneo, un cronista que acompañó a Cristóbal Colón
durante su segundo viaje a América, tal y como describe en su Relación
de 1495 sus escarceos con una mujer taína que le había regalado el propio Almirante.
Los contactos entre los conquistadores y las mujeres nativas
fueron un problema y una característica de la conquista de América. La
situación, aunque no siempre llegó a los extremos que narra Cuneo, estuvo llena de irregularidades y vacíos jurídicos.
Fue la importancia de regularizar tales uniones lo que llevó al rey
Fernando el Católico a aprobar en 1514 una real cédula que validaba
cualquier matrimonio entre varones castellanos y mujeres indígenas.
La ley de 1514, cuyo quinto centenario se celebra
este año, reconocía de forma legal una realidad que se convertiría en
una de las principales características de la experiencia colonial
española, y cuyas consecuencias afectarían el entramado social de Sudamérica hasta
nuestros días: el mestizaje.Probablemente la de Cuneo sea la primera
referencia escrita de abusos sexuales por parte de colonos en América,
aunque no todas las relaciones entre españoles e indígenas respondieron a
este patrón.
Sin embargo, es cierto que la casi total ausencia de mujeres castellanas en las Américas causó
problemas desde el principio, y determinó la tendencia a buscar esposas
o parejas no formales entre las mujeres locales. Cristóbal Colón
atribuyó la destrucción del fuerte Navidad, fundado en su primer viaje,
al hábito de los castellanos de amancebarse con hasta "cuatro mugeres" y de apropiarse de las nativas a placer.
Las relaciones entre castellanos e indias crecieron exponencialmente
a medida que la colonización de las islas caribeñas iba avanzando.
Muchos colonos desposaron a las hijas de caciques locales con
el objetivo de heredar tierras y mano de obra. Esta táctica
matrimonial, practicada con asiduidad en La Española, llamó la atención
del tercer gobernador de la isla, fray Nicolás de Ovando.
Una cuestión política
Tales matrimonios suponían la peligrosa creación de una nobleza basada en la tierra,
reconocida por los nativos pero encabezada por españoles. Ovando trató
de limitar los matrimonios mixtos, todavía en el limbo legal, imponiendo
una licencia matrimonial y otorgando encomiendas a quienes se habían
casado con las hijas de caciques en territorios alejados de las tribus a
las que pertenecían. La mezcla de ambos grupos, además de ser una necesidad obvia, se había convertido en una cuestión política.
La validez de estas uniones matrimoniales se veían afectadas además
por un problema legal añadido: el del status jurídico de los indios. Los
indios, según entendió Colón desde el principio, podían ser
esclavizados. Sin embargo, la corona tenía una interpretación diferente.
Ya en 1495, la reina Isabel la Católica se había visto
obligada a intervenir para evitar que el Almirante vendiera cuatro
nativos americanos que había traído consigo de su segundo viaje.
La ambigua situación de los indios creaba una gran incertidumbre acerca de la legalidad de los matrimonios mixtos y
su descendencia. Tal incertidumbre desapareció a principios del siglo
XVI. Si bien la postura oficial de los Reyes Católicos con respecto a
los indios era aún imprecisa en 1495, tan sólo cinco años más tarde, en
1500, los monarcas publicaron una real cédula prohibiendo su
esclavización.
La política de protección de los nativos americanos iniciada por Isabel fue continuada por su cónyuge, el rey Fernando: las Leyes de Burgos, promulgadas en 1512 y complementadas por las Leyes de Valladolid de
1513, trataron de suprimir los abusos de los colonos españoles en
ultramar, al tiempo que buscaban la conversión de los indígenas y su
sujeción al entramado colonial.
En este contexto, la real cédula de 1514, aunque de mucha menor
envergadura, suponía un gran avance en la afirmación de los derechos de
los indios. A pesar de la frecuencia con la que varones castellanos se
emparejaban con mujeres nativas con anterioridad a la real cédula de
1514, la ley se consideraba necesaria dado que la mayoría de estas
relaciones carecían de un verdadero status legal.
La convivencia variaba desde meras mujeres de compañía hasta esposas,
formalizadas a veces a través de ritos indios y no cristianos. Fray
Bartolomé de las Casas afirmaba que el grado de amancebamiento era tal
que los colonos se referían a sus parejas con el término "criadas".
Herramienta para la conversión
No obstante, y a pesar de la abundancia de casos de convivencia
fuera del matrimonio que se daba en América, las uniones reconocidas
parecen haber sido la regla general. Según el historiador británico Hugh
Thomas, el repartimiento de 1514 organizado por Rodrigo de Alburquerque
sugería que la mitad de los colonos castellanos de La Española estaban
formalmente casados con mujeres indígenas.
El matrimonio también era una herramienta para la conversión de los indios.
En 1503, los Reyes Católicos enviaron una ordenanza al gobernador
Ovando instándole a fomentar los matrimonios mixtos con la esperanza de
facilitar la tarea evangelizadora.
Un ejemplo especialmente importante fue la política de enlaces
matrimoniales que Cortés empleo con los herederos de Moctezuma, entre
ellos, los de Isabel de Moctezuma. Isabel de Moctezuma, hija del emperador mexica Moctezuma II, nació con el nombre de Tecuichpo Ixcazochitzin. Siendo aún niña fue desposada con el noble Atlixcatzin, quien murió en 1520.
Tras la muerte de Moctezuma, Tecuichpo se casó sucesivamente con los
dos emperadores que sucedieron a su padre, Cuitláhuac y Cuauhtemoc,
convirtiéndose en la última emperatriz azteca. La conquista de
Tenochtitlán supuso un cambio radical de gobierno al que Tecuichpo
sobrevivió convirtiéndose al catolicismo y adoptando el nombre de
Isabel.
Isabel de Moctezuma: Una mujer crucial
Isabel de Moctezuma fue desposada en 1526 con Alonso de Grado,
uno de los lugartenientes de Cortés. Este enlace encarna la política de
integración adoptada por Cortés con el objetivo de incluir a la
estructura de poder azteca dentro del entramado colonial español y, al
mismo tiempo, el intento por parte de los españoles de legitimar su
dominio sobre Méjico a través de la autoridad de los gobernantes
aztecas.
El matrimonio de Isabel de Moctezuma con Alonso de Grado incluía como
encomienda la ciudad de Tacuba, y era la mayor propiedad en el Valle de
Méjico. Alonso de Grado murió sin dejar descendencia, e Isabel se
casaría otras dos veces, e incluso daría a luz a un hijo ilegítimo de
Hernán Cortés. De su último matrimonio con el español Juan Cano, Isabel
engendró cinco hijos que iniciarían la genealogía de los duques de
Miravalle, título aún existente y uno de los muchos legados directos de
la conquista española de Méjico.
Con sus seis matrimonios, y viuda tres veces antes de cumplir los
dieciocho años, Isabel de Moctezuma fue una de las grandes figuras
femeninas de la conquista y del mestizaje. Sus matrimonios con lugartenientes de Cortés respondían a una razón simbólica: Isabel era la última emperatriz de los aztecas.
El matrimonio no sólo era una herramienta para la conversión, sino
también para la integración cultural y la hispanización. Isabel de
Moctezuma encarna en su persona la unión cultural entre la América Precolombina y la España imperial, unión de la que emergería Hispanoamérica.
A pesar de su importancia, la real cédula de 1514 no fue percibida
como una gran innovación por sus contemporáneos. Comprendida entre los
grandes cuerpos jurídicos de las Leyes de Burgos de 1512 y las Leyes Nuevas de 1542 que
sentarían las bases del Derecho Indiano, la real cédula además adolecía
de dificultades obvias en cuanto a aplicación y control.
Si bien es cierto que las uniones entre españoles e indias ya eran numerosas antes de 1514, la real cédula sentó las bases de un cambio social desconocido hasta entonces.
Al reconocer la posibilidad del matrimonio entre ambas razas, la
cédula de Fernando el Católico sirvió para llenar un vacío legislativo
referente a la condición legal de los indios, asegurando la absoluta
legitimidad e igualdad de la descendencia que surgiera de los
matrimonios mixtos comparados con los matrimonios de Castilla.
No sólo reconocía una realidad ya existente. También abría la puerta al mestizaje y a la simbiosis cultural,
que fueron características exclusivas del imperio español, y que
hicieron única a la experiencia colonial española en comparación con los
demás imperios europeos.
Fuente: elmundo.es
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